miércoles, 6 de noviembre de 2019

Honremos y Defendamos nuestra Constitución




  En el Preámbulo de nuestro texto Constitucional leemos: “Nosotros, representantes del pueblo dominicano, libre y democráticamente elegidos…, invocando el nombre de Dios, guiados por el ideario de nuestro padres de la Patria… y de los próceres de la Restauración de establecer una república libre, independiente, soberana y democrática…; inspirados en los ejemplos de lucha y sacrificios de nuestros héroes y heroínas inmortales, estimulados por el trabajo abnegado de nuestros hombres y mujeres; regidos por los valores supremos y los principios fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio de la ley, la justicia, la solidaridad,  la convivencia fraterna, el bienestar social…el progreso y la paz…; declaramos la voluntad de promover la unidad de la nación dominicana…”.

  En este texto que acabo de citar, encontramos ya todo un compendio de palabras y frases dignas de ser reflexionadas y profundizadas ya que son el hilo conductor de todo el texto constitucional. Nosotros sabemos, - aunque hay unos que lo ignoran; otros no están conscientes, otros son indiferentes y otros lo niegan - que, nuestra nación dominicana fue fundada sobre los valores y principios cristianos, que hasta en el nombre del país y su capital quedó plasmado. Y es que nuestro ADN como nación es Cristocéntrico; ese ADN, por más que quieran eliminarlo, borrarlo, no podrán; es nuestra naturaleza como nación independiente, libre y soberana. Así lo quisieron nuestros grandes hombres y mujeres de la gesta patriótica.

  Nuestros próceres de la Patria quisieron consagrar a Dios desde el principio, desde su nacimiento, nuestra nación; quisieron edificar la nación dominicana sobre la roca firme y piedra angular que es Cristo y su Palabra, su evangelio. Duarte, dirigiéndose a los dominicanos de su tiempo, y por qué no también hoy a nosotros, les estimulaba con estas palabras: “Sigan, repito, y su gloria no será menor por cierto que la de aquellos que desde el 16 de julio de 1838 vienen trabajando en tan santa empresa bajo el lema venerado de Dios, Patria y Libertad, que son los principios fundamentales de la República Dominicana”. Dios es, para Duarte pensador, el infinito; la fuerza creadora y motora del universo; la razón última de todo cuanto existe. Y para Duarte, creyente y cristiano, Dios es el Padre, el Creador, el Conservador, la Providencia que no abandona a sus criaturas, porque son suyas por pleno derecho. Amar a la Patria y servirla, no servirse de ella. Defender, aun a costa de sacrificios, la libertad. Hacer del lema trinitario un código de vida, significa para nuestro pueblo la más sólida garantía de nuestra supervivencia como nación. Somos una nación de fundamentos cristianos, y nuestra ley debe estar fundamentada en la ley divina que es el mejor apoyo para la ley civil cuando establece para todos por igual la ley del amor sin olvidar jamás la justicia.

  Siempre se ha buscado en diversos lugares y situaciones un cambio a veces radical, cuyos fundamentos han descansado en concepciones materialistas y ateístas de la vida, dejando de lado a Dios, y por supuesto, también al hombre. Desde hace un tiempo para acá, nuestra sociedad ha venido observando la actitud culpable de nuestras autoridades de querer ir borrando la memoria histórica de nuestro pueblo, suprimiendo el escudo nacional de nuestra bandera, de nuestra enseña tricolor, porque tiene en su centro la Biblia y la cruz de la redención; así como otros derechos y libertades humanos que nuestra Constitución consagra y protege, como lo son el derecho a la vida, el matrimonio entre un hombre y una mujer, los derechos a la libertad religiosa y de expresión del libre pensamiento, etc.; y se convierten así en los primeros violadores de la Carta Magna y no hay consecuencias penales, aun cuando la misma Constitución lo establece (art. 20 ley 210/19). Entonces pregunto: ¿Es así como quieren promover, fomentar y defender la unidad de la nación dominicana; aportar al progreso y la paz de nuestra nación como dice en el preámbulo del texto constitucional? ¿O se sacan de la manga estos artilugios para distraer la atención de los grandes y graves problemas que agobian a nuestra sociedad? Esto me hace recordar la frase del rey Federico el Grande, rey de Prusia,- y que repitiera un ex presidente dominicano-, cuando dijo: “La Constitución de los pueblos no es más que un pedazo de papel…”. Y es que, un país que se avergüence de su propio pasado y que se desprecia a sí mismo, jamás inspirará respeto a los allegados. Les molesta a estos grupos el que seamos una nación que enarbole su identidad nacional bajo la Palabra de Dios. Parece que, como nación, nos quieren mantener en las alturas del árbol, con la mirada indiferente hacia la multitud y rechazar así la mirada y llamada de Jesús: “dominicano, baja de ahí porque hoy quiero alojarme en tu tierra”. Les recuerdo a todos que el mensaje de Jesús es salud y paz no sólo para los individuos, sino también para las naciones ayer, hoy y siempre; y nuestra nación, hoy más que nunca, necesita de esa inyección intravenosa del mensaje evangélico. Los pleitos personales y mezquinos de ningún grupo, de ningún partido deben ser endosados al pueblo. Estamos hartos de las trampas, de los engaños, de los entuertos, de las zancadillas. Nuestra nación la hunden por el descrédito, la corrupción, la malversación, el nepotismo.

