miércoles, 22 de septiembre de 2021

La masonería está empeñada en eliminar la Cruz de Cristo (y 2ª. Parte)

 

La masonería no es una persona. Es más bien un grupo de personas, - de poderosos económicamente hablando -, dueños de la banca mundial, grandes cadenas y medios de comunicación, las llamadas Big Tech y Big farma; foros mundiales, como el de Davos; Club Bilderberg, Organismos Mundiales como la ONU, que ha dicho: “Las iglesias cristianas deben unirse a la burocracia internacional para defender los nuevos derechos humanos, la interrupción de la vida, la ideología de género y que no hacerlo es odio contra el progreso”; sumémosle a estas palabras de la ONU, aquellas otras palabras nefastas de la señora Hillary Clinton, cuando dijo: “Los códigos profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Dicho en otras palabras, lo que estaba proponiendo esta señora y sus amos, era que ellos se iban a encargar de decidir qué es lo que tenemos que creer y cómo tenemos que creerlo; tenemos también la OEA y sus organizaciones satélites; el Council on Foreign Relations (CFR), la Comisión Trilateral, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, las familias Rockefeller y Rothschild, los magnates George Soros y la Fundación de Bill y Melinda Gates, Fundación Ford, y un largo etcétera. Este grupo comanda una lucha, no contra Dios directamente ya que su Hijo Jesucristo venció al demonio; es una lucha más bien contra la misma humanidad; seres humanos tratando de destruir al mismo ser humano para quedarse con todo, por su afán desmedido de poder y dominio. ¿No es esto contradictorio? Crean el caos y el problema, para después venir a proponer el orden y la solución. ¿Algún parecido o coincidencia con la situación actual de esta crisis sanitaria mundial del virus del covid19? Y ya se viene hablando y denunciando la próxima gran crisis mundial, anunciada por los “amos del mundo” del Foro de Davos, que ya está calificada como “ciberpandemia”, y advierten que ésta será tan fatal para la humanidad, que la crisis del covid19 será algo insignificante; y el presidente de la firma Microsoft acaba de anunciar que en aproximadamente tres años más lo que muestra la novela de George Orwell, “1984”, podría ser una realidad en el 2024. Sumémosle a todo esto lo ya anunciado también por el dueño de Facebook, el señor Mark Zuckerberg, de “conectarse con Dios on line”, que no es más que un macabro plan global para borrar del mapa las religiones occidentales, induciendo a los miembros de estas a que abandonen sus creencias y lugares de culto para inducirlos a que se relacionen con Dios sin necesidad de ir a los templos mediante su plataforma digital de red social. ¡Bienvenidos a la nueva dictadura totalitaria mundial de la llamada inteligencia artificial!

  Las Constituciones de Anderson, que son una especie de “biblia masónica”, y contiene las obligaciones fundamentales del masón, se lee: “Además prometo solemnemente que no escribiré estos secretos, ni los dictaré, esculpiré, marcaré o dibujaré de ningún modo. Tampoco incitaré a otros a hacerlo ni toleraré que otros lo hagan, si está en mis manos evitarlo, sobre cualquier cosa móvil o inamovible bajo la bóveda del cielo, donde quiera que una letra, carácter o dibujo o la más mínima traza de letra, carácter o dibujo se pueda leer o comprender… para que nuestras artes secretas y misterios ocultos no sean inadecuadamente conocidos por culpa de mi imprudencia. Juro solemnemente observar todos estos puntos sin subterfugio, equívoco o restricción mental alguna bajo una pena no menor -si violase algunos de ellos-, que mi cabeza sea cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la línea de la marea baja, o a la distancia de un cable desde la playa, donde la marea regularmente fluye y refluye dos veces en 24 horas”. Por otro lado, tenemos el testimonio del masón arrepentido y converso al catolicismo, Serge Abad-Gallardo, en su libro “Por qué dejé de ser Masón”, la siguiente fórmula de juramento, practicada actualmente en su logia: “Yo, hermano o hermana, juro y prometo solemnemente, en presencia de esta respetable asamblea, no revelar jamás a ningún profano ni tampoco a ningún aprendiz los secretos correspondientes al grado de compañero. Juro estudiar y practicar las enseñanzas que acaban de serme dadas y renuevo mi promesa de amar a mis hermanas y hermanos y de socorrerles en la necesidad”. Las Constituciones de Anderson están impregnadas de la peor de todas las herejías; la más perversa.

  En definitiva, lo cierto es que estamos atravesando un camino difícil en la actualidad. ¡Nuestro valle de lágrimas! Gran parte de la humanidad ha perdido la brújula del sentido de la vida y de la existencia. Se sigue abogando, promoviendo y defendiendo la destrucción, eliminación del ser humano por diferentes medios: aborto, ideología de género, eutanasia, comunismo, marxismo propagado por los políticos masones. Se quiere amordazar a la Iglesia para que así su predicación desaparezca. La Iglesia está amenazada de volver a las catacumbas. El pensador y escritor católico G. K. Chesterton, lanzó su predicción de que se venía una batalla total para defender las obvias verdades del cristianismo, porque iba a ser criminalizado, señaló que “hay quienes odian al cristianismo, y hay quienes llaman a su odio un amor porque abarca a todas las religiones”. Aun así, con este panorama nada halagüeño, debemos de permanecer en pie, con la cabeza en alto porque se acerca nuestra liberación; y la Madre de Dios, madre nuestra, intervendrá de manera prodigiosa, sobre los destinos del mundo y la humanidad, gracias a sus elegidos, aplastando la cabeza del dragón rojo. Cristo venció al diablo, al príncipe de este mundo. Su triunfo es también nuestro triunfo, si permanecemos en él.

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