En el Preámbulo de
nuestro texto Constitucional leemos: “Nosotros, representantes del pueblo
dominicano, libre y democráticamente elegidos…, invocando el nombre de Dios,
guiados por el ideario de nuestro padres de la Patria… y de los próceres de la
Restauración de establecer una república libre, independiente, soberana y
democrática…; inspirados en los ejemplos de lucha y sacrificios de nuestros
héroes y heroínas inmortales, estimulados por el trabajo abnegado de nuestros
hombres y mujeres; regidos por los valores supremos y los principios
fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio de la
ley, la justicia, la solidaridad, la
convivencia fraterna, el bienestar social…el progreso y la paz…; declaramos la
voluntad de promover la unidad de la nación dominicana…”.
En este texto que acabo
de citar, encontramos ya todo un compendio de palabras y frases dignas de ser reflexionadas
y profundizadas ya que son el hilo conductor de todo el texto constitucional.
Nosotros sabemos, - aunque hay unos que lo ignoran; otros no están conscientes,
otros son indiferentes y otros lo niegan - que, nuestra nación dominicana fue
fundada sobre los valores y principios cristianos, que hasta en el nombre del
país y su capital quedó plasmado. Y es que nuestro ADN como nación es Cristocéntrico;
ese ADN, por más que quieran eliminarlo, borrarlo, no podrán; es nuestra
naturaleza como nación independiente, libre y soberana. Así lo quisieron
nuestros grandes hombres y mujeres de la gesta patriótica.
Nuestros próceres de la
Patria quisieron consagrar a Dios desde el principio, desde su nacimiento,
nuestra nación; quisieron edificar la nación dominicana sobre la roca firme y
piedra angular que es Cristo y su Palabra, su evangelio. Duarte, dirigiéndose a
los dominicanos de su tiempo, y por qué no también hoy a nosotros, les
estimulaba con estas palabras: “Sigan, repito, y su gloria no será menor por
cierto que la de aquellos que desde el 16 de julio de 1838 vienen trabajando en
tan santa empresa bajo el lema venerado de Dios, Patria y Libertad, que son los
principios fundamentales de la República Dominicana”. Dios es, para Duarte
pensador, el infinito; la fuerza creadora y motora del universo; la razón última
de todo cuanto existe. Y para Duarte, creyente y cristiano, Dios es el Padre,
el Creador, el Conservador, la Providencia que no abandona a sus criaturas,
porque son suyas por pleno derecho. Amar a la Patria y servirla, no servirse de
ella. Defender, aun a costa de sacrificios, la libertad. Hacer del lema
trinitario un código de vida, significa para nuestro pueblo la más sólida
garantía de nuestra supervivencia como nación. Somos una nación de fundamentos
cristianos, y nuestra ley debe estar fundamentada en la ley divina que es el
mejor apoyo para la ley civil cuando establece para todos por igual la ley del
amor sin olvidar jamás la justicia.
Siempre se ha buscado en
diversos lugares y situaciones un cambio a veces radical, cuyos fundamentos han
descansado en concepciones materialistas y ateístas de la vida, dejando de lado
a Dios, y por supuesto, también al hombre. Desde hace un tiempo para acá,
nuestra sociedad ha venido observando la actitud culpable de nuestras
autoridades de querer ir borrando la memoria histórica de nuestro pueblo,
suprimiendo el escudo nacional de nuestra bandera, de nuestra enseña tricolor,
porque tiene en su centro la Biblia y la cruz de la redención; así como otros
derechos y libertades humanos que nuestra Constitución consagra y protege, como
lo son el derecho a la vida, el matrimonio entre un hombre y una mujer, los
derechos a la libertad religiosa y de expresión del libre pensamiento, etc.; y
se convierten así en los primeros violadores de la Carta Magna y no hay
consecuencias penales, aun cuando la misma Constitución lo establece (art. 20
ley 210/19). Entonces pregunto: ¿Es así como quieren promover, fomentar y
defender la unidad de la nación dominicana; aportar al progreso y la paz de
nuestra nación como dice en el preámbulo del texto constitucional? ¿O se sacan
de la manga estos artilugios para distraer la atención de los grandes y graves
problemas que agobian a nuestra sociedad? Esto me hace recordar la frase del
rey Federico el Grande, rey de Prusia,- y que repitiera un ex presidente
dominicano-, cuando dijo: “La Constitución de los pueblos no es más que un
pedazo de papel…”. Y es que, un país que se avergüence de su propio pasado
y que se desprecia a sí mismo, jamás inspirará respeto a los allegados. Les
molesta a estos grupos el que seamos una nación que enarbole su identidad
nacional bajo la Palabra de Dios. Parece que, como nación, nos quieren mantener
en las alturas del árbol, con la mirada indiferente hacia la multitud y
rechazar así la mirada y llamada de Jesús: “dominicano, baja de ahí porque
hoy quiero alojarme en tu tierra”. Les recuerdo a todos que el mensaje de Jesús
es salud y paz no sólo para los individuos, sino también para las naciones
ayer, hoy y siempre; y nuestra nación, hoy más que nunca, necesita de esa
inyección intravenosa del mensaje evangélico. Los pleitos personales y mezquinos
de ningún grupo, de ningún partido deben ser endosados al pueblo. Estamos
hartos de las trampas, de los engaños, de los entuertos, de las zancadillas.
