jueves, 30 de enero de 2020

El Voto del Católico


Hace unos días atrás, se originó un debate por las redes sociales a raíz de unas palabras dichas por un pastor evangélico en donde éste invitaba a sus feligreses y a toda persona comprometida con su fe, a no votar por cierta candidata al Senado de la República, esto basado en sus ideas, o programa de propuestas políticas por las cuales legislaría de ser electa con el voto popular; propuestas estas que van en contra de los valores, principios y fundamentos cristianos de nuestra nación. Esto suscitó un fuerte debate en la que se expresaron la misma candidata señalada, otros políticos, comunicadores, y público en general. Y es que siempre se ha cuestionado y hasta señalado a la Iglesia el que se meta u opine en asuntos políticos. Muchas veces se le estruja en la cara a la institución eclesial el que “meta” la mano en un terreno que no le corresponde ya que, la religión no debe mezclarse con la política, -dicen muchos; que los sacerdotes deben de ocuparse del púlpito y no inmiscuirse en el terreno político, etc. Nada más falso que faltar a la verdad. El papa Benedicto XVI dijo: “No puedo sino expresar mi malestar ante la creciente marginación de la religión, y en particular del cristianismo, que está teniendo en naciones que ponen mucho énfasis en la tolerancia. Algunos sostienen que la voz de la religión debe ser silenciada, o al menos relegada al ámbito de lo privado… Y también hay quien arguye, -paradójicamente, con la intención de erradicar la discriminación-, que debe exigirse a los cristianos que ocupan cargos públicos que actúen, en ocasiones, en contra de su conciencia. Estas son muestras de un preocupante fracaso a la hora de reconocer no sólo los derechos de los creyentes a la libertad de conciencia y de religión, sino también el legítimo papel que tiene la religión en los foros públicos”. Los fundadores de Estados Unidos no confundían el Estado con la sociedad civil. No deseaban una vida pública radicalmente secularizada. No tenían la intención de desterrar la religión de los asuntos públicos. Por el contrario, querían garantizar a los ciudadanos la libertad para que viviesen su fe de forma pública y vigorosa, y contribuyesen con sus convicciones religiosas a construir una sociedad justa. Una sociedad donde la fe no puede tener una expresión pública fuerte es una sociedad que ha hecho del Estado un ídolo; y cuando esto sucede, los hombres y las mujeres se convierten en la ofrenda del sacrificio. El cardenal Henri De Lubac dijo: “No es cierto… que el hombre no pueda organizar el mundo sin Dios. Lo que sí es verdad es que, sin Dios, el hombre puede sólo organizarlo contra el hombre. El humanismo exclusivo es un humanismo inhumano”. Desde hace tiempo se viene preconizando la cacareada “laicidad” del Estado dominicano. Pero lo que en realidad se quiere implantar es un ateísmo que entraña una falsa neutralidad. La separación entre Iglesia y Estado no significa la supresión de la religión en la vida pública, ni la marginación política de los creyentes. Si todos somos libres e iguales en derechos, no pueden ser más libres los ateos que los creyentes. Que el Estado no profese ninguna confesión religiosa, no significa que deba profesar la incredulidad.

  Comencemos por lo que nos enseña el evangelio. Jesucristo vino a proclamar al mundo, es decir al hombre, el evangelio, - un mensaje que es una buena noticia de sanación, liberación y salvación. Pero este mensaje de salvación no abarca sólo lo que tiene que ver con la realidad religiosa del hombre, sino que abarca todas y cada una de las demás realidades en las que el hombre desenvuelve su vida. La causa de Jesús contenida en el evangelio es el Reino de Dios. Esta categoría teológica, -como ya lo indica el mismo nombre, abarca todas y cada una de las realidades de éste: abarca lo social, lo cultural, lo económico y lo político. Son varios los pasajes del evangelio que nos muestran a Jesús señalando a los sujetos en cada una de estas realidades para que se dejen impregnar de esa buena noticia y la apliquen en su vida cotidiana, en todas sus realidades de la vida -. Jesús no solamente se dirigió a los sacerdotes de su tiempo para instruirlos y llamarles la atención de sus actuaciones, sino que también se dirigió a los otros grupos de su sociedad con la misma intención: a los grupos religiosos de los fariseos, escribas, levitas, zelotes, etc.; así como a los políticos y también militares. Jesús enfrentó a todos estos grupos por el hecho de que muchas de sus actuaciones no estaban de acuerdo, no eran coherentes a la verdadera enseñanza religiosa que debía impregnar sus vidas; hasta a los pobres el mismo Jesús les llamó la atención o los confrontó por lo mismo.

