La masonería no es una persona. Es más bien un
grupo de personas, - de poderosos económicamente hablando -, dueños de la banca
mundial, grandes cadenas y medios de comunicación, las llamadas Big Tech y Big
farma; foros mundiales, como el de Davos; Club Bilderberg, Organismos Mundiales
como la ONU, que ha dicho: “Las iglesias cristianas deben unirse a la
burocracia internacional para defender los nuevos derechos humanos, la
interrupción de la vida, la ideología de género y que no hacerlo es odio contra
el progreso”; sumémosle a estas palabras de la ONU, aquellas otras palabras
nefastas de la señora Hillary Clinton, cuando dijo: “Los códigos
profundamente enraizados, las creencias religiosas y las fobias estructurales
han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para
redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Dicho en otras palabras, lo
que estaba proponiendo esta señora y sus amos, era que ellos se iban a encargar
de decidir qué es lo que tenemos que creer y cómo tenemos que creerlo; tenemos
también la OEA y sus organizaciones satélites; el Council on Foreign Relations
(CFR), la Comisión Trilateral, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial,
las familias Rockefeller y Rothschild, los magnates George Soros y la Fundación
de Bill y Melinda Gates, Fundación Ford, y un largo etcétera. Este grupo
comanda una lucha, no contra Dios directamente ya que su Hijo Jesucristo venció
al demonio; es una lucha más bien contra la misma humanidad; seres humanos
tratando de destruir al mismo ser humano para quedarse con todo, por su afán
desmedido de poder y dominio. ¿No es esto contradictorio? Crean el caos y el
problema, para después venir a proponer el orden y la solución. ¿Algún parecido
o coincidencia con la situación actual de esta crisis sanitaria mundial del
virus del covid19? Y ya se viene hablando y denunciando la próxima gran crisis
mundial, anunciada por los “amos del mundo” del Foro de Davos, que ya está
calificada como “ciberpandemia”, y advierten que ésta será tan fatal
para la humanidad, que la crisis del covid19 será algo insignificante; y el
presidente de la firma Microsoft acaba de anunciar que en aproximadamente tres
años más lo que muestra la novela de George Orwell, “1984”, podría ser una
realidad en el 2024. Sumémosle a todo esto lo ya anunciado también por el dueño
de Facebook, el señor Mark Zuckerberg, de “conectarse con Dios on line”,
que no es más que un macabro plan global para borrar del mapa las religiones
occidentales, induciendo a los miembros de estas a que abandonen sus creencias
y lugares de culto para inducirlos a que se relacionen con Dios sin necesidad
de ir a los templos mediante su plataforma digital de red social. ¡Bienvenidos
a la nueva dictadura totalitaria mundial de la llamada inteligencia artificial!
Las
Constituciones de Anderson, que son una especie de “biblia masónica”, y
contiene las obligaciones fundamentales del masón, se lee: “Además prometo
solemnemente que no escribiré estos secretos, ni los dictaré, esculpiré,
marcaré o dibujaré de ningún modo. Tampoco incitaré a otros a hacerlo ni
toleraré que otros lo hagan, si está en mis manos evitarlo, sobre cualquier
cosa móvil o inamovible bajo la bóveda del cielo, donde quiera que una letra,
carácter o dibujo o la más mínima traza de letra, carácter o dibujo se pueda
leer o comprender… para que nuestras artes secretas y misterios ocultos no sean
inadecuadamente conocidos por culpa de mi imprudencia. Juro solemnemente
observar todos estos puntos sin subterfugio, equívoco o restricción mental
alguna bajo una pena no menor -si violase algunos de ellos-, que mi cabeza sea
cortada, mi lengua arrancada de raíz y enterrada en la arena del mar sobre la
línea de la marea baja, o a la distancia de un cable desde la playa, donde la
marea regularmente fluye y refluye dos veces en 24 horas”. Por otro lado,
tenemos el testimonio del masón arrepentido y converso al catolicismo, Serge
Abad-Gallardo, en su libro “Por qué dejé de ser Masón”, la siguiente
fórmula de juramento, practicada actualmente en su logia: “Yo, hermano o
hermana, juro y prometo solemnemente, en presencia de esta respetable asamblea,
no revelar jamás a ningún profano ni tampoco a ningún aprendiz los secretos
correspondientes al grado de compañero. Juro estudiar y practicar las
enseñanzas que acaban de serme dadas y renuevo mi promesa de amar a mis
hermanas y hermanos y de socorrerles en la necesidad”. Las Constituciones
de Anderson están impregnadas de la peor de todas las herejías; la más
perversa.
En
definitiva, lo cierto es que estamos atravesando un camino difícil en la
actualidad. ¡Nuestro valle de lágrimas! Gran parte de la humanidad ha perdido
la brújula del sentido de la vida y de la existencia. Se sigue abogando,
promoviendo y defendiendo la destrucción, eliminación del ser humano por
diferentes medios: aborto, ideología de género, eutanasia, comunismo, marxismo
propagado por los políticos masones. Se quiere amordazar a la Iglesia para que
así su predicación desaparezca. La Iglesia está amenazada de volver a las
catacumbas. El pensador y escritor católico G. K. Chesterton, lanzó su
predicción de que se venía una batalla total para defender las obvias verdades
del cristianismo, porque iba a ser criminalizado, señaló que “hay quienes
odian al cristianismo, y hay quienes llaman a su odio un amor porque abarca a
todas las religiones”. Aun así, con este panorama nada halagüeño, debemos
de permanecer en pie, con la cabeza en alto porque se acerca nuestra
liberación; y la Madre de Dios, madre nuestra, intervendrá de manera
prodigiosa, sobre los destinos del mundo y la humanidad, gracias a sus
elegidos, aplastando la cabeza del dragón rojo. Cristo venció al diablo, al
príncipe de este mundo. Su triunfo es también nuestro triunfo, si permanecemos
en él.
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