De todos los argumentos más falsos, pero más
cacareado por los grupos LGTBI, es decir que el matrimonio es un derecho, o que
se trata de igualdad de derechos. NO LO ES. Y en esto estarán de acuerdo los
expertos en materia de derecho, aunque muchos de ellos no se atrevan a decirlo
porque a lo mejor no quieren que los tachen de intolerantes o de homofóbicos.
Pero, como ya lo dijo el Cardenal Robert Sarah, Prefecto para la Congregación
del Culto Divino: “decirles la verdad a
los homosexuales, es amarles”. Y esto es lo que le falta a muchas personas,
incluyendo los cristianos.
Es
sabido por todos que en muchos países del globo terráqueo (en Europa unos 14 países
tienen regulados estas uniones, así como Canadá, USA, México, Argentina,
Brasil, Colombia, Chile), este tipo de legislaciones lo han logrado estos grupos
o lobbies de presión LGTBI con ayuda de organismos internacionales como la ONU,
OEA, UE; y Ongs poderosas económicamente como las que patrocina George Soros,
Los Rockefeller, Bill Gates, etc.; gente poderosa que ha utilizado gran parte
de su fortuna para ir imponiendo todo este tipo de legislaciones englobadas en
la ideología de género, que incluye el aborto, eutanasia, el mal llamado e infundado
cambio de sexo, etc.
Pero
sigamos hablando del matrimonio. Y es que para empezar, la misma palabra
“matrimonio” ya le queda grande a estos grupos. La misma raíz etimológica lo
contradice: matrimonio viene del latín mater
(matriz, madre = sitio en que se desarrolla el feto), y monium (calidad
de = la aportación de la mujer que contrae nupcias para ser madre. En su
aspecto natural implica la procreación, es decir, la multiplicación de la
especie humana). El matrimonio es también, por un asunto jurídico, protección
de la madre. Como vemos, en las parejas del mismo sexo esto no se cumple; ya
desde aquí, empiezan mal. El matrimonio no es un derecho que el Estado le
confiere a los individuos. El matrimonio no fue inventado por el Estado, por lo
tanto, no tiene derecho ni potestad a cambiarlo; tampoco fue inventado por la
Iglesia, y ésta tampoco tiene derecho a cambiarlo. El matrimonio es de
institución divina y por lo tanto, es un don o regalo de Dios para el hombre y
éste debe de realizarlo tal cual su Creador lo instituyó: entre un hombre y una
mujer.
Pero
sigamos con la parte legal. El matrimonio no es un derecho, sino más bien una
restricción de los derechos que el individuo ya tiene. Por ejemplo: en el
Estado de California y otros más, si la esposa se compra un carro con su
dinero, la mitad del valor de ese carro le pertenece al esposo aunque su nombre
no esté en el título de propiedad y viceversa. Las personas que simplemente
viven juntas pueden hacer todos los acuerdos que entre ellos les parezca, sean
heterosexuales u homosexuales. Pueden dividir sus posesiones como quieran
50-50, 70-30, 90-10, etc. Pueden hacer su unión temporal, permanente o sujeta a
ser cancelada cuando así lo decidan.
La
sociedad no tiene los mismos intereses en el resultado de la unión de parejas
homosexuales, como sí las tiene las parejas heterosexuales. Transferir todas
esas leyes a estas parejas, es como querer transferir las reglas del béisbol al
futbol (Thomas Sowell). El tribunal
internacional de Estrasburgo, que es el más importante en materia de Derechos Humanos
en la Unión Europea, sentó jurisprudencia ante esta realidad y concluyó que el
tal derecho al matrimonio homosexual no existe. Argumentó este Tribunal lo
siguiente: “Recuerda por unanimidad que
la Convención Europea de los Derechos Humanos, no incluye un supuesto derecho
de las parejas del mismo sexo, tanto en el marco del derecho a la vida privada
y familiar (art. 8), como el derecho a casarse y tener una familia (art. 12)”.El
artículo 12 consagra el concepto tradicional y natural del matrimonio, a saber,
la unión de un hombre y una mujer. Por otro lado, tenemos también que el
Tribunal Supremo de Israel acaba de emitir una sentencia sobre el mismo: “El TS ha rechazado una petición de la
asociación israelí LGTBI para equiparar, sin legislación mediante, el
matrimonio y las uniones de personas del mismo sexo. Según la ley israelí, los
tribunales rabínicos son la única autoridad relativa al matrimonio en el país”.
Y el Tribunal de Irlanda del Norte también sentó jurisprudencia en el mismo
tema: “Este Tribunal ratificó la
sentencia del Tribunal de Estrasburgo”.
Entonces, si se ha sentado bases a nivel internacional sobre este
aspecto, la pregunta obligada es ¿por qué los países, organismos
internacionales, ongs y demás, ignoran estas sentencias? ¿Por qué los
activistas homosexuales quieren ver sus derechos restringidos con las leyes
matrimoniales, cuando pueden perfectamente hacer sus propios contratos con sus
propias provisiones y realizar todo tipo de ceremonias que les plazca para
llevarlo a cabo? La respuesta es inmediata: en realidad lo que estos grupos de
presión LGTBI buscan es que el resto de la sociedad les acepte su estilo de
vida, una aprobación social oficial y no un asunto de derechos. ¿Por qué insisten
tanto en que una institución como la Iglesia Católica les apruebe su estilo de
vida, si ya a nivel legal lo han logrado en muchos países? Y esto le ha traído persecución
a la misma institución eclesial como a los cristianos; hay tantos casos de esto,
que solo basta con navegar un poco en internet y con solo poner la palabra
“persecución religiosa o contra los cristianos, tenemos de sobra.
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