  Pero todos estos argumentos de querer impedir que la iglesia oriente en el terreno de la política no son más que manipulaciones por parte de sus detractores. No vamos a mencionar ni hablar de los pasajes bíblicos que hay en el AT con respecto a los gobernantes políticos y de cómo tienen éstos que ejercer ese poder. Vamos a quedarnos en el NT, y claro, partiendo del mismo evangelio. Tenemos, por ejemplo, las palabras que Jesús le dirigía a los gobernadores como Herodes y Pilato. Con Herodes se nos dice las actitudes que este asumió con respecto a la llegada del Mesías, del rey de Israel; de su intención de querer matarlo porque se sentía amenazado en su poder por el nuevo rey; del engaño que participó a los reyes de oriente para que averiguaran la ubicación exacta del nacimiento del niño para después ir a adorarlo y de cómo éste reaccionó ante la actitud de los magos de oriente que no cayeron en la trampa porque el ángel del Señor les había avisado en sueños que regresaran por otro camino, y entonces decidió mandar a matar a todos los niños menores de dos años. Otro pasaje evangélico sobre el tetrarca Herodes se refiere al gran respeto que sentía por Juan Bautista, pero después de haberlo encarcelado, lo mandó a decapitar por complacer de la hija de Herodías, esposa de su hermano Filipo; tenemos el pasaje donde Jesús se refiere a Herodes como “zorro” porque algunos fariseos le habían advertido de que éste lo quería matar (Lc 13,31-32). El mismo Herodes después perseguiría a los cristianos (Hc 12,1); también tenemos en el mismo libro de los Hechos, el siguiente pasaje: “Se levantaron los reyes de la tierra, y los príncipes se han coligado contra el Señor y contra su Ungido. Porque verdaderamente se han juntado en esta ciudad contra Jesús su santo siervo, a quien tu ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y los pueblos de Israel” (4,26-27). Con respecto a Pilato, tenemos el diálogo que nos presentan los evangelistas en el momento del juicio, donde éste le dice a Jesús: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder de liberarte y el poder de crucificarte? Y Jesús le respondió: No tendrías sobre mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto; por eso, quien me entregó a ti, tiene mayor pecado” (Jn 19,10-11).



  Ahora bien, cada vez más este tema se convierte en dificultad para los cristianos que tienen que equilibrar o tomar en cuenta a la hora del voto, hacerlo por aquellos candidatos a puestos públicos que estén de acuerdo con sus convicciones de fe o con la moral evangélica-cristiana. Si es verdad que a muchos cristianos esto representa una grave dificultad, también es cierto que hay muchos otros cristianos que no les importa para nada o no les preocupa el ejercer este derecho y deber ciudadano, de acuerdo con sus convicciones de fe. El mensaje de la iglesia en este tema se dirige siempre a la conciencia de los fieles, pero tampoco les puede obligar a punta de pistola, para que lo pongan en práctica; esto queda ya en la conciencia de cada uno. Pero, aun así, la Iglesia no puede ni debe dar su brazo a torcer en lo que a ella le corresponde en orientar y enseñar en base a la doctrina evangélica y eclesial. Un cargo público lo ha de ostentar una persona con vocación.

 En este año, en la RD estamos inmersos en un doble proceso electoral: una primera jornada de votación será para elegir a los legisladores, alcaldes y vicealcaldes, regidores; y una segunda jornada electoral será para elegir al presidente y vicepresidente del país. Es a raíz de estos procesos que he querido tratar el tema y recordar lo que nos enseña nuestra Iglesia Católica al respecto de nuestro deber como ciudadanos. Y es que nosotros los cristianos no somos ciudadanos ni de segunda ni tercera categoría. Somos ciudadanos de pleno derecho como los demás; también tenemos obligaciones como todos los demás. ¡No podemos dejar que nos traten como ciudadanos para unas cosas, y para otras no! No pretendemos mucho menos convertir el país en una iglesia gigante; pero sí queremos aportar a la sociedad en la que hemos nacido, crecido y desarrollamos desde nuestra fe, al bien común.

  Lo primero que debemos de tener en cuenta es que el voto no sólo es un acto civil, sino también es un acto moral. ¿Qué significa esto? Que el acto moral es la opción que tiene consecuencia y, por lo tanto, vamos a ser juzgados por ello. ¿Por qué esto es así? Porque la elección de nuestros representantes políticos implicará para la sociedad, el cambio o la creación de leyes que conducirán a la nación por el camino de la justicia, el orden y el bien común.

  Entonces, ¿Cómo NO debo votar? El voto no debe de ser pasional, ni motivado por vínculos, ni por beneficios personales o colectivos. Ahora, ¿cómo SÍ debo votar? Lo primero que hay tener en cuenta es que el voto de un cristiano católico es racional y en conciencia, es decir, racional es que tengo que pensar, discernir con la cabeza; y en conciencia es que mi voto tiene que estar inspirado, fundamentado en mis principios, valores y convicciones.

