La Iglesia vive una noche
oscura. Esta atravesando su viernes santo. “Estamos tentados de perder la
confianza. Desde todas partes, las olas del relativismo azotan la barca de la
Iglesia. Los apóstoles tuvieron miedo. Su fe se enfrió. A veces también la Iglesia
parece tambalearse”. (Benedicto XVI).
Los cristianos de hoy, estamos
siendo sometidos a una persecución religiosa más fuerte y cruenta que en los
primeros tiempos del nacimiento de la fe cristiana. Ha sido de gran impacto
para el cristianismo católico, los recientes actos de la quema y saqueo de dos
templos emblemáticos y patrimoniales de la capital chilena estos días, donde en
uno de ellos, la institución policial, - conocida como los carabineros-,
realizaba sus actos religiosos institucionales. Dichos actos han sido
catalogados como “delito de odio” y también como “actos terroristas”.
La pregunta que surge siempre a estas
acciones es: ¿por qué se atacan de esta manera los templos religiosos del
catolicismo? ¿Qué tiene que ver o qué culpa tiene la Iglesia Católica en estas
acciones de reivindicación social, para que se le ataque de esta manera? ¿Fue
coincidencia o fatalidad del destino el que se atacaran y destruyeran estos
templos católicos? Viendo las imágenes y actitudes de los “revoltosos”, puede uno
sacar sus conclusiones, porque su lema era “la iglesia que ilumina, es la
iglesia que arde”.
Bien es sabido el odio y el plan que tienen
en ejecución, desde hace años, décadas... estos grupos de poderosos contra uno
de los pilares del mundo occidental, que es el cristianismo, y sobre todo el
catolicismo. Se ha dicho siempre que los sistemas políticos pueden ofrecerle al
hombre todo lo que necesita para su goce y felicidad. ¿Pero, es esto cierto?
Basta que echemos una mirada a la historia para ver cómo han venido
desarrollándose y qué en realidad han ofrecido estos sistemas o ideologías
políticas como felicidad al hombre; ahí tenemos los fracasos de los mismos: el
comunismo-socialismo en Rusia, Cuba, Corea del Norte, Venezuela y la misma
China que es un sistema capitalista disfrazado de comunismo donde se sabe que
tiene a su población sometida a una especie de esclavitud y dominio casi
absoluto; en donde se sabe que existen granjas de seres humanos. Esto nos lleva
a cuestionarnos si en verdad la felicidad y realización completa del hombre
está sólo en esta vida, en este mundo. No es un secreto que los Estados siempre
han tenido la idea e intención de aspirar a la perfección, aunque saben que
nunca podrán ofrecer una felicidad y una libertad absoluta. Todo lo humano es
imperfecto e incompleto. Por esto mismo, los cristianos debemos de recordar que
nosotros no somos ciudadanos de este mundo, sino de la Jerusalén celestial, que
es nuestra patria definitiva; que estamos en el mundo, pero no somos del mundo;
nuestra esperanza no es de este mundo; que el Reino de Dios no se instalará
definitiva ni completamente en este mundo. Por esto, cuanto más se olvide de
esto la sociedad política, más totalitaria será. Los pueblos de occidente
estamos viviendo, sufriendo y padeciendo una fuerte y profunda crisis de
identidad. Se vislumbra una imagen tétrica de por qué formamos un pueblo.
Benedicto XVI dijo: “Aquello que otorga cohesión y paz a una sociedad es el
derecho”. Por eso, una sociedad que se niega a tener como fundamento el bien
objetivo se transforma en una dictadura del vacío.
San Agustín decía: “Un Estado sin justicia
sería una banda de ladrones”. ¿Y dónde está la justicia que debe ser parte
fundamental de un verdadero Estado de derecho? Donde se excluye a Dios, se introduce
de un modo más o menos flagrante el principio de la banda de ladrones. La
justicia es el fin y, al mismo tiempo, la medida intrínseca de cualquier
política. El papel de la religión consiste en ayudar a purificar e iluminar la
aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Pero
esto, precisamente, es lo que no quieren los enemigos de la religión cristiana
que suceda. Por eso son los ataques constantes para querer borrar de cuajo todo
indicio de cristianismo de nuestros pueblos. Y que más que atacar, saquear y
destruir sus signos religiosos, sus imágenes y su enseñanza moral y
trascendental del mensaje del evangelio. Y es que la verdad es el único escudo
contra la tentación de un poder ilimitado. Pues el panorama que pintan nuestros
tiempos actuales, para nuestra fe cristiana, parece que serán tiempos de
persecución generalizada. No sólo por lo sucedido en Chile en estos días; sino
también por lo que viene sucediendo en los EE. UU., con el movimiento
ideológico del BLM, ANTIFA; por otro lado, está el movimiento feminista radical
FEMEN, con sus acciones blasfemas de sacrilegio a templos católicos en varios
países. Pero también hay que señalar que los medios de comunicación, el cine, y
sobre todo la televisión con sus programas donde atacan los sentimientos
religiosos cristianos y su doctrina. No son más que acciones que están
sembrando el odio. ¿Esto se puede calificar como anticristianismo o
anticatolicismo?
En nuestro país RD, se vienen dando pasos
acelerados contra nuestra identidad, valores, principios y cultura cristiana.
Se vienen implementando, por un lado; y por otro, sometiendo proyectos de leyes
que atentan claramente contra nuestra identidad y soberanía. No es de
extrañarnos que surjan partidos políticos que asuman en su agenda estas medidas
políticas, porque parece ser que, para los mismos, es más importante estar a
tono con los promotores y defensores de estas ideas totalitarias que estar del
lado sus pueblos, de su gente. ¿Pero, a qué precio? ¡Porque gratis no es!
El odio se está sembrando muy
profundo, no ya en el corazón de la persona, sino que se está incubando en el
tuétano de los huesos. Crece como un veneno que mata y destruye lo más bello,
noble y verdadero de todo ser humano: el amor, la verdad y la belleza de
saberse criatura divina e hijo del altísimo.
La resistencia espiritual es el mejor
servicio que podemos y debemos prestar los cristianos a la sociedad política. Decía
el papa Francisco a los franciscanos de Siria: “Los mártires son la verdadera
gloria de la Iglesia”. Y es que no existe nada como el martirio para mostrar la
forma distintiva en que el cristiano participa en la historia de la salvación
de la humanidad. El horizonte de los mártires es el Reino de Dios. Son la
verdadera gloria se la Iglesia y son nuestra esperanza. Su testimonio es una
exhortación para no perdernos en medio de la tempestad. La Iglesia no puede
configurarse a nuestra imagen; más bien, aprendamos a recibir de parte de Dios
lo que él nos quiera conceder; y lo que nos ha concedido es que, el que permanezca
firme hasta el final, ese se salvará.
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