viernes, 12 de enero de 2024

Con el diablo no se dialoga (y 2)

 

Viene entonces el turno de la maldición, que la podemos dividir en tres partes, según la aparición de los actores: la serpiente, la mujer y el varón. A través de ella se explica la existencia de ciertos aspectos del mal en el mundo. Con respecto a la serpiente, el odio que el campesino siente hacia ella; con respecto a la mujer, sus dolores de parto y su puesto inferior en la sociedad; y, las mayores repercusiones están relacionadas al varón, ya que queda vinculada a la maldición de la tierra, el trabajo y la muerte.

  En resumen, podemos esquematizar todo este pasaje de la tentación y caída de la siguiente manera. Primero vemos aquí la entrada del mal en el mundo que es culpa del hombre y no forma parte de los planes iniciales de Dios; y segundo, el fenómeno del pecado, que se puede resumir así: el pecado se produce porque hay una ley que el hombre no observa, revelándose contra Dios; al pecado precede la tentación, donde lo más importante no es el orgullo satánico, el deseo de rebelarse, sino la debilidad  humana ante lo que atrae (caso de Eva); esta debilidad es tan grande en el caso de Adán que ni siquiera formula la menor objeción ante la propuesta de la mujer; el hombre se resiste a admitir la propia culpa y descarga la responsabilidad sobre otros, y, los resultados son funestos, aunque parezca que con el pecado se obtiene algo positivo.

  Visto todo lo anterior con respecto a la acción de la serpiente y lo que simboliza, que se nos narra en el Génesis, fijémonos todo lo que le vino a la humanidad por este “diálogo” con el enemigo de Dios. Podemos decir que ese diálogo no es nada ventajoso para el ser humano. De hecho, satanás es bien astuto para envolvernos de tal manera en sus redes que, nosotros quedamos a su merced. Ya el papa Francisco nos ha insistido, a modo de advertencia en varias ocasiones que “con el diablo no se dialoga”. Esta es una conversación o diálogo perdido para nosotros. Dice el santo padre que, en el pasaje de las tentaciones de Jesús en el desierto, Jesús no entra en diálogo con satanás, sino más bien responde al tentador usando la palabra de Dios.

  Con esta actitud de “diálogo” que pretende entablar el demonio con el hombre, lo que busca nada más es ver la forma o manera de cómo engañar a todo el que pueda. En el capítulo primero del libro de Job, se nos narra la conversación entre Dios y sus hijos, y entre ellos estaba satán, donde éste le pidió permiso a Dios para acercarse a Job y tentarlo. Y Dios se lo concedió, pero con la advertencia de que a él no lo tocara. Es un texto bíblico con un profundo mensaje religioso de cómo podemos reaccionar ante las diferentes situaciones y pruebas que experimentamos en nuestro caminar y cómo debe de ser nuestra reacción desde nuestra fe y confianza en Dios.

  El mundo no va por buen camino. Gran parte de la humanidad se ha desviado del camino trazado por Dios; y esto se debe en gran parte a la gran influencia que tiene el maligno, satanás, sobre el mundo y la humanidad. Lo que hace y busca satanás es el mal y la perversión, usando la estrategia del engaño y penetra por medio del diálogo, cuando la persona no está advertida de su estrategia; mientras que, lo que quiere, hace y busca Dios es el bien y la paz: “Dichosos los que luchen por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, nos dijo Jesucristo. 

  Hay mucha gente que cae y se deja seducir por estas ideas que siembra satanás en sus cabezas y corazón, y lo hace de una manera muy sutil. Podemos decir que gran parte de la humanidad vive en un gran engaño, dejándose seducir por el maligno: éste ha sembrado la cizaña en el corazón y mente de la humanidad incauta. Sigue el hombre cayendo en la tentación de “querer ser como Dios”. El diablo siempre busca la forma de generar un diálogo cada vez más profundo que baje nuestras defensas, para poder manipularnos y hacernos dependientes de él. En este diálogo del hombre con el diablo se nos impulsa a romper la solidaridad original entre la criatura y el Creador.

  Pero a pesar de las advertencias, gran parte de la humanidad de hoy sigue dialogando o buscando diálogo con satanás. Y es que el demonio es muy o demasiado astuto para nosotros. El demonio sabe incrustar con astucia ideas y pensamientos en nuestras mentes y corazón contrarias a los deseos y voluntad de Dios y su plan salvífico: odio a la Iglesia, desprecio al poder y amor de Dios, tentaciones de violencia y destrucción, regocijo por daño a otras personas, pensamientos oscuros.

  Podemos decir que este diálogo del demonio con la humanidad se ha venido intensificando en estos tiempos actuales; ya lo dice el dicho popular: “el que no afinca bien el pie, se resbala”. ¿Y cómo tener bien afincado los pies? Pues en la medida en que fortalecemos los cimientos en nuestra confianza en Dios. A través del tarot, la lectura de carta, horóscopo, prácticas ocultistas, etc., el demonio se va metiendo en nuestras mentes llevando a muchos a asumir la idea de que hay que tener mente abierta: “Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen”, nos dijo Jesús.   

  Cuidado con seguirle el juego a satanás en ese diálogo tramposo. La mejor estrategia nuestra es abandonar esa actitud temeraria que afecta nuestra relación con Dios y su plan salvador. El demonio no hace distinción de personas; más bien le gusta atacar y seducir a aquellos que están más cerca de Dios. El demonio está influyendo cada vez más la mente de más personas. Debemos de intensificar la oración y la práctica sacramental y así estar preparándonos para seguir luchando esta guerra espiritual contra el demonio. 

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