  Todo esto está basado, fundamentado en la Doctrina Social de la Iglesia. ¿Qué nos enseña la Iglesia Católica al respecto de este tema? Vamos a empezar por el tema de “Ir eliminando a los candidatos y partidos que no debo votar”. Partimos de la enseñanza de los PRINCIPIOS NO NEGOCIABLES, - ya que implican una gravedad moral grande y no están fundamentados en la fe, pero sí iluminados por ella; están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad -, y son: 1.- los que promueven, propician y defienden el aborto (en este punto el Papa Benedicto XVI dijo: “Le recuerdo a todo aquel que se autonombre católico o que lo sea, cualquier bautizado que quiera seguir en comunión con la Iglesia, con nuestro Señor Jesucristo y vivir en estado de gracia, No puede votar ni apoyar a ningún candidato abortista”); 2.- la eutanasia y manipulación de los embriones, porque todo esto es atentar contra la vida humana; 3.- tampoco que promueva la prostitución y legalización de las uniones homosexuales, (Al respecto de este punto dijo el cardenal Ratzinger, futuro papa Benedicto XVI: “Si todos los fieles católicos están obligados a oponerse al reconocimiento legal de la homosexualidad, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que le es propia. Ante proyectos de ley a favor de las uniones homosexuales, se deben tener en cuenta las siguientes indicaciones éticas: en el caso de que una asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de estas uniones, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad, es un acto gravemente inmoral”); 4.- la pornografía y la legalización de las drogas (estos van en contra de la familia natural, de la salud y del recto uso de la sexualidad); 5.- aquellos que se opongan a la libertad religiosa, que niegue el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones; 6.- el que el candidato le garantizará, al votante, que no utilizará en beneficio propio o partidario los recursos públicos; y por último, 7.- no votar por un candidato o partido que no se comprometa a cuidar la dignidad de la familia natural y que no esté dispuesto a combatir contra las distintas situaciones que atenten con destruir la sociedad, como las drogas y la delincuencia en sus diferentes manifestaciones. La tarea nuestra, como sacerdotes, es anunciar lo que el Magisterio proclama firmemente y a menudo, dejando que los laicos disciernan prudencialmente la mejor manera de implementar estos principios en la vida política ordinaria.

  Por otro lado, entonces, ¿Cuáles son los candidatos y partidos por los que SÍ puedo votar? 1.-por un candidato que de ejemplo de virtudes humanas y cristianas probadas; 2.- que tenga un espíritu de servicio y defienda la dignidad humana; 3.- que tenga cualidades de gobierno justa y eficaz.

  Vistos estos elementos, entonces viene la gran pregunta: ¿Cómo poner en práctica o combinar estos elementos en el discernimiento del voto para un candidato y un partido? Lo primero que nos enseña la Iglesia en este punto es a ejercer la virtud de la prudencia: aquí viene bien recordar una frase emblemática de santo Tomás de Aquino, que dijo: “Que los santos recen por nosotros, que los sabios nos eduquen, que los prudentes nos gobiernen”. El mismo santo Tomás nos describe esta virtud, dice: “La prudencia es aquella virtud que regula el uso y la ocasión de las otras virtudes”.

  Esto anteriormente dicho, nos lleva a pensar en nuestra realidad política nacional. Nos topamos primeramente con la falta de un candidato ideal (el mal menor o voto de protesta); un segundo punto es que nos encontramos la falta de claridad doctrinal (necesidad de conocer cada candidato); un tercer punto es la falta de lealtad a los principios partidarios (especialmente partidos que llevan el nombre de cristianos).

  Concluyendo. Ejercer el voto en esta democracia es complicado. Y es que la democracia en sí misma no es un sistema óptimo. Es un medio para llegar a un fin. Es un tipo de sistema que nos ha de servir para tener algo, y ese algo es la Libertad para desarrollarnos a nosotros mismos y conseguir bienestar. Los cristianos somos ciudadanos del cielo, -la Jerusalén celestial que es nuestra patria definitiva -; pero también tenemos una responsabilidad y compromiso como ciudadanos de nuestra nación. Tenemos que darnos el gobierno y los gobernantes que nos merecemos. No nos escudemos ni justifiquemos en la irresponsabilidad para decidir nuestro futuro como nación. Recordemos las palabras del poeta y escritor estadounidense Walt Whitman: “Los peores gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan”. Y es que el peor enemigo de la libertad es la indiferencia del ciudadano.



Bendiciones.

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