miércoles, 22 de noviembre de 2023

La naturaleza nos golpea nuevamente. Una reflexión.

 

Quiero iniciar esta reflexión citando dos dichos populares que rezan: “La naturaleza tarda en cobrar. Pero, cuando cobra, cobra muy caro”; y, “Dios perdona siempre; el hombre a veces; la naturaleza nunca”. Cualquiera de los dos dichos populares es válido para el cometido de esta reflexión. Aclaro que, no pretendo ni es mi intención hacer un análisis exhaustivo de la situación vivida, como tampoco pretender que, el que lea esta reflexión tenga que estar de acuerdo con lo expresado. Por eso, puede y debe ser enriquecida con otras aportaciones e ideas.

  En estos días pasados hemos experimentado una vez más los embates de la naturaleza con el fenómeno atmosférico de una tormenta o vaguada. En lo personal, yo no recuerdo en los años que tengo de vida, un fenómeno atmosférico como el de este fin de semana pasado que tanto estrago haya provocado a nuestro país. La magnitud de las inundaciones vistas a través de los medios de comunicación y, sobre todo, en las redes sociales, dejaron a toda la sociedad sumida en una situación de un asombroso dolor ante la experiencia vivida en todo el territorio nacional.

  Los organismos del estado, principalmente el que está encargado de la vigilancia y seguimiento de estos fenómenos atmosféricos, en colaboración con otros del extranjero, principalmente el centro de huracanes de los Estados Unidos de Norteamérica, venían dándole seguimiento al fenómeno y se venían haciendo publicaciones en los medios y las redes sociales que alertaban y advertía de cómo se estaba presentando esta vaguada. Se decía que presentaba una trayectoria inusual en comparación a otros fenómenos atmosféricos.

  Recuerdo haber escuchado en los medios a algunos expertos comunicadores en materia atmosférica, llamar a atención de las posibles consecuencias en cuanto a las lluvias que podría provocar en nuestro territorio su amplio campo nuboso, pero no a la posible cantidad de lluvia que traería el mismo. No sé si eso se podría medir antes de que llegara a tocar el territorio. Pues la vaguada llegó a tierra, a nuestra tierra.

  Cabe recordar que el año pasado, justamente hace un año y catorce días, tuvimos la amarga y dolorosa experiencia de vivir una tragedia parecida, pero con el detalle que no fue en todo el país, sino en una porción, específicamente en lo que se conoce como el gran Santo Domingo. Hubo grandes pérdidas materiales; pero sobre todo tuvimos algunas pérdidas de vidas humanas muy trágicas y que impactaron en el consciente humano de nuestra sociedad. Este trágico hecho provocó en su momento, los comentarios negativos, señalamientos, tanto a las autoridades como a la población civil, como consecuencia de quisa la dejadez e irresponsabilidad de las partes.

  Pero, volvamos al tema que nos prima. Llegó la vaguada. Unas torrenciales caídas de lluvia fuertes y por un largo período de tiempo. Siempre, para cuando se anuncian estos tipos de fenómenos atmosféricos, la población tiende a asegurarse sobre todo en cuanto a la compra de alimentos y otras cosas de emergencia, como una manera de precaución. Las actividades normales se vieron casi en su totalidad suspendidas; aunque, como siempre, hay una gran cantidad de personas que son indiferentes y hasta se cae en la irresponsabilidad al no tomar en cuenta el peligro que estos fenómenos atmosféricos pueden ocasionar. Es como que, muchos desafían a la naturaleza y esto trae sus consecuencias.

  Las inundaciones no se hicieron esperar. Pero, fueron inundaciones fuera de lo que uno está acostumbrado a ver y vivir. El agua, lo sabemos, por donde encuentra una brecha para filtrarse, pues por ahí se va y no hay forma de detenerla, por lo menos en el momento. Por ejemplo ¿cuántas veces no se ha señalado o dicho que, en el caso del cauce de un río, por más que se desvíe, éste algún día volverá a él? Sabemos que, una de las imprudencias y desafíos que practica gran parte de la población es el de asentarse a orillas de ríos, arroyos y cañadas, pensando a lo mejor que nunca sucederá una desgracia. Pero la experiencia nos dice lo contrario. ¡Y seguimos sin aprender!

  Para esta ocasión, entre la tragedia general que vivimos, ha pesado con gran dolor la caída de una parte del muro de uno de los túneles de una de las avenidas principales de la ciudad, como lo es la 27 de febrero y el que ese derrumbe haya cobrado la vida de varias personas. Es lamentable que, siempre en estos casos trágicos, haya grupos que saquen un cierto tipo de provecho, sea económico y mediático, pero, sobre todo, provecho político. Es aprovecharse o lucrar con la tragedia humana. Como siempre sucede en nuestra sociedad dominicana ante estos casos trágicos, siempre salen a relucir los “expertos” en dicha materia, a pesar de que no saben ni lo fundamental ni tienen ningún estudio o preparación en ese terreno. Es como dice el dicho “el dominicano opina de todo y en todo, aunque no tenga el más mínimo conocimiento”. Sólo para recordar: me viene a la mente aquel fatídico accidente aéreo ocurrido en el malecón hace unos años, donde un avión de la Fuerza Aérea Dominicana, que participaba en la exhibición se estrelló en el mar caribe muriendo en el impacto sus dos pilotos. Hubo comentarios de todo tipo, en donde muchos “expertos” expresaron su opinión o parecer con el hecho trágico, sin esperar los resultados del organismo investigador. Casi todos nos volvimos expertos en aviación.

