miércoles, 29 de enero de 2020

El Reino de Dios está dentro de ustedes


  La palabra “sabiduría” viene de la palabra latina “sapere” que significa tener conocimiento, tener buen gusto; saborear, sabroso. Pero no es tanto entenderlo al sabor percibido por el sentido del gusto o paladar; es más bien, el buen sabor del conocimiento; deleitarse, saborear, gustar el conocimiento. En este caso, el conocimiento divino, el conocimiento de Dios; deleitarse en el conocer a Dios, en la verdad de Dios revelada en su Hijo Jesucristo que es el camino, la verdad y la vida; y que también nos dijo que busquemos la verdad para que seamos realmente libres (en contraposición a la frase del ex presidente del gobierno español Rodríguez Zapatero “la libertad los hará verdaderos”). En otra ocasión Jesús dijo: “nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”; y a los fariseos les dijo que, si conocieran al Padre, lo conocerían a Él; también en el diálogo con la samaritana, le dijo a ésta: “si conocieras el don de Dios”. Vemos que el mismo Jesús en varias ocasiones hace referencia y nos hace ver la necesidad que tenemos de conocer a Dios y la delicia que este conocimiento provoca en nosotros.

  En el evangelio de san Lucas 17,20-25, en un pequeño diálogo que nos presenta entre Jesús y los fariseos, donde éstos le preguntan sobre la llegada del Reino de Dios, Jesús les responde que el Reino de Dios está dentro de ustedes. Y es que el Reino de Dios no es un Reino tipo humano, es decir, no es el reino de gran ejército, un gran poder político, económico, cultural, social, etc. En el interrogatorio que le dirige Pilato a Jesús, éste le pregunta a cerca de ese Reino, y la respuesta fue: “Mi Reino no es de este mundo. Si fuera de este mundo, mi Padre habría enviado un ejército para defenderme. Pero mi Reino no es de aquí”. Es decir, el Reino de Dios, si no es de tipo humano, entonces es de tipo espiritual; por eso está dentro de nosotros. No como una realidad material, sino como realidad espiritual. De ahí que también nos advirtiera que no nos dejemos engañar si escuchamos que “está aquí o está allá”. El lugar del Reino de Dios es el interior de la persona. El Reino de Dios no viene; ya está desde el principio entre y dentro de nosotros. Pero cuidado, esto no quiere decir tampoco que por ser espiritual no tiene nada que ver con nuestra vida o con nuestra realidad humana. Es todo lo contrario.

  Así entonces, tiene que venir a nuestra mente una primera pregunta: ¿cómo sé o cómo me doy cuenta de que el Reino de Dios está dentro de mí? Aquí volvemos al tema de la sabiduría. En el capítulo 7, 22-30; 8,1 leemos que la sabiduría es un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, lúcido, invulnerable, amante del bien, agudo, libre, bienhechor, amigo del hombre, etc. El creyente que actúa de esta manera, poniendo en práctica estas características del espíritu sabio, pues testimonia el Reino de Dios; y entonces viene la segunda pregunta que tenemos que hacernos: ¿Para qué o por qué está dentro de mí el Reino de Dios? Si Dios lo sembró, -recordemos la parábola del grano de mostaza-, en nuestro corazón es para algo o para que hagamos algo con él, y ese hacer algo es testimoniarlo, vivirlo, hacerlo vida en nuestra vida. Y es que sólo así será creíble. No fue para que lo guardemos, en una actitud egoísta y de indiferencia; ya que, si en nosotros no da fruto, se nos quitará y se le dará a otro que lo ponga a producir de acuerdo a la voluntad de Dios.

  Pero este Reino de Dios, si es verdad que está dentro de nosotros y es para que lo testimoniemos, también es cierto que aún no lo vivimos de manera plena. Es el “ya, pero todavía no”. La plenitud del Reino de Dios la viviremos cuando, -al dejar este mundo-, por los frutos buenos cosechados y el tesoro acumulado en el cielo, estemos gozando de la presencia eterna de Dios; en su compañía eterna. Y es que esto nos tiene que llevar a pensar y saber que la verdadera riqueza nuestra no está en el poseer o tener; la verdadera riqueza nuestra está en el conocimiento. Pero no cualquier conocimiento. Es el conocimiento de Dios. El conocimiento es riqueza. Por eso Jesús mismo dijo: “¿De qué le sirve a uno ganarse el mundo entero, si al final, pierde su alma?”. Gonzalo de Bercea, conocido como el “poeta castellano” dijo: “la ciencia más alabada, es que el hombre bien acabe; porque al final de la jornada, aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”.

  Pues pidámosle a Dios y a su Hijo Jesucristo que sigan derramando su gracia en nuestros corazones para que cada día más podamos profundizar en el conocimiento de su Reino, y que nos ayuden a testimoniarlo en medio de las realidades en las que cada uno desenvuelve su vida; ya que sólo así seremos luz en medio de las tinieblas.



Bendiciones

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