Hace unos días atrás, escribí un artículo
donde manifestaba mi parecer sobre todo esto que se ha dicho y escrito de las
palabras del papa sobre crear una ley de convivencia civil para proteger
a las parejas homosexuales. En ese artículo dejé claro que mi reflexión iba más
encaminada en la parte doctrinal que en lo jurídico, puesto que no soy abogado
y no quería meterme en un terreno que no es de mi dominio. En este artículo, -
que podría ser como una segunda parte del anterior -, quiero abundar más sobre
el particular y hacer más hincapié en la doctrina milenaria del magisterio
eclesial y, sobre todo, compartir algunas de las enseñanzas del papa Francisco
en lo que va de su magisterio pontificio sobre este tema de las uniones homosexuales,
y así juntos descubrir si su magisterio está en continuidad o discontinuidad
con sus antecesores. Aclaro que no voy a citar toda la enseñanza del papa, sino
más bien, citar algunas de ellas que están escritas en algunos de sus
documentos magisteriales.
El primer documento que quiero hacer
referencia es uno que lleva por título Declaración Acerca de Ciertas
Cuestiones de Ética Sexual (CDF/1975. PABLO VI). En este documento se no
dice que “las personas homosexuales deben ser acogidas en la acción pastoral
con comprensión, sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades
personales e inadaptación social. Su culpabilidad debe ser juzgada con
prudencia.. Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son
actos privados de su ordenación necesaria y esencial. En las Sagradas
Escrituras son condenados como graves depravaciones. Pero este juicio de las Sagradas
Escrituras no permite concluir que todos lo que padecen esta anomalía, por esta
causa incurran en culpa personal” (n8). Un segundo documento, también de la
CDF, se titula Carta a los Obispos de la Iglesia Católica Sobre la Atención Pastoral
a las Personas Homosexuales (CDF/1986, san Juan Pablo II). En este
documento leemos: “Las personas homosexuales, como los demás cristianos,
están llamadas a vivir en castidad” (n12). Aquí el problema que tienen
muchos católicos es que asocian la palabra castidad con prohibición; pero la
castidad es un concepto más amplio y profundo que prohibir. Según el Catecismo,
la castidad es una virtud que implica un aprendizaje del dominio de sí (obra
que dura toda la vida), que es una pedagogía de la libertad humana. Abarca todo
el ser de la persona, su ser corporal y espiritual. La castidad es una virtud
moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual
(nn 2337-2345). también dice este documento en el n. 15: “Sólo lo que es
verdadero, puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente
la posición de la Iglesia se impide que los hombres y mujeres homosexuales
reciban aquella atención que necesitan y a la que tienen derecho”. La verdad
es UNA, y esta verdad nos ha sido revelada por Dios-Padre en su Hijo
Jesucristo. Lo que hoy es verdad, mañana no puede ser mentira. Eso sería
relativismo. Por otro lado, el Catecismo de la Iglesia Católica, en sus
numerales 2357-2359 cita estos documentos anteriores y añade algunas ideas más
al respecto.
Ahora vamos a ver lo que nos dice el papa
Francisco en algunos de los documentos de su magisterio, y veamos si está en
continuidad o discontinuidad con el Magisterio de los anteriores pontífices. Citemos
primeramente la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia: “El matrimonio
es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el
sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se refleja en ellos, imprime
en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio
es la imagen del amor de Dios por nosotros” (n121). Leemos aquí que el papa
especifica que el matrimonio es entre un hombre y una mujer; no dice que sea
entre dos personas. también en el n 125 leemos: “El matrimonio es una
amistad que incluye las notas propias de la pasión… Pero esta amistad peculiar entre
un hombre y una mujer adquiere un carácter totalizante que sólo se da en la unión
conyugal”. Una vez más vemos aquí que el papa enfatiza la unión matrimonial
entre un hombre y una mujer. En el apartado sobre “Algunas Situaciones
complejas” que afectan esta institución esponsal, el papa nos dice: “En
el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los padres
sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones de
las personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para
asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales
y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia… Es inaceptable que las
iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos
internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción
de leyes que instituyan el matrimonio entre personas del mismo sexo” (n251).
Por otro lado, tenemos lo que nos dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica
postsinodal sobre la juventud Christus Vivit (Cristo Vive): “Me gusta
pensar que dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la
llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne,
una sola vida” (n260); y en el n 261: “En este contexto, recuerdo que
Dios nos creó sexuados. Él mismo creó la sexualidad, que es un regalo
maravilloso para sus creaturas. Dentro de la vocación al matrimonio hay que
reconocer y agradecer que la sexualidad, el sexo, son un don de Dios… Tienen
dos propósitos: amarse y generar vida… el amor entre un hombre y una mujer, cuando
es apasionado, te lleva a dar la vida para siempre”. Hay que resaltar también
que, cuando el papa hace referencia al ejercicio o práctica de la sexualidad,
lo enmarca siempre en el contexto del matrimonio legítimo y querido por Dios. Y
hay muchas otras enseñanzas más del papa en otros documentos. Pero no queremos
abarcar demasiado.
Por lo que vemos, el papa Francisco sigue en
continuidad con la doctrina milenaria católica y el magisterio eclesial sobre este
tema. El papa es el primer custodio y guardián del depósito de la fe
encomendado por Jesucristo a Su Iglesia (Eclesiam Suam). Ningún Pontífice
tiene la autoridad para cambiar la doctrina del evangelio porque Cristo no se
la dio a nadie, ni siquiera al apóstol Pedro; más bien mandó a los apóstoles y,
en éstos, a sus sucesores a seguir proclamando el mensaje del evangelio tal
cual ellos lo recibieron y enseñarles a las gentes a cumplir todo cuanto Cristo
enseñó. No es el Colegio Episcopal que tiene que interpretar al papa, sino al revés.
La Iglesia tiene sus medios oficiales para proclamar su doctrina, enseñanzas,
directrices. No podemos pensar que todo lo que diga el papa en una entrevista,
es magisterio eclesial. En estos días, los enemigos de la Iglesia, y también
otras comunidades cristianas no católicas, se han estado frotando las manos al
enterarse de estas palabras del papa que, no han sido más que manipuladas y
sacadas de contexto, pero que ninguno de ellos se ha tomado la molestia de
investigar y escudriñar la verdad de estas y su contexto. Una vez más se cumple
aquel dicho popular “un texto, sacado de contexto, se convierte en un
pretexto”. En lo personal, yo no necesito que el papa o el Vaticano emita
un comunicado aclarando esta controversia. Pero tampoco veo mal y, más bien lo
veo oportuno, el que se diera ese comunicado aclaratorio porque ha sido mucho
el daño y el escándalo que se ha hecho y sigue haciendo a muchos católicos incautos
y débiles en su fe. Al enemigo de Cristo, al diablo, no se le puede dar un mínimo
de espacio, porque atacará siempre con virulencia por donde le duele más a
Dios: por sus hijos. Los pastores tenemos la responsabilidad de cuidar al rebaño
del buen pastor que se nos ha sido encomendado.