Continuando con nuestro tema en relación al Sínodo
de obispos sobre la familia que se está realizando en la ciudad del Vaticano y,
del cual ya escribí un artículo anterior tratando dos temas que han estado
ocupando la mayor parte de las opiniones tanto de la prensa secular como la
católica, en esta segunda parte me propongo escribir sobre el segundo de ellos
que es el tema de “la aceptación de la uniones homosexuales o, dicho de otra manera, si
la Iglesia Católica debe bendecir las uniones homosexuales”.
Vuelvo aquí a hacer referencia a lo que dije
en la primera parte de este artículo: los medios de comunicación secular y que
son, muchos de ellos, con una clara tendencia contrarios a la Iglesia Católica
y su doctrina, han querido influenciar con sus opiniones sobre el Sínodo y
crear además confusión en los fieles católicos. Se han dicho, escrito y
afirmado cosas que ni ver con lo tratado en el Sínodo. Ya se habla en estos
medios de que la Iglesia Católica parece que va a dar apertura a la aceptación
y bendición de las uniones homosexuales. Esto es falso. Se basan para decir
esto que ya hay un documento que lo afirma y lo dan por hecho. Veamos dos
aspectos de lo que sucede en un Sínodo. Primero, existe lo que se llama “relatio pre-disceptationem” (resumen o relación
previo a las discusiones); y segundo, existe lo que llama “relatio post-disceptationem” (documento post discusiones). En la
primera se motivó a que los obispos hablaran con franqueza; en la segunda se
presenta a los medios de comunicación y contiene todas las propuestas
presentadas por los obispos, peritos y auditores para trabajar estas propuestas
en los diferentes grupos sinodales. Esto quiere decir que si un obispo dijo que
las uniones homosexuales deben ser aceptadas y bendecidas por la Iglesia Católica,
esta propuesta se tendrá que discutir en estos grupos para saber si se acepta o
no, y claro que esto no debe afectar ni ir en contra de la sana doctrina católica.
Es decir, que esta propuesta no ha sido mencionada por ningún obispo y el Sínodo
tampoco lo ha aceptado. Lo que ha surgido en torno a este tema es una pura
manipulación de los medios de prensa seculares contrarios a la Iglesia
Católica.
Muchos dicen que la Iglesia tiene que
adaptarse a los nuevos tiempos. Con esto lo que están queriendo decir es que la
Iglesia Católica debe de amoldarse o acomodarse a los criterios y sombras de
este mundo, pero lo que no reparan estos enemigos de la Iglesia es que, la
Iglesia debe más bien ser luz para este mundo, para esta humanidad que está
caminando mucho en las tinieblas. La Iglesia, la familia de Jesús, es portadora
de luz y esa luz tiene que iluminar la oscuridad, las tinieblas; la luz no
puede ser utilizada para tapar las tinieblas: “Ustedes son la luz del mundo”
(Mt 5,14); y san Pablo dice: “Pero, ustedes hermanos, no viven en la
oscuridad…todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. No somos ni de la
noche ni de las tinieblas…” (1Tes 5, 4-8). Esa luz le viene dada a la Iglesia
por el mismo Jesucristo por medio del Espíritu Santo a pesar de que en ella
misma hay oscuridad; pero esa oscuridad no impide jamás que la luz del Espíritu
salga e ilumine.
Ya es de nosotros sabido lo que enseña la Iglesia
Católica con respecto a la persona homosexual y la homosexualidad. Solo tenemos
que acercarnos a leer el catecismo en sus números 2357,2358 y 2359. La Iglesia
es para los pecadores, pero no para el pecado. La Iglesia no es un museo de
santos, sino un hospital de enfermos por el pecado. Cristo mismo vino a buscar y
rescatar al pecador de su pecado. Dios ama al pecador, pero repudia el pecado.
En la parábola del rey que prepara el banquete de bodas de su hijo, cuando el
rey saluda a los comensales se da cuenta de que hay uno que no tiene el traje
de fiesta y cuando lo cuestiona éste no sabe qué responder y el rey manda a que
lo echen fuera donde será el llanto y rechinar de dientes. La pregunta es
entonces: ¿sabemos nosotros los cristianos y nuestros enemigos cuál es ese
traje de fiesta que hace referencia Jesús en esta parábola? El problema de
muchos de nosotros es que queremos estar en la Iglesia y seguir viviendo una
vida licenciosa y de pecado y que esto sea aceptado por todos sin más. NO. Una
cosa es la persona homosexual y otra es la homosexualidad, como lo es el
corrupto y la corrupción; como lo es el adicto y la adicción; como lo es el delincuente
y la delincuencia, etc. Es la persona que hay que salvar, y el pecado lo que hay que rechazar.
Ya el Papa Francisco dijo en una ocasión a su
regreso a Roma después de la jornada mundial de la juventud en Río de Janeiro,
y esto fue motivo de manipulación: cuando un homosexual quiere, desea vivir su
relación con Dios como Dios manda y enseña la Iglesia, ¿quién soy yo para
juzgarlo? Así como existe la pastoral penitenciaria, que es acompañar
espiritualmente a los internos con la intención de ayudarlos a recuperar su
dignidad de hijos de Dios y que abandonen ese mal camino, soy partidario y me
gustaría que en cada parroquia exista una pastoral para homosexuales y
lesbianas que se dedique a acompañar a estos hijos e hijas de Dios en su
caminar y ayudarlos a vivir desde su condición los valores del Reino de Dios
como nuestro Señor Jesucristo nos enseña en el evangelio.
Lo cierto es que todos los seres humanos
tenemos un lugar en la gran familia de Dios que es su Iglesia, pero el que
quiera ser parte de esta familia tiene que asumir ciertas actitudes si es que
quiere experimentar el gozo de sentirse hijo de Dios. De descubrir en Dios y su
mensaje el camino por el cual puede ser feliz en esta vida y después llegar a
disfrutar de la presencia de Dios cuando deje este mundo. Por supuesto que
debemos de ser respetuosos y solidarios con estos hermanos nuestros que sufren
mucho por esta situación, porque: “no todo el que diga Señor, Señor se salvará,
sino el que escuche la palabra de Dios y la ponga en práctica” (Lc 8,21).
La Iglesia de Cristo está en el mundo, pero no es del mundo. Camina con el
mundo proponiendo el mensaje evangélico como luz en medio de la oscuridad.
Bendiciones.