A propósito de la canonización
de los Beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, -Papas; queremos compartir algunos de
sus pensamientos que vienen acorde con el lema de este año de nuestro plan de
pastoral, que nos invita a profundizar y resaltar la verdad.
Decir la verdad es parte de la justicia
porque es una injusticia con los demás engañarles, sobre todo
si mentimos para hacerles daño
o aprovecharnos de ellos. Por esto mismo, el Papa Juan XXIII dijo: aquellos líderes
espirituales y políticos que tienen principios que cambian continuamente según
las circunstancias variables y el ánimo de los votantes no son verdaderos líderes.
Tampoco son verdaderos líderes quienes no predican con el ejemplo. Subrayó la
responsabilidad de todos, especialmente de los medios de comunicación, en la
presentación de la verdad.
La causa y raíz de todos los males que, por
decirlo así, envenenan a los individuos, a los pueblos y a las naciones, y perturban
las mentes de muchos, es la ignorancia de la verdad. Y no sólo su ignorancia,
sino a veces hasta el desprecio y la temeraria aversión a ella. De aquí
proceden de todo género que penetran como peste en lo profundo de las armas y
se infiltran en las estructuras sociales, tergiversándolo todo, con peligro de
los individuos y de la convivencia humana. Los que, empero, de propósito y
temerariamente, impugnan la verdad conocida, y con la palabra, la pluma o la
obra usan las armas de la mentira para ganarse la aprobación del pueblo
sencillo y modelar, según su doctrina, las mentiras inexpertas y blandas de los
adolescentes, esos tales cometen, sin duda, un abuso contra la ignorancia y la
inocencia ajenas y llevan a cabo una obra absolutamente reprobable. Y, una
comunidad humana era cual la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía
de la justicia, respeten los derechos ajenos y cumplan sus propias
obligaciones.
Juan Pablo II nos decía que, en América el
fenómeno de la corrupción está también ampliamente extendido. La Iglesia puede
contribuir eficazmente a erradicar este mal de la sociedad civil con una mayor
presencia de cristianos laicos cualificados que, por su origen familiar,
escolar y parroquial, promuevan la práctica de valores como la verdad, la
honradez, la laboriosidad y el servicio del bien común. Promover la verdad como
fuerza de la paz es emprender un esfuerzo constante para no utilizar nosotros
mismos, aunque fuese para el bien, las armas de la mentira. Y concluye
diciéndonos que, el empeño por la verdad, por la libertad, por la justicia y
por la paz distingue a los seguidores del Señor Jesús. Por eso la paz debe
realizarse en la verdad; debe construirse sobre la justicia; debe estar animada
por el amor, debe hacerse en la libertad.
Hoy y siempre démosle primacía a la “verdad”.
Nos dice el Señor en el evangelio de san Juan: “el que obra la verdad va a la
luz” (3,21). Si uno procura vivir honradamente, no necesita esconderse, ni
aparentar, ni mentir, porque no tiene nada que ocultar. La verdad hace a las
personas transparentes y a las sociedades respirables.
Bendiciones.
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