miércoles, 21 de octubre de 2020

La Noche Oscura que atraviesa la Iglesia

 

La Iglesia vive una noche oscura. Esta atravesando su viernes santo. “Estamos tentados de perder la confianza. Desde todas partes, las olas del relativismo azotan la barca de la Iglesia. Los apóstoles tuvieron miedo. Su fe se enfrió. A veces también la Iglesia parece tambalearse”. (Benedicto XVI).

Los cristianos de hoy, estamos siendo sometidos a una persecución religiosa más fuerte y cruenta que en los primeros tiempos del nacimiento de la fe cristiana. Ha sido de gran impacto para el cristianismo católico, los recientes actos de la quema y saqueo de dos templos emblemáticos y patrimoniales de la capital chilena estos días, donde en uno de ellos, la institución policial, - conocida como los carabineros-, realizaba sus actos religiosos institucionales. Dichos actos han sido catalogados como “delito de odio” y también como “actos terroristas”.

  La pregunta que surge siempre a estas acciones es: ¿por qué se atacan de esta manera los templos religiosos del catolicismo? ¿Qué tiene que ver o qué culpa tiene la Iglesia Católica en estas acciones de reivindicación social, para que se le ataque de esta manera? ¿Fue coincidencia o fatalidad del destino el que se atacaran y destruyeran estos templos católicos? Viendo las imágenes y actitudes de los “revoltosos”, puede uno sacar sus conclusiones, porque su lema era “la iglesia que ilumina, es la iglesia que arde”.

  Bien es sabido el odio y el plan que tienen en ejecución, desde hace años, décadas... estos grupos de poderosos contra uno de los pilares del mundo occidental, que es el cristianismo, y sobre todo el catolicismo. Se ha dicho siempre que los sistemas políticos pueden ofrecerle al hombre todo lo que necesita para su goce y felicidad. ¿Pero, es esto cierto? Basta que echemos una mirada a la historia para ver cómo han venido desarrollándose y qué en realidad han ofrecido estos sistemas o ideologías políticas como felicidad al hombre; ahí tenemos los fracasos de los mismos: el comunismo-socialismo en Rusia, Cuba, Corea del Norte, Venezuela y la misma China que es un sistema capitalista disfrazado de comunismo donde se sabe que tiene a su población sometida a una especie de esclavitud y dominio casi absoluto; en donde se sabe que existen granjas de seres humanos. Esto nos lleva a cuestionarnos si en verdad la felicidad y realización completa del hombre está sólo en esta vida, en este mundo. No es un secreto que los Estados siempre han tenido la idea e intención de aspirar a la perfección, aunque saben que nunca podrán ofrecer una felicidad y una libertad absoluta. Todo lo humano es imperfecto e incompleto. Por esto mismo, los cristianos debemos de recordar que nosotros no somos ciudadanos de este mundo, sino de la Jerusalén celestial, que es nuestra patria definitiva; que estamos en el mundo, pero no somos del mundo; nuestra esperanza no es de este mundo; que el Reino de Dios no se instalará definitiva ni completamente en este mundo. Por esto, cuanto más se olvide de esto la sociedad política, más totalitaria será. Los pueblos de occidente estamos viviendo, sufriendo y padeciendo una fuerte y profunda crisis de identidad. Se vislumbra una imagen tétrica de por qué formamos un pueblo. Benedicto XVI dijo: “Aquello que otorga cohesión y paz a una sociedad es el derecho”. Por eso, una sociedad que se niega a tener como fundamento el bien objetivo se transforma en una dictadura del vacío.

  San Agustín decía: “Un Estado sin justicia sería una banda de ladrones”. ¿Y dónde está la justicia que debe ser parte fundamental de un verdadero Estado de derecho? Donde se excluye a Dios, se introduce de un modo más o menos flagrante el principio de la banda de ladrones. La justicia es el fin y, al mismo tiempo, la medida intrínseca de cualquier política. El papel de la religión consiste en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos. Pero esto, precisamente, es lo que no quieren los enemigos de la religión cristiana que suceda. Por eso son los ataques constantes para querer borrar de cuajo todo indicio de cristianismo de nuestros pueblos. Y que más que atacar, saquear y destruir sus signos religiosos, sus imágenes y su enseñanza moral y trascendental del mensaje del evangelio. Y es que la verdad es el único escudo contra la tentación de un poder ilimitado. Pues el panorama que pintan nuestros tiempos actuales, para nuestra fe cristiana, parece que serán tiempos de persecución generalizada. No sólo por lo sucedido en Chile en estos días; sino también por lo que viene sucediendo en los EE. UU., con el movimiento ideológico del BLM, ANTIFA; por otro lado, está el movimiento feminista radical FEMEN, con sus acciones blasfemas de sacrilegio a templos católicos en varios países. Pero también hay que señalar que los medios de comunicación, el cine, y sobre todo la televisión con sus programas donde atacan los sentimientos religiosos cristianos y su doctrina. No son más que acciones que están sembrando el odio. ¿Esto se puede calificar como anticristianismo o anticatolicismo?

  En nuestro país RD, se vienen dando pasos acelerados contra nuestra identidad, valores, principios y cultura cristiana. Se vienen implementando, por un lado; y por otro, sometiendo proyectos de leyes que atentan claramente contra nuestra identidad y soberanía. No es de extrañarnos que surjan partidos políticos que asuman en su agenda estas medidas políticas, porque parece ser que, para los mismos, es más importante estar a tono con los promotores y defensores de estas ideas totalitarias que estar del lado sus pueblos, de su gente. ¿Pero, a qué precio? ¡Porque gratis no es!

El odio se está sembrando muy profundo, no ya en el corazón de la persona, sino que se está incubando en el tuétano de los huesos. Crece como un veneno que mata y destruye lo más bello, noble y verdadero de todo ser humano: el amor, la verdad y la belleza de saberse criatura divina e hijo del altísimo.

  La resistencia espiritual es el mejor servicio que podemos y debemos prestar los cristianos a la sociedad política. Decía el papa Francisco a los franciscanos de Siria: “Los mártires son la verdadera gloria de la Iglesia”. Y es que no existe nada como el martirio para mostrar la forma distintiva en que el cristiano participa en la historia de la salvación de la humanidad. El horizonte de los mártires es el Reino de Dios. Son la verdadera gloria se la Iglesia y son nuestra esperanza. Su testimonio es una exhortación para no perdernos en medio de la tempestad. La Iglesia no puede configurarse a nuestra imagen; más bien, aprendamos a recibir de parte de Dios lo que él nos quiera conceder; y lo que nos ha concedido es que, el que permanezca firme hasta el final, ese se salvará.

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