miércoles, 28 de octubre de 2020

Sigue la controversia sobre las palabras del Papa Francisco

 

  Hace unos días atrás, escribí un artículo donde manifestaba mi parecer sobre todo esto que se ha dicho y escrito de las palabras del papa sobre crear una ley de convivencia civil para proteger a las parejas homosexuales. En ese artículo dejé claro que mi reflexión iba más encaminada en la parte doctrinal que en lo jurídico, puesto que no soy abogado y no quería meterme en un terreno que no es de mi dominio. En este artículo, - que podría ser como una segunda parte del anterior -, quiero abundar más sobre el particular y hacer más hincapié en la doctrina milenaria del magisterio eclesial y, sobre todo, compartir algunas de las enseñanzas del papa Francisco en lo que va de su magisterio pontificio sobre este tema de las uniones homosexuales, y así juntos descubrir si su magisterio está en continuidad o discontinuidad con sus antecesores. Aclaro que no voy a citar toda la enseñanza del papa, sino más bien, citar algunas de ellas que están escritas en algunos de sus documentos magisteriales.

  El primer documento que quiero hacer referencia es uno que lleva por título Declaración Acerca de Ciertas Cuestiones de Ética Sexual (CDF/1975. PABLO VI). En este documento se no dice que “las personas homosexuales deben ser acogidas en la acción pastoral con comprensión, sostenidas en la esperanza de superar sus dificultades personales e inadaptación social. Su culpabilidad debe ser juzgada con prudencia.. Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su ordenación necesaria y esencial. En las Sagradas Escrituras son condenados como graves depravaciones. Pero este juicio de las Sagradas Escrituras no permite concluir que todos lo que padecen esta anomalía, por esta causa incurran en culpa personal” (n8). Un segundo documento, también de la CDF, se titula Carta a los Obispos de la Iglesia Católica Sobre la Atención Pastoral a las Personas Homosexuales (CDF/1986, san Juan Pablo II). En este documento leemos: “Las personas homosexuales, como los demás cristianos, están llamadas a vivir en castidad” (n12). Aquí el problema que tienen muchos católicos es que asocian la palabra castidad con prohibición; pero la castidad es un concepto más amplio y profundo que prohibir. Según el Catecismo, la castidad es una virtud que implica un aprendizaje del dominio de sí (obra que dura toda la vida), que es una pedagogía de la libertad humana. Abarca todo el ser de la persona, su ser corporal y espiritual. La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual (nn 2337-2345). también dice este documento en el n. 15: “Sólo lo que es verdadero, puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia se impide que los hombres y mujeres homosexuales reciban aquella atención que necesitan y a la que tienen derecho”. La verdad es UNA, y esta verdad nos ha sido revelada por Dios-Padre en su Hijo Jesucristo. Lo que hoy es verdad, mañana no puede ser mentira. Eso sería relativismo. Por otro lado, el Catecismo de la Iglesia Católica, en sus numerales 2357-2359 cita estos documentos anteriores y añade algunas ideas más al respecto.

  Ahora vamos a ver lo que nos dice el papa Francisco en algunos de los documentos de su magisterio, y veamos si está en continuidad o discontinuidad con el Magisterio de los anteriores pontífices. Citemos primeramente la Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia: “El matrimonio es un signo precioso, porque cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se refleja en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros” (n121). Leemos aquí que el papa especifica que el matrimonio es entre un hombre y una mujer; no dice que sea entre dos personas. también en el n 125 leemos: “El matrimonio es una amistad que incluye las notas propias de la pasión… Pero esta amistad peculiar entre un hombre y una mujer adquiere un carácter totalizante que sólo se da en la unión conyugal”. Una vez más vemos aquí que el papa enfatiza la unión matrimonial entre un hombre y una mujer. En el apartado sobre “Algunas Situaciones complejas” que afectan esta institución esponsal, el papa nos dice: “En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones de las personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia… Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el matrimonio entre personas del mismo sexo” (n251). Por otro lado, tenemos lo que nos dice el papa Francisco en la Exhortación Apostólica postsinodal sobre la juventud Christus Vivit (Cristo Vive): “Me gusta pensar que dos cristianos que se casan han reconocido en su historia de amor la llamada del Señor, la vocación a formar de dos, hombre y mujer, una sola carne, una sola vida” (n260); y en el n 261: “En este contexto, recuerdo que Dios nos creó sexuados. Él mismo creó la sexualidad, que es un regalo maravilloso para sus creaturas. Dentro de la vocación al matrimonio hay que reconocer y agradecer que la sexualidad, el sexo, son un don de Dios… Tienen dos propósitos: amarse y generar vida… el amor entre un hombre y una mujer, cuando es apasionado, te lleva a dar la vida para siempre”. Hay que resaltar también que, cuando el papa hace referencia al ejercicio o práctica de la sexualidad, lo enmarca siempre en el contexto del matrimonio legítimo y querido por Dios. Y hay muchas otras enseñanzas más del papa en otros documentos. Pero no queremos abarcar demasiado.

  Por lo que vemos, el papa Francisco sigue en continuidad con la doctrina milenaria católica y el magisterio eclesial sobre este tema. El papa es el primer custodio y guardián del depósito de la fe encomendado por Jesucristo a Su Iglesia (Eclesiam Suam). Ningún Pontífice tiene la autoridad para cambiar la doctrina del evangelio porque Cristo no se la dio a nadie, ni siquiera al apóstol Pedro; más bien mandó a los apóstoles y, en éstos, a sus sucesores a seguir proclamando el mensaje del evangelio tal cual ellos lo recibieron y enseñarles a las gentes a cumplir todo cuanto Cristo enseñó. No es el Colegio Episcopal que tiene que interpretar al papa, sino al revés. La Iglesia tiene sus medios oficiales para proclamar su doctrina, enseñanzas, directrices. No podemos pensar que todo lo que diga el papa en una entrevista, es magisterio eclesial. En estos días, los enemigos de la Iglesia, y también otras comunidades cristianas no católicas, se han estado frotando las manos al enterarse de estas palabras del papa que, no han sido más que manipuladas y sacadas de contexto, pero que ninguno de ellos se ha tomado la molestia de investigar y escudriñar la verdad de estas y su contexto. Una vez más se cumple aquel dicho popular “un texto, sacado de contexto, se convierte en un pretexto”. En lo personal, yo no necesito que el papa o el Vaticano emita un comunicado aclarando esta controversia. Pero tampoco veo mal y, más bien lo veo oportuno, el que se diera ese comunicado aclaratorio porque ha sido mucho el daño y el escándalo que se ha hecho y sigue haciendo a muchos católicos incautos y débiles en su fe. Al enemigo de Cristo, al diablo, no se le puede dar un mínimo de espacio, porque atacará siempre con virulencia por donde le duele más a Dios: por sus hijos. Los pastores tenemos la responsabilidad de cuidar al rebaño del buen pastor que se nos ha sido encomendado.

 

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