  Nosotros somos muy dados a mirar hacia los EEUU para hacer comparaciones y como ejemplo a seguir. Pues siendo esto así, entonces mencionemos algunos ejemplos de los padres fundadores de esa nación. Benjamín Franklin afirmó: “Solo un pueblo virtuoso es capaz de libertad; a medida que las naciones se vuelven más corruptas y viciosas, tienen más necesidad de un amo”. Patrick Henry (gobernador del estado de Virginia 1776-79) sostuvo: “Ni el gobierno libre ni las bendiciones de la libertad pueden ser conservados por un pueblo sino es mediante una firme adhesión a la justicia, la templanza, la frugalidad y la virtud”. El senador norteamericano y único firmante católico de la Declaración de Independencia de EE. UU, Charles Carroll, escribió: “La única estabilidad de una república libre debe depender de la moralidad del pueblo, pues ciudadanos inmorales elegirán a representantes inmorales; y, si por casualidad eligieran a representantes sabios que aprueben leyes prudentes, estas serán rechazadas por un pueblo corrupto”. John Adams, -segundo presidente de los EE. UU-, afirmó: “No tenemos un gobierno que sea capaz de contener las pasiones humanas, si estas no estuvieran refrenadas por la moral y la religión. Nuestra Constitución fue hecha sólo para un pueblo moral y religioso. Resulta totalmente inadecuada para el gobierno de cualquier otro”. George Washington afirmó: “La religión y la moral son los soportes indispensables de todas las disposiciones y hábitos que llevan a la prosperidad política. En vano reclamará la condición de patriota aquel que trabaje por subvertir esos grandes pilares de la felicidad humana, estos firmísimos cimientos de nuestros deberes como ciudadanos y como hombres. El político, como el hombre piadoso, debería respetarlos y reverenciarlos”.

  ¿Estamos de acuerdo con estos ejemplos? Pues, ¿Qué esperamos para poner en práctica estas sabias palabras? ¿Seguiremos sacando a Dios y su Palabra de nuestra sociedad para darle cabida al diablo? ¿Por qué ya no queremos dialogar con Dios, pero sí con el diablo y hasta hacerle fiesta? ¡Nos estamos convirtiendo en una sociedad malvada y pervertida! Nuestro Dios, en el libro del Deuteronomio (8,19-20), nos dice: “Ten por seguro que, si te olvidaras del Señor, tu Dios, y marchando tras dioses extraños, le rindieras culto y te prosternaras ante ellos, te aseguro hoy en su presencia que perecerás irremisiblemente; de la misma manera que las naciones a las que el Señor ha hecho perecer ante su vista: así perecerán por no haber escuchado la voz del Señor, su Dios”; y en 2Crónicas 7,14 leemos: “… si mi pueblo, sobre el que es invocado mi nombre, se humilla, suplica, busca mi rostro y se convierte de su mala conducta, yo perdonaré sus pecados y le restituiré su tierra”; y el papa Francisco nos advirtió: “Con el diablo no se dialoga…porque la hipocresía es el lenguaje del diablo”.  Se aparenta mucho estar acorde con los valores, principios y leyes nacionales; vivimos de esta manera en una sociedad del espectáculo. Y es que, para estos hombres, -padres fundadores de EE.UU.-, una democracia necesita ciudadanos virtuosos.

  No nos quedemos callados. Los cristianos siempre tenemos algo que decir; no somos ciudadanos ni de segunda ni tercera categoría; somos ciudadanos de pleno derecho y nuestras ideas tienen y deben ser escuchadas como las demás; debemos rechazar las falsas neutralidades y reclamar nuestro derecho a ser laicos: nuestro derecho a participar en el debate democrático, en estricto pie de igualdad con los ciudadanos de otras convicciones. No permitamos que nuestra nación ni nuestros símbolos patrios sigan siendo ultrajados por grupos, instituciones y organismos nacionales y extranjeros. No puede haber sociedad civil fuerte sin familias estables, capaces de educar a sus hijos en el respeto a la ley, la responsabilidad y la virtud cívica.

  Termino esta reflexión haciéndome eco de esta Plegaria por la Patria Dominicana:

Señor, líbranos de todo aquello que pueda sernos obstáculo a la unión fraternal con los hijos de un mismo pueblo, de una misma patria, de una misma comunidad universal.

Líbranos de la ambición, de la maledicencia, del orgullo, de la mentira, del odio, de la falsedad, de la hipocresía, de la desconfianza mutua. Que tengamos valor para servirte en la verdad, en la justicia y en la caridad. Que hagamos de la familia una iglesia; de la iglesia una familia; de la Patria un altar y de las autoridades que la gobiernan sacerdotes de la dignidad, de la responsabilidad, de la honradez, de la justicia y de tu santo temor. Danos una Patria cada vez más soberana, más independiente, más libre, más justa. Libre de amos internos y externos. Libre de corrupción, de vicios, de injusticias, de pecado”. Amen.


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