  En esta tragedia del derrumbe de la pared del túnel en cuestión, se ha señalado la culpabilidad de las autoridades, donde se le indica el no asumir con seriedad y veracidad el mantenimiento de dicha construcción; que cuando le han dado mantenimiento, qué tipo de mantenimiento ha sido. Se ha señalado la complicidad en el mal manejo de los recursos que se han destinado para ese trabajo, etc. Es el discurso de los “dimes y diretes”; de echarse la bolita uno al otro; de que la culpa no es mía, sino del anterior, etc. ¿La culpa es solamente de uno o de un solo lado? No creo. La culpa hay que repartirla entre los que están y los que estuvieron.

  Pero, resulta que estamos inmersos en la campaña electoral hacia el mes de mayo del próximo año. Y hay que atacar y también defenderse, porque nadie se va a permitir un resbalón que le cueste así por así, el llegar, unos a obtener el poder y otros a perderlo. Ese es el tema de ahora. Por unos días se han olvidado otros temas fundamentales que aquejan nuestra sociedad dominicana, como lo sigue siendo la aprobación del código procesal penal, la conformación de los próximos miembros del Tribunal Constitucional, el auge de la delincuencia, la precariedad del sistema de salud y educación, la crisis en la frontera, que cada día está más oscura y confusa, etc. ¡Temas de nunca acabar!

  Pero en esta tragedia tampoco podemos exculpar a la sociedad civil. Este fenómeno atmosférico ha dejado al descubierto una vez más lo que sabemos desde hace tiempo: la falta de educación, inconciencia e insensibilidad de la población que, de manera irresponsable también colabora con sus inconductas a que la precariedad e ineficiencia de los servicios básicos no funcionen. Y me refiero al tema de la basura. Hemos visto una vez más el gran cúmulo de basura que han arrastrado las lluvias y cómo se acumularon en los ríos y cañadas, y eso da pena y vergüenza. Todos, de alguna manera, hemos contribuido con nuestra inconducta, indiferencia e inconciencia a esta tragedia de la naturaleza. Y no se diga de los teteos en algunos barrios, - que lo han convertido en una costumbre mal sana -, síntoma de la decadencia moral y social en la que está inmersa nuestra sociedad, una sociedad indolente ante el dolor del otro.

  Ya está bueno de señalar al otro o a los otros como si fueran ellos solamente los únicos culpables de nuestras desgracias sociales. Siempre buscando una justificación para no buscar verdaderas soluciones a los problemas sociales. Todos tenemos que hacer con sinceridad una introspección para descubrir y tomar conciencia de hasta dónde cada uno ha contribuido a estos males sociales. Cada uno debe asumir su cuota de responsabilidad y ver qué es lo que le corresponde hacer para ayudar a buscarle soluciones a los mismos. En palabras dichas por Jesús en el evangelio: “Antes de ver la paja en el ojo ajeno, sácate primero la viga que traes en el tuyo”.

  Es mucho el dinero, muchos los millones de dólares que se han tomado prestados disque para invertirlos en la solución a los grandes problemas sociales, pero siempre nos preguntamos ¿dónde está ese dinero?  ¿En qué lo han invertido? O ¿En qué lo están invirtiendo? Ahora se han despachado con la perla de que estas torrenciales aguas son causa del “cambio climático” y que, por lo tanto, es poco lo que, como autoridad, se pueda hacer. Pero ¡por Dios! ¿nos creen idiotas o estúpidos? Ya han empezado con la narrativa y manipulación de la calentología. Han empezado con su programación mental para achacarle a esta farsa climática muchos de los problemas que nos aquejan. La sociedad necesita de sus autoridades acciones concretas en búsqueda de soluciones a sus problemas, ya que para eso fueron elegidas.

  Seamos serios, actuemos con responsabilidad y asumamos las consecuencias de nuestras acciones. Hasta que no suceda en nosotros un verdadero cambio interior en nuestro corazón y conciencia, no saldremos de la mediocridad en la que estamos, mostrándole al mundo una realidad que no es verdad.

  Termino esta reflexión citando unas palabras del rey Salomón: “Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; más donde hay humildad, habrá sabiduría”. Seamos humildes para reconocer nuestros fallos y errores, y hagamos lo posible por remediarlos en vez de estar señalando siempre, para justificarnos, los errores de los demás. No somos dioses. No desafiemos a la naturaleza. Aprendamos a insertarnos en ella para vivir en armonía.

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