Es sabido por todos que la
veleta es un instrumento que sirve para saber o señalar la dirección del viento. Si aplicamos estas
palabras a la actitud de una gran parte de los católicos, podríamos decir que
los mismos actúan como si fueran veletas: caminan, giran, piensan y hablan de
acuerdo a la dirección del viento o de acuerdo a las circunstancias del
momento.
Hoy estamos experimentando una de las más
nefastas actitudes que puede asumir una persona que dice que es creyente en Dios
y la Iglesia, y es esta ambigüedad de actitudes frente a muchas situaciones que
van en contra del evangelio y la enseñanza de nuestra Iglesia, sobre todo en el
aspecto moral. De hecho, la humanidad viene atravesando por diferentes crisis:
política, financiera, social, cultural, religiosa, etc. Pero todas estas crisis
son causa de una más grande: CRISIS MORAL. La oscuridad en la que está viviendo
gran parte de la humanidad se ha infiltrado también en muchas de sus
instituciones, y una de ellas es la Iglesia; y cuando decimos Iglesia nos
referimos a la familia-pueblo de Dios. Hay muchas tinieblas al interior de la
familia de Dios. Y estas se manifiesta en actitudes que asumen o asumimos muchos
de los cristianos católicos, -aunque no sólo católicos-, que dejan poco o nada
qué desear. Muchos nos hemos dejado o se han dejado arropar por este
relativismo destructor que está permeando gran parte de la vida y fe de los
creyentes. Muchos se han o nos hemos convertido en defensores de lo
indefendible o en justificar lo injustificable, en una actitud abiertamente
contraria a la voluntad y mandatos de Dios. Muchos hemos tomado el evangelio y
lo hemos ido adecuando a nuestras necesidades y pareceres, y esto no es más que
una traición no solo al evangelio, sino al mismo Jesucristo, que mandó a sus discípulos
a que transmitieran el mensaje del evangelio tal cual ellos lo recibieron, sin
cambiarle una sola letra, porque el evangelio es de Cristo; y también nos dijo
que seriamos sus amigos si hacemos lo que él nos manda (Jn 15,14).
Son muchos los grupos que se han alineado con
los poderes oscuros de este mundo y se han catalogado como los verdaderos y
únicos intérpretes del evangelio haciendo una tergiversación del mismo y
aplicándose ellos mismos el calificativo de católicos. Un ejemplo de esto y de los
más sonados es el grupo pseudoreligioso autodenominado “católicas por el
derecho a decidir”, que no es más que un grupo feminista-radical-liberal que
apoya, defiende y promueve la legalización del aborto, -un lobo disfrazado de
oveja-, financiado por organismos internacionales (ONU, UE, IPPF, la mayor
organización abortista mundial, -cuya filial en Rep. Dominicana es PROFAMILIA-,
y que apoya económicamente a la candidata demócrata a la presidencia de EE. UU.
Hillary Clinton, y ese apoyo tiene un precio). Grupos como estos y personas que
piensan igual no son más que esos “católicos veletas”: porque piensan que
manipulando el evangelio, haciéndole decir al evangelio lo que no dice o
proclamando una falsa misericordia y compasión, creen que están en el camino
correcto. Ya el mismo Jesús dijo “el que
no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña
a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los
cielos…” (Mt 5,19); y también: “enséñenles
a cumplir todo cuanto yo les he enseñado” (Mt 28,20); y el apóstol san
Pablo: “harán caso a gente hipócrita y
mentirosa, cuya conciencia está marcada con el hierro de sus malas acciones”
(1Tim 4,2). El verdadero cristiano, seguidor de Cristo, no actúa como una
veleta; más bien debe adherirse con todo su ser al mensaje evangélico, con sus
exigencias y radicalidad.
Vemos entonces cómo en algunos países del
mundo se están llevando manifestaciones a favor y en defensa de la vida y de la
familia natural (padre-madre-hijo). Hay que tener cuidado con la manipulación
del lenguaje: no decimos “familia tradicional, sino familia natural”, para no
dar la impresión de que si es tradicional pues hay que cambiarlo o
modernizarlo. La institución familiar es anterior al Estado y demás
instituciones; incluso, es anterior a la misma Iglesia. No fue el Estado ni la
Iglesia los que inventaron la institución familiar. El Estado lo único que le
corresponde es tutelar este bien natural, y a la Iglesia bendecirlo en nombre
de Dios. Pero en muchas sociedades el Estado se ha erigido como dueño y señor
de la misma y ahora la ha destrozado con estos “nuevos modelos de familias” que
se ha inventado; y hay grupos, personalidades, gobiernos, etc., que están
imponiendo a los países más pequeños, -débiles y pobres-, estos modelos
aberrantes de familias. Karl Marx anotó claramente en sus Tesis sobre Feuerbach (tesis IV): “si el origen de la familia celestial no es más que la prefiguración de
la misma familia terrena humana, es a ésta a la que hay que destruir”. Y Wilhelm
Reich, en su libro La función del orgasmo,
sostenía que la familia es una construcción enferma y que la liberación sexual
sería no sólo la cura sino el nuevo método revolucionario. Esto es lo que muchos
cristianos católicos están defendiendo, bajo el manto de un falso concepto de
la misericordia y falsos derechos. Con ello no están más que negándole el
derecho a Dios y cambiando lo que ellos no inventaron y que Dios no les dio
ninguna autoridad para hacerlo.
Los cristianos, -católicos, ortodoxos,
protestantes-, debemos ser luz en medio de las tinieblas. La luz está hecha
para iluminar la oscuridad, no para taparla. No seamos manipuladores del
evangelio y no le hagamos decir al evangelio lo que no dice. No es el evangelio
el que tiene que acomodarse a nosotros, sino al revés. La Iglesia es la encargada,
por mandato del mismo Jesucristo, de llevar el evangelio al mundo para que éste pueda ser transformado; no es el mundo
que hay que meter en la Iglesia. Tenemos que ser misericordiosos con las
personas, pero intransigentes con el pecado, como lo dijo, hizo y enseñó Jesucristo,
porque “el que no recoge con él, desparrama; y el que no está con él, está
contra él” (Lc 11,23).
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