martes, 21 de septiembre de 2021

La masonería está empeñada en eliminar la Cruz de Cristo (1ª. Parte)

 

  Así es. Cristo ya había dicho que el que no toma su cruz para seguirle, no es digno de él. Pues esto lo tiene muy claro la masonería y sus adeptos. La orientación que va tomando nuestra cultura moderna, nos comprueba que sigue el camino del hedonismo, la vida fácil y un cierto empeño por eliminar la cruz de Cristo. Una civilización actual tambaleante por el deterioro gravísimo de sus cimientos. Y es que una sociedad que no conoce pierde su medida; cuando Dios muere en una sociedad es el fin de la libertad, porque muere el propósito de la orientación, desapareciendo la brújula que enseña a distinguir el bien del mal. G.K. Chesterton dijo: “Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa”.

  Es mucho lo que se ha escrito sobre este grupo oscuro o secta satánica, diabólica y luciferina. Es una fuerza contrapuesta y antagónica al cristianismo.  Parece que el plan de este grupo es liquidar al cristianismo y los mandamientos que le dejó Dios. Esta lucha del cristianismo contra la masonería, la Iglesia Católica la ha tomado muy en serio, sobre todo hace unos siglos atrás, con el magisterio de algunos pontífices, como León XIII, con su encíclica Humanum Genus, de 1884; Clemente XII, Benedicto XIV, Pío VII, León XII; Pío VIII, que dijo: “La masonería es una secta satánica, que tiene al demonio como su dios. Y su esencia consiste en la perversión, en la subversión del orden divino y de la creación y en la transgresión de las leyes dadas por Dios”; también Gregorio XVI y Pío IX, el Código de Derecho Canónico, etc. Siglo y medio de condena de esta secta oscura: su único objetivo siempre ha sido la lucha contra la Iglesia Católica, contra todo lo que representa y custodia. Ya la misma Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó la Declaración Quaessitum est, de noviembre de 1983, cuando aún era prefecto de ésta el cardenal Joseph Ratzinger (futuro papa Benedicto XVI), - y bajo el pontificado de san Juan Pablo II -, donde advirtió que “Los fieles católicos que se inscriban en asociaciones masónicas están en pecado grave y no pueden recibir la santa comunión”. Y esta condena sigue vigente hasta el día de hoy.

  Es de resaltar que estas condenas pontificias de la masonería no tienen nada que ver con asuntos políticos; más bien son condenas que están muy bien fundamentadas con argumentos teológicos y filosóficos. Pero hay que señalar que en algunas ocasiones es la misma institución religiosa católica, en la persona de su alta jerarquía, como es el caso del presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi que, en 2016 publicó un artículo a favor del diálogo entre la Iglesia Católica y la masonería: “Tenemos los católicos en común con los masones, entre otras cosas, el ser creyentes”, dijo el cardenal en esa ocasión.  Aquí recuerdo las palabras del papa Francisco advirtiéndonos de que “con el diablo no se dialoga”. Este mismo cardenal presentaba como justificación para este diálogo el que, entre ambas, - Iglesia Católica y masonería -, existen puntos de unión. Pareciera que este cardenal habría leído al autor masón Alvin Reuben Montañez Schilansky, su libro “Albert Pike. El Padre de la Masonería”, donde escribe lo siguiente: “Albert Pike era un profundo teólogo. Escribió: Dios es uno, inmutable, inalterable, infinitamente justo y bueno; su luz superará finalmente toda oscuridad, el bien finalmente vencerá el mal, y la verdad será vencedora sobre el error… para todo masón hay un Dios -supremo, infinito en bondad, en sabiduría, en previsión, en justicia y benevolencia. Creador y conservador de todas las cosas... Albert Pike tenía una confianza inquebrantable en la bondad de Dios y una fe inquebrantable en la inmortalidad del alma”.  Pero cuidado, porque las creencias de los masones postulan que existe un conocimiento salvífico que te lleva a la perfección absoluta. Y que te convierte en un ser autónomo, en un ser privilegiado que no necesita de ningún salvador. Para ellos su máxima deidad es el gran arquitecto del universo que no es el Dios de la revelación y del evangelio. Y es que en ninguna parte de las Constituciones de Anderson se menciona a Cristo. Su dios es Baphomet, - el dios luciferino -, es el portador de luz.

  Los adeptos de esta secta luciferina siempre han querido infiltrar a la Iglesia Católica desde los seminarios ya que ésta ha sido y sigue siendo una especie de dique de contención para que los postulados de la masonería no lleguen a imponerse ni dominar el mundo con sus garras asesinas. Existe una lista de 1976, publicada por el periodista italiano Mino Pecorelli -, quien fuera asesinado en el 1979 de forma misteriosa -, que contiene los nombres de aproximadamente 124 obispos cardenales y sacerdotes italianos iniciados en la logia P2, con nombre, seudónimo y fecha de ingreso (a esta lista se puede acceder en internet).  Hay que recordar que, con la ruptura provocada por Martín Lutero y la Reforma Protestante, donde sostenía que solamente la “sola escritura” era digna de veneración, pues todo lo demás del depósito sagrado de la Iglesia era rechazable: desde la tradición hasta la obra de los santos padres y doctores; desde las declaraciones dogmáticas hasta el magisterio, sobre todo el primado de Pedro; pues la masonería hace su propuesta de creencias con el deísmo, sincretismo, panteísmo y gnosis. Esto es lo que podríamos llamar una religión a la carta, - pero en apariencia -, para quien se aproxime a ella por primera vez. Este grupo esotérico, oscuro, luciferino, es un grupo en extremo exigente e intolerante: amordaza al adversario afectando respetarle mientras se le exige el máximo respeto. ¿Le suena a alguien el término “corrección política o, lo políticamente correcto”?

  Este diálogo que el cardenal Ravasi ya había propuesto hace unos años atrás, ha traído sus consecuencias en lo referente a la doctrina católica. Vemos cómo en la actualidad muchas o algunas de las enseñanzas doctrinales del catolicismo han venido suavizándose hasta llegar al punto de hacerlas desaparecer. Pensemos en el ejemplo de lo que está sucediendo con la Iglesia Católica en Alemania y su camino sinodal; así como otros países de Europa, Canadá, Estados Unidos de América, Argentina, Colombia, Brasil.., donde son los obispos (con algunas excepciones), los que están encabezando este desafío a la Santa Sede y la doctrina milenaria católica; y lo sucedido con el pasado Sínodo de la Amazonía y su ritual pagano llevado a cabo en la ciudad del Vaticano a la diosa de la Pachamama (la madre tierra).

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