“La soberbia los envuelve como un collar; y la
violencia los cubre como un manto” (Slm 73,6)
No
podemos negar que en nuestra sociedad hay un mal que se ha extendido como una
pandemia; aunque también es de resaltar que ese flagelo social no es nuevo ni
único de nuestra sociedad dominicana. Me refiero al flagelo de la violencia de género
o violencia intrafamiliar. En esto hay muchas personas que no se ponen de
acuerdo en cómo llamarle adecuadamente. Lo cierto es que en más de los casos
este tema se está prestando a una manipulación profunda por parte de grupos
interesados en que así sea. Con respecto a este tema, siento y percibo que no
se nos está diciendo toda la verdad y que hay muchos datos que se nos están falseando
para así crear una percepción del mismo errónea, y además, presentar esta
situación como una guerra de odio de los hombres hacia las mujeres. A esto, la
señora magistrada fiscal del Distrito Nacional, Yeni Berenice, escribió en su
red social de twiter: “…Nos están matando, las madres, hijas, tías, hermanas, amigas…
por el hecho de ser mujeres”. Esto es más un slogan político. Es decir, que se está
dando la impresión de que lo que realmente existe es un odio del hombre hacia
la mujer. Esto no es cierto. Las tragedias de los asesinatos cometidos por
algunos hombres contra algunas mujeres, que son o han sido sus parejas
sentimentales, hay que buscarlas en lo más profundo de la psique de estos hombres
y que por lo regular tienen que ver con asuntos sentimentales. Preguntémonos:
¿existe el feminicidio? Es decir, ¿hay hombres que salen a las calles a matar
mujeres por el solo hecho de ser mujeres? De hecho, lo que la ley castiga es el
acto violento en sí y sus agravantes. La ley no mira si es un hombre o mujer;
no es que la vida de la mujer vale más que la del hombre o viceversa, porque
ambos somos iguales ante la ley.
Y es
que desde hace un buen tiempo atrás se viene presentando y dando a conocer a
través de los medios de comunicación sobre todo, la magnitud de este problema.
Desde hace unos meses para acá no hay día que llegue sin que se publique una o
varias noticias de este problema social y esto viene creando, como se dice
popularmente, roncha en la sociedad. Se han establecido o creado campañas de
concientización para ayudar a disminuir o acabar con el problema. No estoy en
contra de las mismas; pero lo cierto es que no sólo o nada más con esas
campañas se resolverá esto; esa es una parte. En la solución de este problema
todas las instituciones de la sociedad debemos de asumir la parte que nos
corresponde: el Estado establecer políticas públicas claras y efectivas; las
instituciones privadas también aportar para que establezcan políticas en sus
empresas de fortaleza a la institución familiar; las iglesias fomentar y fortalecer su trabajo
pastoral familiar con talleres,
seminarios y todas las herramientas que la doctrina eclesial nos provee para
este fin; las instituciones educativas estableciendo lineamientos de educación
y orientación familiar entre el alumnado y profesorado; los medios de
comunicación deben de aportar en ver cómo no promover programas ni películas
que contengan violencia hacia la mujer, ni violencia sexual, ni violencia
verbal; los artistas de los géneros de moda no incluir en sus letras incitación
a la violencia ni contenido sexual en los que se degrada a la mujer sobre todo,
etc.
Ahora,
yo me pregunto: ¿La lucha que se ha iniciado en diferentes medios para
contrarrestar este flagelo social es real, sincero, verdadero? ¿En realidad se
quiere acabar con esto? Siempre se ha
dicho que del desorden que se vive o se provoca, hay alguien o algunos que se
beneficia/n. Hoy escuchamos, sobre todo a grupos de feministas, con el grito al
cielo ante este hecho nefasto. ¿Pero ese grito de estos grupos es verdadero,
sincero? ¿Están ellas en verdad defendiendo a estas mujeres abusadas y
asesinadas?
Hay quienes
se refieren a este problema de la violencia de género como “industria de la
violencia de género”. Afirman que hay grupos feministas que se ocuparon de
generar el problema, apoyados con recursos del Estado y de Ongs poderosas
económicamente, y así propagar lo que también llaman la “ideología de odio”
recibiendo subvenciones e impartir cursos de adoctrinamiento en la guerra de
los sexos y las casas de acogida donde se refugian las mujeres abusadas y
maltratadas. Pero no existe esto mismo para los hombres.
En
nuestra sociedad dominicana podemos estar cayendo, y quizá hacia allá nos
quieren llevar, en un estado de paranoia colectiva con este tema. Se están engrosando
las denuncias en las fiscalías y pobre del hombre que caiga en este expediente.
Hay que tener cuidado, ya que esto se puede prestar muy bien a manipulación y
engaño de parte de muchas mujeres y organizaciones. Los jueces en estos momentos
están muy severos y se manejan con mucha precaución para que no se les vaya a
acusar de aplicar las leyes en detrimento de unos y a favor de otros, es decir,
en detrimento de las mujeres y a favor de los hombres. Estamos en estos momentos
en una situación de que el hombre que le dirija a una mujer algún piropo o palabra
mal dicha, corre el riesgo de ser denunciado como maltratador y abusador, con
la consecuente acción de ser detenido, enjuiciado y encarcelado así no más.
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