Nuestra nación la hunden por el descrédito, la corrupción, la malversación, el
nepotismo.
¿Estamos de acuerdo con
estos ejemplos? Pues, ¿Qué esperamos para poner en práctica estas sabias
palabras? ¿Seguiremos sacando a Dios y su Palabra de nuestra sociedad para
darle cabida al diablo? ¿Por qué ya no queremos dialogar con Dios, pero sí con
el diablo y hasta hacerle fiesta? ¡Nos estamos convirtiendo en una sociedad
malvada y pervertida! Nuestro Dios, en el libro del Deuteronomio (8,19-20), nos
dice: “Ten por seguro que, si te olvidaras del Señor, tu Dios, y
marchando tras dioses extraños, le rindieras culto y te prosternaras ante
ellos, te aseguro hoy en su presencia que perecerás irremisiblemente; de la
misma manera que las naciones a las que el Señor ha hecho perecer ante su
vista: así perecerán por no haber escuchado la voz del Señor, su Dios”;
y en 2Crónicas 7,14 leemos: “… si mi pueblo, sobre el que es invocado mi
nombre, se humilla, suplica, busca mi rostro y se convierte de su mala
conducta, yo perdonaré sus pecados y le restituiré su tierra”; y el
papa Francisco nos advirtió: “Con el diablo no se dialoga…porque la
hipocresía es el lenguaje del diablo”. Se aparenta mucho estar acorde con los
valores, principios y leyes nacionales; vivimos de esta manera en una sociedad
del espectáculo. Y es que, para estos hombres, -padres fundadores de EE.UU.-,
una democracia necesita ciudadanos virtuosos.
No nos quedemos callados.
Los cristianos siempre tenemos algo que decir; no somos ciudadanos ni de
segunda ni tercera categoría; somos ciudadanos de pleno derecho y nuestras
ideas tienen y deben ser escuchadas como las demás; debemos rechazar las falsas
neutralidades y reclamar nuestro derecho a ser laicos: nuestro derecho a
participar en el debate democrático, en estricto pie de igualdad con los
ciudadanos de otras convicciones. No permitamos que nuestra nación ni nuestros
símbolos patrios sigan siendo ultrajados por grupos, instituciones y organismos
nacionales y extranjeros. No puede haber sociedad civil fuerte sin familias
estables, capaces de educar a sus hijos en el respeto a la ley, la responsabilidad
y la virtud cívica.
Termino esta reflexión haciéndome
eco de esta Plegaria por la Patria Dominicana:
“Señor, líbranos de todo aquello que pueda sernos obstáculo a
la unión fraternal con los hijos de un mismo pueblo, de una misma patria, de una
misma comunidad universal.
Líbranos de la ambición, de la maledicencia, del orgullo, de
la mentira, del odio, de la falsedad, de la hipocresía, de la desconfianza
mutua. Que tengamos valor para servirte en la verdad, en la justicia y en la
caridad. Que hagamos de la familia una iglesia; de la iglesia una familia; de
la Patria un altar y de las autoridades que la gobiernan sacerdotes de la dignidad,
de la responsabilidad, de la honradez, de la justicia y de tu santo temor.
Danos una Patria cada vez más soberana, más independiente, más libre, más justa.
Libre de amos internos y externos. Libre de corrupción, de vicios, de
injusticias, de pecado”. Amen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario