jueves, 2 de octubre de 2025
viernes, 8 de agosto de 2025
Nuestra Batalla Espiritual
El apóstol san Pablo, en sus
cartas a los Efesios y segunda a los Corintios, nos habla de la batalla
espiritual que está presente en nuestro caminar de fe. Nos advierte el apóstol
que nuestra lucha no es contra la carne o la sangre, sino contra los
principados, las potestades y las dominaciones de este mundo de tinieblas, y
contra los espíritus malignos que están en los aires.
Pues si es una batalla espiritual la que
libramos de manera permanente, esta se da entre dos poderes espirituales: el
poder espiritual del bien, representado por Jesús; y el poder espiritual del
mal, representado por satanás. El terreno donde esta batalla se lleva a cabo,
principalmente, es en el interior del hombre. Es decir, en su mente y su
corazón. Pero, la postura del hombre ante esta batalla interior no es pacífica,
sino activa. No se trata de que el hombre se haga el desentendido e indiferente
con lo que sucede en su interior, sino que asuma una actitud activa para que,
con la gracia de Dios, asuma la parte que le corresponde y así poder inclinar
la balanza para el lado de Dios, y si no lo hace, pues la otra opción que le
queda es la inclinación de la balanza para el lado de satanás.
¿Qué significa que esta batalla espiritual
entre el bien y el mal, entre Cristo y satanás, se dé en el interior del
hombre? En el libro del Génesis, en el segundo relato de la creación, el Señor
dice que está cansado de la maldad del hombre porque ha visto que sus
pensamientos son perversos y su corazón está inclinado al mal desde su
juventud. Las acciones del hombre, - buenas o malas -, son consecuencia de los
pensamientos y sentimientos que albergamos en nuestro interior. De ahí, pasan a
nuestro exterior, a nuestras instituciones. Jesús dijo que, no es lo que entra
al hombre lo que hace impuro, sino lo que sale de su boca. Pues esa lucha se
libra en la mente y el corazón del hombre. O sea, es la constante lucha entre
los pensamientos y sentimientos de Dios, sembrados en el interior del hombre; y
los pensamientos y sentimientos, que satanás quiere sembrar al mismo tiempo en
el corazón del hombre y que son contrarios a los de Dios.
Por esto es por lo que el mismo Cristo inicia
su predicación de la buena noticia invitando a la conversión. Pero, la
conversión no es externa, sino más bien interna. Es conversión completa de la
mente y el corazón del hombre. Que nos esforcemos todos en poner en práctica
los pensamientos y sentimientos de Dios. La conversión no se da de afuera hacia
dentro, sino al revés: de adentro hacia fuera. La conversión no tiene que ver
con un cambio de iglesia. La conversión es un camino que tenemos que recorrer;
un proceso personal y espiritual de cambio interior que termina con la muerte a
este mundo.
El pasaje del evangelio donde Jesús increpa
al apóstol Pedro señalándole como satanás, no hay que entenderlo como si fuera
que el Maestro lo llamara como tal. Sino más bien, fue que Jesús vio en la
persona del apóstol el accionar de satanás al utilizarlo a él, - poniendo en su
mente pensamientos contrarios a los de Dios -, para hacerlo desviar de su
propósito evangelizador. Esto, de hecho, fue también una de las tantas
tentaciones que Jesús tuvo que enfrentar en su ministerio evangelizador.
Pues a nosotros también nos sucede igual. Si
nos descuidamos en no poner en práctica la gracia de Dios que nos ha dado,
corremos el riesgo de permitir que sea satanás el que domine en nuestro
interior, sembrando pensamientos y sentimientos contarios a los de Dios. No
tiremos jamás la toalla en nuestro caminar de fe y eclesial, poque esto es lo
que quiere satanás. Recordemos que Cristo dijo que él venció al mundo y que
nosotros también lo podremos vencer, pero con la única condición de que tenemos
que ir hacia él, porque sin él, nada podremos hacer.
viernes, 4 de julio de 2025
¿Honramos a Dios con los labios o con el corazón?
Por P. Robert A. Brisman P.
En el libro del profeta Isaías
29,13, leemos lo que se puede interpretar como una queja o lamento del Señor
hacia el pueblo elegido: “El Señor ha dicho: puesto que este pueblo se me
acerca con la boca, y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí…”
Vemos que el Señor, a través del profeta, le expresa su descontento al ver que
el pueblo se dedica a practicar una religión solamente de los labios hacia
fuera. Es una religión que no conlleva una transformación interior; que se basa
en un puro cumplimiento de preceptos y rituales sin consecuencia para la
transformación del corazón; que no busca la conversión.
Jesucristo, en el mensaje del evangelio, una
de las observaciones y preocupaciones que hizo a sus oyentes y seguidores, fue
precisamente la advertencia de que no se conformaran con practicar una religión
basada sólo en un puro cumplimiento de normas y ritos externos, que no buscaban
la transformación del corazón. En el evangelio de san Marcos 7,1-13, nos
presenta una controversia entre Jesús y los fariseos, donde éstos le reprochan
el que sus discípulos comen con las manos impuras, es decir, sin lavárselas. Y Jesús
les responde diciéndoles que ellos les dan más importancia a los preceptos
humanos que a los mandatos divinos. Y les cita al mismo tiempo el texto del
profeta Isaías citado más arriba.
En esta controversia, Jesús hace la advertencia
a los fariseos de las consecuencias de la práctica puramente legal de la
religión. Aquí Jesús no critica ni descalifica la religión per se, sino más
bien que hace la advertencia del sinsentido que tiene practicar una religión
basada en un puro cumplimiento de normas y ritualista, pero que no busca la
conversión del corazón. Dice el Señor que lo que hace impuro al hombre no es lo
que entra a él de fuera, sino lo que sale de su boca, porque lo que habla viene
del corazón. Jesús hace la crítica con un sentido evangelizador. No ataca a las
personas, sino las actitudes negativas e hirientes en las que las personas
pueden caer, creyendo al mismo tiempo que cumplen con la voluntad de Dios.
La religión es necesaria. De hecho, Jesús no
la abolió ni tampoco dio pie para que cada uno siguiera o hiciera su religión
como se le antoje o mejor entienda o a la carta. Jesús era un fiel cumplidor de
los preceptos religiosos de su tiempo, pero la practicó en su real y verdadero
sentido. En esto también fue Maestro.
La palabra fariseo quiere decir “separado”.
Una cosa son los fariseos, es decir, las personas; y otra cosa es el
fariseísmo, es decir, las actitudes de las personas. Jesús y el evangelio no
atacan a las personas, sino las actitudes de las personas. Son nuestras malas actitudes
o acciones que van en contra de la voluntad de Dios, las que tenemos que
cambiar de acuerdo con su palabra. Una cosa es el pecador y otra cosa es el
pecado. Dios ama al pecador, pero rechaza el pecado; Jesús vino a salvar al
pecador del pecado. El pecado mata el alma, la condena eternamente.
Esto tiene relación con la conversión. Los
fariseos querían y buscaban la transformación fuera de ellos. Pero se olvidaban
de que esa transformación hay que buscarla y encontrarla dentro, en el corazón,
ya que, es el lugar donde el Padre y el Hijo quieren habitar: “Mira que
estoy a la puerta, tocando, si me abres, mi Padre y Yo vendremos y haremos en
ti nuestra morada”.
El fariseísmo, que también se entiende como
“hipocresía”, sigue estando presente entre nosotros en la actualidad. Y son de
las actitudes que tenemos que seguir combatiendo para que, con la gracia de
Dios, podamos vencerla y transformar nuestro corazón y nuestra mente, con su
amor misericordioso. Tenemos que aprender a practicar una religión verdadera y
esta es la que nos ayuda a transformar el corazón y la mente. Practicar una
vida de fe y espiritualidad que iluminen y limpien nuestro corazón y que nos
conduzca siempre en un continuo camino de conversión de mente y corazón, para
tener los sentimientos y pensamientos de Cristo.
miércoles, 14 de mayo de 2025
Papa León XIV a los periodistas: informar la verdad y custodiar la libertad de expresión y prensa.
Por P. Robert A. Brisman P.
El pasado lunes, el santo padre León XIV tuvo
su encuentro con la prensa en el aula magna San Pablo del Vaticano. Fue su
primer discurso a los medios de comunicación que estuvieron, desde días
anteriores cubriendo todo lo concerniente al Cónclave, donde fue elegido como Sumo
Pontífice.
Desde su entrada al aula magna, fue recibido
de pie y con un fuerte y largo aplauso de los presentes. Inmediatamente
terminado el aplauso, continuó con sus palabras al auditorio.
Comenzó su alocución citando las palabras del
señor en su discurso de las bienaventuranzas o sermón de la montaña, cuando
proclamó “bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5,9). Vemos
aquí, una vez más lo que ya habíamos señalado de este Pontífice, el cuál podría
ser la identidad de este pontificado que inicia. Llamó nuevamente a la paz.
Este será el Papa de la paz. Relató la labor que vienen haciendo gran parte de
los periodistas a este respecto y las consecuencias que esto les ha traído: muchos
han sido encarcelados y otros asesinados.
Motivó a que el periodismo se realice con un
sentido de búsqueda de la paz. La paz es una realidad que todos queremos y nos
corresponde a todos buscarla, fomentarla, proponerla y defenderla. La paz es un
compromiso universal, de todos y para todos. “Hacerlo así es propiciar un
periodismo y una comunicación diferente”. Que no sea un periodismo
manipulador, que no use palabras agresivas; que sea un periodismo que busque
la verdad del amor.
Recordó el Santo Padre que la paz comienza
por cada uno de nosotros. Por esto, la paz que el señor nos da es un don, un
regalo. Es la paz que nace y transforma nuestro interior, nuestro corazón, y de
ahí, pasa a nuestras actividades, a nuestras instituciones.
El Santo Padre volvió a insistir en el fin de
la guerra: “Decir no a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el
paradigma de la guerra".
Como pastor universal de la Iglesia, resaltó
una vez más la solidaridad de la Iglesia con los periodistas, sobre todo
aquellos que han sido encarcelados por informar la verdad. Pero esta
solidaridad está fundamentada en el diálogo sincero, honesto y verdadero. Y, al
mismo tiempo, pidió, - como un grito -, su inmediata liberación. Así la Iglesia
se mantiene en la "defensa y promoción de la dignidad, la justicia y el
derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados
pueden tomar decisiones libres". Este pensamiento viene muy bien ante
esta ola de manipulación y engaño que arropa a la humanidad en estos tiempos.
La mentira disfrazada de verdad. Un mundo en el que, intencionalmente, nos
ocultan la verdad y nos cuentan la mentira.
Otro punto importante en su alocución a los
periodistas fue su posición en cuanto a "la defensa y promoción de la
libertad de expresión y prensa". Esto es importante ya que, envía una
señal clara de que, en este sucesor del apóstol San Pedro, la prensa y los
periodistas tendrán a un defensor y aliado. También estas palabras del Santo Padre
nos caen como anillo al dedo en momentos en que se viene imponiendo en muchos países,
- como en nuestra República Dominicana, - y que los medios locales no han
resaltado -, con el proyecto de ley, sin consenso, para regular los medios de
comunicación, sobre todo las redes sociales -, la coacción a este derecho
constitucional de los pueblos. Se viene imponiendo la llamada "ley
mordaza" para controlar las opiniones, sobre todo en las redes sociales.
Y es que una prensa matrimoniada con el poder
político se convierte en una especie de prostituta de ese poder. Deja de ser y
ejercer el llamado "cuarto poder", para promocionar solo imágenes que
no son más que ilusiones mediáticas. De hecho, desde el anuncio de su elección
al pontificado, muchos y grandes medios periodísticos se han cebado contra el Santo
Padre acusándolo y señalándolo con falsedades. No le han permitido ni siquiera
que inicie bien su pontificado porque quieren ya predisponerlo ante los cristianos.
Como ejemplo de esto, sucedió el que se le haya señalado, cuando estaba
saludando a los presentes, el que evadió, según los medios, saludar a unas
personas de la comunidad LGTBIQ. Pero se nota de que fue manipulada esa acción.
Por otro lado, llamó a los periodistas a
enfrentar uno de los desafíos más importantes para promover una comunicación
capaz de sacarnos de la Torre de Babel, en la que a veces nos encontramos. Es
decir, una comunicación de confusión del lenguaje sin amor, a menudo ideológico
o partidista.
El Santo Padre León XIV compartió otras ideas
con los periodistas allí reunidos. Pero, nos quedamos con estas que hemos
compartido ya que, nos siguen dando señales claras de la línea de su
pontificado. Seguimos esperando la misa del próximo domingo 18, donde dará
inicio formal a su pontificado y esperaremos con ansias su homilía. Lo que sí
es cierto es que este Pontífice está hablando de una manera clara y sin
ambigüedades. Pedimos a Dios que lo siga iluminando y que la intercesión de nuestra
Madre del cielo, lo proteja.
domingo, 11 de mayo de 2025
Interpretando los gestos y palabras del Papa León XIV en su primer mensaje a la Iglesia y el mundo.
Por P. Robert A. Brisman P.
Queridos hermanos, seguimos llenos de gozo y
felicidad por el nuevo Pontífice que el Señor Jesús, por inspiración del Espíritu
Santo, nos ha dado a su Iglesia. Podemos decir de manera jocosa que, estamos en
nuestra luna de miel. Siguen siendo días de expectativas, incertidumbres, especulaciones,
acusaciones, señalamientos, juicios, etc., con respecto a la persona del recién
electo sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. Los
comentarios no han cesado y se sigue diciendo de todo sobre este sucesor 267
del primero de los apóstoles. Una vez más recordamos que debemos tener mucho
cuidado con esos comentarios, porque muchos de ellos, - quizá la mayoría -, son
malintencionados. Los enemigos de la Iglesia de Cristo y del cristianismo no
han perdido tiempo para enfilar sus cañones y reiniciar el ataque. Podemos
decir que tuvieron unos días de tregua esperando a ver lo que sucediera o
saliera del recién concluido Cónclave para la elección del Romano Pontífice. Lo
cierto es que con el elegido al ministerio petrino, se provocó mucha desilusión
y frustración con los pronósticos que los medios, - sobre todo seculares -,
hicieron de los llamados “papables”. Se cumplió, una vez más el dicho: “el
que entró papa salió cardenal, y el que entró cardenal, salió papa”.
Pero, a parte de lo anterior mencionado,
quiero enfocarme en hacer algunos señalamientos acerca de por dónde creo que el
Papa León XIV llevará su ministerio petrino y que se traduce en el camino por
dónde llevará a la Iglesia, al rebaño de Cristo. Voy a hacerlo sobre todo
partiendo de su mensaje que dirigió desde el balcón de la Basílica de san Pedro
a todos los allí reunidos y al mundo, después de su elección.
Lo primero que debemos notar es que, salió al
balcón vistiendo las prendas litúrgicas pontificales tradicionales. También va
a vivir en el Palacio Apostólico. Me llamó la atención que inició invocando y
llamando a la paz: “La paz esté con ustedes. Quiero que este saludo de paz
llegue hasta sus corazones, a todas las familias, a todos los pueblos, a toda
la tierra…, la paz esté con ustedes. Esta es la paz del resucitado: una paz
desarmada y una paz desarmante y también perseverante; que proviene de Dios, que
nos ama a todos incondicionalmente”. Creo que este Pontífice podría ser
llamado el Papa de la paz, hacedor y constructor de la paz. Y quiero aquí hacer
una notación sin que se me malinterprete. El Papa León XIV es de nacionalidad norteamericana
y creo que será un punto clave en su ministerio petrino el trabajo que pudiera
realizar, junto al presidente de los Estados Unidos, en la búsqueda de la paz
en los diferentes conflictos bélicos actuales más sonados: Rusia-Ucrania;
India-Pakistán; Israel-Franja de Gaza; China-Taiwán.
Otra señal que descubro en este Pontífice
nuestro es que ha centrado su ministerio en la persona de Cristo; será un
pontificado Cristocéntrico, y “llamó a que seamos verdaderos discípulos de
Cristo, ya que él nos precede; el mundo necesita de su luz; la humanidad
necesita de él como el puente para alcanzar de Dios su amor. Ayúdennos también
ustedes a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, poniéndonos todos
para ser un solo pueblo siempre en paz”.
Resaltó también en su mensaje “la unidad
que debe de haber en la Iglesia, como un caminar juntos, buscando siempre la
paz, la justicia; trabajando siempre como hombres y mujeres fieles a Jesucristo
sin miedo para proclamar el evangelio y para ser misioneros”. Aquí resalto
el llamado que hizo para que la Iglesia sea misionera que, de hecho, esa es su
esencia, es la única misión, esa es su naturaleza, para eso existe: para
evangelizar y llevar las almas al cielo (san Pablo VI).
No podemos dejar pasar el hecho de haber
especificado su filiación religiosa, cuando mencionó una frase emblemática de su
padre fundador san Agustín: “Para ustedes soy obispo, pero con ustedes soy
cristiano”. Este santo es imagen de la custodia, defensa y proclamación de
la sana y verdadera doctrina evangélica, y también es conocido como el “doctor
de la gracia”. El santo Padre León XIV no tiene la salvación asegurada, sino
que también está en el camino para salvarse con el resto de los creyentes, de
la Iglesia.
Volvió a resaltar la unidad en el caminar
juntos hacia la patria que Dios nos ha preparado. “Llamó a su Iglesia
particular, como Obispo de la diócesis de Roma, a ser una Iglesia misionera, una
Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre abierta a recibir con los
brazos abiertos a todos aquellos que tienen necesidad de recibir nuestra
caridad y presencia de diálogo y de amor”.
Pues este es uno de los desafíos a tener
cuenta: buscar, construir y edificar la unidad de la Iglesia de Cristo, dando
así cumplimiento al deseo de Jesús en su oración al Padre: “Padre, que así
como tú y yo somos uno, que éstos también sean uno, como tú en mí y yo en ti”
(Jn 20,21-23).
León XIV es un hombre políglota. Habla
perfectamente varios idiomas: su natal inglés, español, italiano, francés y
portugués. En su primer mensaje dirigió unas breves palabras en español, sobre
todo, saludando a su antigua diócesis de Chiclayo en el Perú. Llamó también a
seguir siendo una Iglesia sinodal. Una Iglesia que camina y busca la paz, que
busca siempre la caridad, una Iglesia que busca siempre estar cerca de quienes
sufren.
Ha sido muy significativo
también el que haya mencionado y encomendado su ministerio a la Virgen María,
que camina siempre con nosotros y está cerca de nosotros, ayudándonos con su
intercesión y su amor. Por esto terminó su mensaje, invitando a rezar juntos el
Ave María. Nos da la impresión de que será un pontificado mariano.
Si su pontificado estará marcado por el pilar
de la unidad, esto nos tiene que llevar a pensar en cómo, - y será uno de sus grandes
retos -, enfrentará la crisis doctrinal que está avanzando en la Iglesia
católica alemana. Recordemos que los obispos alemanes, no bien había sucedido
la muerte del Papa Francisco, aprobaron el reglamento para bendecir a las
parejas homosexuales. Y esto lacera precisamente la unidad de la Iglesia. Su primer
predecesor homónimo, el Papa san León Magno, es llamado el “doctor de la unidad”:
defensor de la unidad de la Iglesia, tanto en el campo doctrinal como
disciplinar (Papa san Juan XXIII, Enc. Aeterna Dei Spientia).
Pues este es el Romano Pontífice, el sucesor
del apóstol san Pedro, que nuestro Señor Jesucristo quiso darnos a su Iglesia
en estos tiempos convulsos. Es un hombre y sacerdote de una gran experiencia de
vida espiritual, pastoral, doctrinal y eclesial. Es un hombre de los polos, de
los extremos, es decir, norteamericano de nacimiento y pastor en el sur del
continente. El nombre elegido por él no ha sido casualidad, sino que, tiene que
ver con el legado que dejó su predecesor homónimo, León XIII: el Papa que, -
entre muchas cosas -, introdujo a la Iglesia en la cuestión social, que condenó
el socialismo-comunismo, defendió la propiedad privada y a los obreros, condenó
la masonería dentro y fuera de la Iglesia, retomó la doctrina tomista dentro de
la Iglesia para contrarrestar la ideología progresista y del relativismo moral,
y que tuvo una visión de la batalla de la Iglesia contra satanás y compuso una
oración al arcángel san Miguel para proteger a la Iglesia, para que fuera
rezada al final de cada misa. Además, bíblicamente hablando, en Amós 3,8, se
nos muestra la autoridad divina manifestada a través de la fortaleza del rugido
del león; y en el Apocalipsis 5,5, Cristo mismo es denominado “el león de la
tribu de Juda”, título que refleja su realeza y su victoria definitiva
sobre el mal. Ya san Isidoro de Sevilla, en sus “Etimologías”, explica que el
león es llamado rey porque sus rugidos hacen temblar a todas las bestias. Y
esto es lo que la Iglesia hoy necesita: un pastor que haga temblar con su voz a
aquellos que amenazan la fe y la moral cristianas. Y es que el santo padre León
XIV, tendrá que enfrentar poderes imperiales e ideologías totalitarias, que han
penetrado la Iglesia de Cristo e intentan destruirla desde dentro.
No es bueno ni justo hacer juicios ni
señalamientos de su persona ni de su pontificado, puesto que, apenas ha sido
elegido al mismo. No es lo mismo ser un subordinado que pasar a ser y tener el
puesto de máxima autoridad en la Iglesia universal. Debemos dejar que inicie su
ministerio petrino para darnos cuenta de cuál o cuáles serán las líneas que
seguirá en su pontificado. Él tendrá que impregnar de su impronta, como todo
Pontífice, su ministerio petrino. Había temor e incertidumbre de que el nuevo Pontífice
fuera de mentalidad ideológica liberal, progresista, conservadora, tradicionalista,
radical, etc. Lo que nos toca es orar por él, por su ministerio petrino para
que sea un buen pastor. El pastor no es nada sin su rebaño, como tampoco el
rebaño es nada sin su pastor.
No caigamos ni nos dejemos llevar por los
prejuicios. Nos toca orar con fe, humildad, perseverancia, confianza y
devoción. Somos la Iglesia de Cristo, su pueblo santo. Somos Iglesia misionera,
evangelizadora y evangelizada. Debemos ser luz para este mundo que camina en
tinieblas y en la mentira. Estamos viviendo una gran crisis de fe, de la pérdida
de lo sagrado y del hombre en su naturaleza. Somos buscadores de la verdad de
Dios, para ser real y verdaderamente libres. Somos y debemos ser Iglesia de la
paz. Pero no de esa paz que nos ofrece el mundo, sino la paz que nos da Dios:
la paz que es un don, un regalo de Dios.
Seamos, junto a nuestro santo padre León XIV,
leones de la fe, dispuestos a defender la verdad sin componendas y sin miedo,
pero con caridad, firmes en los principios y misericordiosos con las personas.
viernes, 9 de mayo de 2025
León XIV: ¿el papa que quiere el mundo o el papa que necesita la Iglesia de Cristo?
Por P. Robert A. Brisman P.
En el libro del profeta Jeremías 3,15, Dios
le dice al rey Saul por medio del profeta: “Les daré pastores según mi
corazón, que los apacienten con saber e inteligencia”. Estas palabras del
Señor no las podemos entender en un sentido meramente político. Es verdad que
el pontífice realiza un ejercicio político ya que es el jefe del estado del
Vaticano. Pero, no olvidemos sobre todo que la dimensión primaria y fundamental
del Pontífice es la de “confirmar a sus hermanos en la fe”, según el
mandato del mismo Jesucristo al apóstol Pedro (Lc 22,32). Es decir que, la
esencia del ministerio petrino es fundamentalmente espiritual.
Ahora, cuando el elegido de Dios rechaza
hacer la voluntad del Señor, este es rechazado a causa de su desobediencia,
pues se olvida de Dios para dar cauce a sus propias ideas y voluntad. Por esto,
en el primer libro de Samuel 13,14, el Señor Dios dice a Saul: “El Señor se
ha buscado un hombre según su corazón y le ha constituido guía de su pueblo
porque tú no has guardado lo que el Señor te había ordenado”. ¿Qué
significa la expresión “un hombre según su corazón”, según el corazón del
Señor? Pues es un hombre, en este caso un pontífice, - sucesor del apóstol
Pedro -, que dé prioridad en su misión a lo que le dice Dios, y no a sus
corazonadas ni ideas propias ni antojadizas, aquellas que dan paso a la desobediencia,
que fue lo que hizo Saul.
Ya el apóstol Pablo, al hablar del Rey David
y su elección departe de Dios, resalta la unión indisoluble entre el corazón
recto según y conforme a Dios: “Cuando lo depuso, les suscitó como rey a
David, a quien acreditó diciendo: encontré a David, hijo de Jesé, hombre según
mi corazón, que hará en todo mi voluntad”. Pues vemos aquí muy claro cuál
debe ser el accionar del romano pontífice: velar y esforzarse por hacer y
buscar en todo la voluntad de Dios, y no buscar el reconocimiento del mundo ni
sus pompas. O sea, debe ser fiel a Cristo y a su Iglesia. San Bernardo dijo: “que
el prudente nos gobierne, que el sabio nos enseñe y que el santo, rece por
nosotros”. Santo padre León XIV, que has sido elegido al ministerio petrino,
tienes que ser una fuente de alegría, porque tendrás la encomienda de entregar
la vida divina y conducir a las almas al cielo, que es la alegría perfecta.
El sucesor del apóstol Pedro y Vicario de
Cristo en la tierra, no debe de buscar la gloria humana, poder, honores ni
placeres terrenales. El ministerio petrino no es un privilegio ni una
exclusividad; sino más bien un servicio, una elección divina, un don de Dios a
su Iglesia y para su Iglesia. Ser Vicario de Cristo en la tierra, obliga a
hacerse el más pequeño, el servidor de todos, respetar a todos y, sobre todo,
obliga a estar dispuesto a subir con Jesús a la cruz. Este es el trono al que
debemos de aspirar. Al hacerlo de esta manera, se encamina y nos encamina a
resplandecer en santidad; a transfigurarnos en otros cristos. Ya decía san Juan
Crisóstomo: “El alma del sacerdote ha de ser más pura que los rayos del sol
para que el Espíritu Santo no lo deje nunca solo, para que pueda decir: ya no
vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.
Santo padre León XIV, sucesor del apóstol
Pedro y Vicario de Cristo, debes irradiar esa santidad que resplandezca en tu
vida y ministerio, para que seas el guía y pastor universal que necesita la
Iglesia de Cristo y que no te amoldes a los criterios del mundo. Debes de ser y
guiarnos en la fidelidad a Cristo y a su evangelio, sin adaptarte, ni adaptar
ni diluir el mensaje de salvación que debes custodiar y proclamar según la
voluntad del Maestro de Nazaret.
Encomendemos el ministerio apostólico de
nuestro santo padre León XIV, a la gracia de nuestro Señor; que, a través de su
personal correspondencia, prevea los momentos y la santificación suya y de cada
uno. Que sea ese canal por el cual siga llegando la gracia del Señor,
manifestada a través de la acción del Espíritu Santo. Que, a ejemplo de Cristo,
sea amigo de los discípulos del Maestro; que sepa dedicar todo el tiempo que le
sea necesario para el diálogo sincero, para alimentar al rebaño; que nos guíe a
la amistad con el Amigo. Y que tenga presente que ha sido elegido para guiar la
Iglesia de Cristo al martirio, si fuera necesario; y para la salvación del
mundo. Que nuestra Madre del cielo le acompañe
en este nuevo servicio que hace a la Iglesia para que, en fidelidad al Señor,
siga confirmando a sus hermanos en la fe.
martes, 29 de abril de 2025
Un Cónclave en tiempos de Tribulación
Por P. Robert A. Brisman P.
En el evangelio de san Mateo 16,18, leemos: “Y
yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Esta es la promesa del
mismo Jesucristo con relación al primado del apóstol Pedro y la permanencia de
su Iglesia.
En estos días, en la Iglesia Católica nos
encontramos transitando un camino de trascendencia, - si cabe el término -, por
lo que nos ha tocado vivir. Estamos, primeramente, en el novenario por el
eterno descanso del alma del santo padre Francisco, a quien el Señor decidió
llamarlo a su presencia. Ciertamente que su muerte nos sorprendió a todos.
Sabíamos de su delicado estado de salud física. Pero, no nos imaginamos que
sucediera tan de repente su partida. Todos lo recordamos en su última aparición
pública en la Plaza de san Pedro, durante la misa de resurrección cuando dio su
breve mensaje y su bendición para la ciudad y el mundo; y al día siguiente,
temprano por la mañana, se nos informaba de su muerte repentina. Debemos, como
cristianos de fe, elevar nuestras oraciones por su eterno descanso y que
nuestro Señor le perdone sus pecados y le otorgue el premio de la vida eterna.
Terminado el novenario por el eterno descanso
del alma del papa Francisco, pues entraremos en la segunda parte de este
proceso, y es el inicio del Cónclave para elegir al nuevo Pontífice, que será
el sucesor 267 del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo en la tierra. La
palabra “papa” viene del latín papas, padre, y se emplea desde
hace mucho tiempo para designar al Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Los papas no son sucesores de Cristo. ¿Qué significa
que el papa sea llamado sucesor del apóstol san Pedro? Que ha heredado la
autoridad de san Pedro, que fue el príncipe de los apóstoles y primera cabeza
de la Iglesia Universal, por voluntad de Jesucristo. ¿Qué significa que el papa
sea llamado Vicario de Cristo? Significa que ha sido establecido para
representar a Cristo en la tierra, para actuar en su nombre y para llevarlo a
las naciones de manera especial en razón del lugar que ocupa. Se le llama
Romano Pontífice, porque Pedro estableció su sede en Roma, donde murió en el
64-68 d/C. El término Pontífice (del latín pontifex),
originalmente significaba “constructor de puentes”, entendido
espiritualmente en el sentido de que el Papa debía servir de conexión entre la
presencia invisible de Cristo y su cuerpo visible, la Iglesia. Y los poderes
espirituales los recibe directamente de Cristo, quien los entrega a un Papa
electo al aceptar el cargo o elección” (Mons. Athanasius Schneider).
Según el canon 332 del Código de Derecho
Canónico, en el obispo de la Iglesia romana permanece una función que el Señor
encomendó singularmente a Pedro, primero entre los apóstoles, y que se
transmitió a sus sucesores. Conforme al mismo canon ese obispo es cabeza del Colegio
Episcopal, Vicario de Cristo y pastor de la Iglesia Universal en la tierra. De
estos tres títulos, el primero hace referencia a que el Papa preside el cuerpo
sucesor el Colegio Apostólico en la función de gobernar y enseñar a los fieles
cristianos; el segundo, a que teológicamente ejerce su potestad en nombre del
Señor; y el tercero, a que tiene poder primacial sobre todos los miembros del
pueblo de Dios.
La naturaleza de la Iglesia es jerárquica. Es
decir, la autoridad en ella se ejerce de manera vertical, no horizontal. La
Iglesia no es una institución democrática, como tampoco es un parlamento. Cito
al Papa Benedicto XVI: “La Iglesia de Cristo no es un partido, no es una
asociación, no es un club: su estructura profunda e inamovible no es
democrática, sino sacramental y, por lo tanto, jerárquica; porque la jerarquía
fundada sobre la sucesión apostólica es condición indispensable para alcanzar
la fuerza y la realidad del sacramento, la autoridad no se basa en los votos de
la mayoría; se basa en la autoridad del mismo Cristo, que ha querido
compartirla con los hombres que fueran sus representantes, hasta su retorno
definitivo” (Informes sobre la fe).
En los evangelios vemos que Jesús, al elegir
al grupo de los Doce, no hizo ni convocó una especie de votación para ver quiénes
eran los más votados entre sus seguidores. Tampoco, al elegir al apóstol Pedro
como cabeza de la comunidad creyente, no convocó a una votación. Cristo eligió
y nombró directamente con su autoridad, a sus discípulos más cercanos y quién
sería la cabeza de ésta. Pues en esta tradición ha venido caminando la Iglesia
de Cristo. Vuelvo y repito: esa es su naturaleza y no puede ser cambiada.
Volvamos al Cónclave. Ya está anunciado al público
que iniciará el día 7 de mayo en horas de la tarde. Estarán los Cardenales
electoreres listos para ello. Según las normas del Cónclave, con sus
modificaciones establecidas por los pontífices san Juan Pablo II y Benedicto
XVI, para la elección del Romano Pontífice es necesario dos tercios de los
votos y, una vez cumplida, el elegido tendrá que aceptar o no su elección. De
aceptarla, inmediatamente se le preguntará con qué nombre quiere ser llamado, y
a partir de su aceptación, ya ostenta la autoridad universal en la Iglesia.
Tengamos en cuenta de que el Cónclave es para
elegir al Romano Pontífice, sucesor del apóstol san Pedro y Vicario de Cristo
en la tierra. No es para elegir al presidente del estado del Vaticano.
Los cardenales, que son los que tienen la
responsabilidad de la elección del Romano Pontífice y ayudar colegialmente al Papa,
sobre todo en los consistorios eran llamados los “príncipes de la Iglesia”,
haciendo referencia precisamente a esta característica. El cardenalato no es
parte del sacramento del Orden sacerdotal, sino que es más bien, una “dignidad
o título honorífico” que el Papa otorga a un ministro eclesiástico en la
Iglesia. Puede recibirlo un presbítero: “Para ser promovidos a cardenales,
el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido
al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su doctrina,
costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos; pero los que aún no son
obispos deben recibir la consagración episcopal” (c 351, 1).
En la Iglesia hay algunos casos de estos. El
más reciente es el del sacerdote franciscano capuchino Rainiero Cantalamessa, quien
era el predicador de la casa pontificia, revestido de la dignidad cardenalicia
por al papa Francisco, y no es obispo por una dispensa que le otorgó el mismo Pontífice.
Con respecto al Cónclave, pues ya hemos
venido escuchando de todo. Todos opinan, aun sin tener el mínimo fundamento de
cómo funciona esta elección. Ya los mismos enemigos de la Iglesia y del
cristianismo han “elegido” al Papa que ellos quieren. Se ha dicho que el Papa
que vendrá ya está elegido y que el Cónclave solo será un medio para cumplir
con el requisito. Otros están esperando y quieren un Papa que ponga la Iglesia
de patas arriba cambiando la doctrina: quieren un Papa que elimine el celibato
sacerdotal, que apruebe la ordenación sacerdotal de las mujeres, que apruebe
las uniones del mismo sexo como sacramento, así como el aborto, etc. En definitiva,
quieren a un Papa que arrodille a la Iglesia al mundo, que sea su esclava, una
Iglesia moderna y progresista. Estos grupos quieren a un Papa que actúe como el
“dueño” de la Iglesia de Cristo. No les pasa por la cabeza de que el
papa NO ES el dueño de la Iglesia, sino más bien el custodio, defensor y
anunciador del evangelio de Cristo y tiene que mantener la unidad de la
Iglesia, como Cristo lo mandó al apóstol Pedro.
Nosotros debemos pedir a Cristo que le dé a la
Iglesia, no el Papa que quiere el mundo, sino el Papa que necesita su Iglesia:
un Pontífice que defienda la integridad de la fe católica en medio de tanta
confusión de este relativismo moral que ataca a la institución natural del matrimonio
y la familia, así como la sexualidad. La moral no debe adaptarse a las
preferencias personales. La Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo; no es el
cuerpo místico del Papa. Es la Iglesia de Cristo y no la iglesia de cada Papa. Como
tampoco es válido ni correcto decir que la diócesis es del obispo fulano, o la
parroquia es la parroquia del cura fulano. Nosotros pasamos y la Iglesia de
Cristo permanece. Citando nuevamente al papa Benedicto XVI, al hablar de la
comunión de los santos: “La comunión de los santos, significa también tener
en común las cosas santas, es decir, la gracia de los sacramentos que brotan de
Cristo muerto y resucitado. Es este vínculo misterioso y realísimo, es esta
unión en la vida, lo que hace que la Iglesia no sea nuestra Iglesia, de modo
que podamos disponer de ella a nuestro antojo; es, por el contrario, su Iglesia”.
Necesitamos y tenemos el compromiso, como
cristianos, de orar y pedir para que el próximo sucesor del apóstol san Pedro
sea un sacerdote santo y que nos guíe en la santidad, en la fidelidad doctrinal
del evangelio y la unidad querida por el mismo Cristo para su Iglesia: “Padre,
que todos sean uno, como tú y yo somos uno”. La Iglesia se sigue
construyendo, edificando en este mundo. Y debe seguir haciéndolo sobre la roca
firme que es Cristo y su palabra. Una vez más hay que decir que la Iglesia no
tiene que ser moderna, sino fiel a Cristo y a su evangelio. La Iglesia no está
para complacer peticiones personales ni grupales adaptando la doctrina a sus
gustos. Esta es la Iglesia que es camino de salvación.
Concluyo este artículo citando la oración
dirigida por la comunidad de los creyentes al Señor, en el libro de los Hechos
de los Apóstoles 4, 24-30: “Señor, tú eres el que hiciste el cielo y la
tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, el que, por el Espíritu Santo, por
boca de nuestro padre David tu siervo, dijiste: ¿Por qué se han amotinado las
naciones, y los pueblos han tramado empresas vanas? Se han alzado los reyes de
la tierra, y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra su Cristo.
Pues bien, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato, con las naciones y los
pueblos de Israel, se aliaron contra tu santo Hijo Jesús, al que ungiste, para
llevar a cabo cuanto tu mano y tu designio habían previsto que ocurriera.
Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus servidores que puedan proclamar
tu palabra con libertad; y extiende la mano para que se realicen curaciones,
milagros y prodigios por el nombre de tu santo Hijo Jesús”. Amén.
sábado, 19 de abril de 2025
Una reflexión para aprender a enfrentar el dolor y el sufrimiento
Por P. Robert Brisman
Saludos mis hermanos.
Hemos concluido la cuaresma y semana santa. Estamos
celebrando la Pascua del Señor. Y quiero compartir con todos ustedes esta reflexión
que nos sirva para aprender a enfrentar y aliviar el dolor y el sufrimiento, como
una manera de ayudarnos a seguir preparándonos en este duelo en el cual nos
encontramos como sociedad, y que también sirva de apoyo a todas las familias
que, lamentablemente, perdieron a algún ser querido en esta tragedia sucedida
en la discoteca Jet Set, que nos sorprendió la madrugada del martes 8 del
presente mes.
Quiero iniciar recordando unas palabras de
nuestro Señor Jesucristo en el evangelio, que nos dijo: “Ustedes están en el
mundo, pero no son del mundo; ustedes son de Dios y a Dios tienen que volver.
Por lo tanto, como no saben ni el día ni la hora, lo mejor es que se preparen”.
Todos los seres humanos morimos. Unos se nos
han adelantado, y otros aún estamos en el mundo, pero como peregrinos que nos encaminamos
hacia otro lugar definitivo. Ese lugar definitivo, para los que creemos en Dios
y creemos que hay vida después de esta vida, la llamamos “la Jerusalén celestial”.
El mismo san Pablo nos dice que “nosotros somos ciudadanos del cielo”
(Fil 3,20). Como no somos de este mundo ni le pertenecemos, sino que somos de
Dios y a él le pertenecemos, pues tenemos que preparar nuestro retorno a él.
Cuando nuestro señor Jesucristo dijo que debemos prepararnos, estas palabras no
hay que entenderlas como si fuera prepararnos para no irnos de aquí, para no
morir. Sino como, prepararnos lo más y mejor que podamos en cuanto a la vida de
la gracia que él nos da. Nuestra fe cristiana nos enfrenta a lo que podríamos
llamar como una gran paradoja: “tener que morir, para poder vivir”.
La muerte no es un castigo de Dios; como
tampoco lo es el dolor y el sufrimiento. La muerte es el paso necesario para
que nosotros podamos acceder a la vida plena y eterna con Dios. La muerte es al
mismo tiempo un gran misterio. A pesar de que creemos en Dios y creemos que hay
vida después de esta vida, eso no quiere decir que ante la muerte no
experimentemos cierto miedo porque no sabemos a ciencia cierta lo que hay
después de la muerte. Nadie ha venido del más allá para contarnos lo que hay,
ni cómo es ese estado de vida. Cristo
mismo no nos dio detalles de cómo es la vida con Dios. Todo lo fundamentamos en
nuestra fe en Cristo que nos dijo que creamos en él y en su promesa de vida.
Sabemos que el mismo Cristo, como hombre que fue, también experimentó la muerte
a esta vida, a este mundo.
Cuando nos toca experimentar la muerte de un
ser querido y de otros allegados a nosotros y, en este caso de la tragedia de
la discoteca jet set, es común que nos asalten las dudas y cuestionemos a Dios.
Es común escuchar a personas preguntarle a Dios ¿Por qué te lo llevaste, si
era tan bueno y no le hacía mal a nadie? ¿Cómo puede Dios permitir el
sufrimiento, el dolor? ¿Por qué a mí, si no le hago mal a nadie? Esto es
injusto. A los demás todo les sale bien. En cambio, a mí, todo me sale mal.
La pregunta central siempre es ¿Por qué Dios permite el sufrimiento? Y las
respuestas a todas estas preguntas siempre es la misma: no lo sabemos. Ante
el sufrimiento no es correcto preguntarnos el “por qué”, sino el “para qué”.
Tenemos que preguntarnos qué hacer con el sufrimiento, cómo podemos encontrarle
un sentido.
Y es que, mis hermanos, los que creemos en
Dios y en la vida eterna, no estamos exentos de experimentar el dolor, ni el
sufrimiento, ni de morir a esta vida. El mismo Cristo nunca dijo algo así ni
parecido; sino más bien, nos advirtió de lo que tenemos que experimentar como
creyentes en Dios y seguimiento a él en el discipulado. Jesús no nos enseñó por
qué debemos soportar el sufrimiento, como tampoco nos dijo por qué no eludió el
sufrimiento. Sólo podemos intentar comprender lo que sucedió.
Frente a las calamidades que sacuden nuestro
mundo, sobre todo a las provocadas por la naturaleza, y que arrasan ciudades
enteras y se cobran muchas muertes, esto es como una especie de bofetada para
los creyentes que, nos preguntamos por qué y cómo es posible que un Dios
amoroso y providente pueda permitir semejantes desgracias en la vida de sus
hijos e hijas sin intervenir ni brindar ayuda. En el caso de lo sucedido en
esta discoteca, las cuestionantes han venido en ese mismo sentido.
Los accidentes, las catástrofes, el mal, las
pruebas, las malas intenciones, etc., existen en el mundo. Y esto Dios no lo
puede evitar. A pesar de esto, Dios existe y nos participa siempre de su amor
misericordioso, de su protección. Nuestra fe en Dios Padre, no nos exenta de experimentar
estas situaciones extremas. No podemos evitar el sufrimiento. Lo padecemos
todos, sin excepción, creyentes, no creyentes; no importa la religión que se
profese, ni la ideología que se siga. A ejemplo de Jesús, tenemos que aprender
a darle un sentido existencial al dolor y al sufrimiento. El sufrimiento no lo
buscamos, pero se no presenta en el camino.
Dios no es el responsable de los males que
nos llegan. Dios es justo, pero no vengativo. El mismo Jesús nos dice que Dios
hace salir su sol y manda la lluvia sobre malos y buenos. Que Dios no quiere la
muerte de nadie, sino que vivamos. Pero se refiere a la vida eterna, a la vida
con Dios, la salvación. Y sus palabras las llevó a la práctica con sus milagros
de sanación y liberación. Cuando alguien moría y le pedían que hiciera algo,
nunca dijo “déjenlo así, que es la voluntad de Dios”, sino que actuaba en
consecuencia: le devolvía la vida para que vieran que Dios no había mandado su
muerte. Y en el pasaje de la sanación del ciego de nacimiento, cuando le
preguntaron a Jesús que quién había pecado de su familia para que ese naciera
ciego, y la respuesta de Jesús fue: ni pecó él ni sus padres. Este nació así
para que se manifestara en él la misericordia de Dios. Y obró el milagro de
sanación de este ciego (Jn 9,1-4).
Dios no provoca la muerte, ni los accidentes,
ni las catástrofes. De Dios solo procede lo bueno que hay en la vida, porque
Dios ama profundamente al hombre y no puede enviarle nada que lo haga sufrir.
Dios también sufre con el que sufre, ríe con el que ríe, llora con el que
llora. Dios no se goza en el dolor y el sufrimiento de sus hijos, no es un Dios
cruel ni sádico. Es Dios Padre de amor, de misericordia y compasivo. El
sufrimiento tiene el efecto de dejarnos padecer la oscuridad de este mundo y,
al mismo tiempo, transformarla en amor. El sufrimiento es una lucha contra la
oscuridad y el poder del mal. El sufrimiento, asumido desde nuestra fe en Dios,
se convierte para nosotros en un desafío. Dios no nos libera del sufrimiento,
pero nos fortalece, como a su Hijo Jesucristo, para que soportemos la oscuridad
e insoportabilidad de nuestro sufrimiento con la fuerza del amor y poder
transformarlo en un lugar de profunda experiencia divina.
Cuando un ser querido es arrancado
repentinamente de esta vida sin poder despedirnos de él o de ellos, el dolor
puede arrojarnos al abismo más profundo. Lo sucedido en la discoteca jet set no
fue enviado por Dios, ni como castigo suyo. Él no tuvo nada que ver en esa
tragedia. No es el culpable. Dios es Dios de vida y no de muerte. Dios no nos
pide que entendamos ni comprendamos lo que sucede con la muerte a esta vida. Lo
que sí nos pide es que creamos a su palabra, a su promesa de vida: “todo el
que haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre”. Este es nuestro consuelo y esperanza cristiana.
Pues mis hermanos, nosotros sabemos que vamos
a morir a esta vida. Pero no sabemos nada más, es decir, no sabemos ni cuándo,
ni cómo, ni dónde nos sorprenderá la muerte. Por eso ya Cristo nos dijo que lo
que más nos conviene es que nos preparemos en la medida en que nos esforzamos
por vivir en su gracia. Recorrer esta vida profundizando cada día más en la
escucha de su palabra para ponerla en práctica; no vivir esta vida apegado a
ella, sino unidos cada vez más a Cristo, como la rama está unidad al tronco
para recibir su sabia, su vida.
Tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos dé
la fortaleza, la paz y el consuelo a todos. De manera especial a las familias
que han vivido la experiencia amarga y desoladora de la muerte de sus seres
queridos. Hay muchos que están llorando la muerte de los suyos en estos
momentos y necesitan de personas que podamos estar junto a ellos, que les
ayudemos a soportar su dolor, que estemos con ellos en su soledad y
permanezcamos junto a ellos. Tenemos que aprender a soportar la pena que
produce la pérdida de nuestros seres queridos.
De esta tragedia nos sabremos levantar como
sociedad y como creyentes en el amor y la misericordia de Dios. Que Dios se
apiade de los que ha llamado a su presencia con el perdón de sus pecados y les
otorgue el premio de la vida eterna. Y a nosotros que nos siga dando la
fortaleza para seguir adelante. Debemos encomendar a nuestras autoridades a la
providencia divina para que les ilumine y guíe en todo el proceso de
esclarecimiento para buscar y encontrar la verdad de lo ocurrido en este hecho
lamentable. Los familiares y toda la sociedad necesitan que se les diga la
verdad de lo sucedido. El perdón y la misericordia son parte de la verdadera
justicia que Dios nos pide que practiquemos. El perdón nos hace bien, primeramente,
a nosotros mismos, porque nos libera de la energía negativa de la amargura y
nos libera de las ofensas del otro. Es el requisito fundamental para dedicarnos
nuevamente a nuestra persona y a nuestra propia vida, y para poder conformarla
y vivirla con renovada energía.
Pero esto tampoco debemos confundirla con el
olvido. El perdón de Dios es medicina que sana nuestras heridas interiores, las
heridas del corazón y del alma. Pero tenemos que dejar que esa medicina
espiritual haga su efecto sanador. No permitamos que el odio y la rabia, que
son un veneno, se apoderen de nuestro corazón, sino que el amor misericordioso
de Dios sea el que inunde todo nuestro interior.
Que Dios nos bendiga y que nuestra Madre de
la Altagracia nos acompañe en nuestro caminar para la sanación de nuestro dolor
y sufrimiento.
jueves, 10 de abril de 2025
La discoteca Jet Set: una tragedia que se pudo evitar
Por P.
Robert A. Brisman P.
En
la madrugada temprana del pasado martes 8, la sociedad dominicana nos
levantamos con la lamentable y trágica noticia del derrumbe que sucedió en la
discoteca Jet Set. Digo que muchos, - y quizá la mayoría de los dominicanos -,
nos enteramos ya al amanecer de esta noticia puesto que, en el momento en que
sucedió el hecho, pues estábamos descansando en nuestros hogares.
Una vez más nuestra sociedad experimenta una
tragedia que, a diferencia de otras que se han sucedido, pues esta ha sido de
connotaciones extraordinarias por el hecho de cómo sucedió y las pérdidas de vidas
humanas que ocasionó, así también como el número de heridos, tanto leves como
de gravedad.
Lo que quiero hacer en este escrito es expresar
una opinión y que sea lo más objetiva posible, sin pretender jamás mostrarme
como un experto en estos desastres porque, de hecho, no lo soy ni tengo la
preparación profesional para hacerlo. Lo hago como un ciudadano más que, ante
este hecho lamentable, no puede dejar de cuestionarse en algunas cosas que
tienen que ver con el manejo o accionar de los diferentes actores e
instituciones públicas y privadas, buscando siempre la postura más objetiva e
imparcial que pueda asumir.
Lo primero que hay que tener en cuanta es el
lugar y ambiente del hecho. Sucedió en lo que se conoce como el lugar de esparcimiento
más emblemático del país en las últimas décadas. La discoteca donde se reúnen,
sobre todo, la crema y nata de la sociedad dominicana del jet set, a disfrutar
de un ambiente totalmente de diversión, acompañado de música en vivo de grupos
artísticos y bebidas alcohólicas. Esta discoteca también se le ha llamado o
calificado como “marca país”. Una discoteca que convoca a personalidades de
diferentes niveles sociales y del extranjero.
Pues la tragedia llegó a este nivel alto de
la sociedad dominicana. No ocurrió en ningún barrio ni sector de clase baja,
sino en este nivel de la alta sociedad. Es un lugar y espacio para una clase
social específica, donde se dan cita personalidades del arte, la política, el
deporte, la cultura, el empresariado, etc. Y otras personas que también pueden
darse, si cabe el término, ese gusto de asistir a este lugar de diversión.
Como ha de ser, los medios y las redes
sociales se han saturado de información y al mismo tiempo de desinformación. En
momentos se ha llevado o tenido en vilo no solo a las familias de los
afectados, sino también a la misma sociedad por los fallos y errores en cuanto
a la rápida y confiable cantidad de información sobre la tragedia. Ya sabemos
que el techo de la discoteca de desplomó completamente cayendo sobre la mayoría
de los asistentes al show artístico que en su interior se realizaba. Algunos
pudieron salir a tiempo, pero la mayoría quedó bajo los escombros sin saber,
antes de que los organismos de rescate se presentaran, quiénes estaban con vida
y quiénes habrían muerto.
Pues se puso mano a la obra. Llegaron los
diferentes organismos de recate y sus autoridades, así como los diferentes
medios de comunicación. Los habitantes cercanos, curiosos y familiares de los
involucrados, también se apersonaron para enterarse de la situación de los
suyos. Comienzan los trabajos de rescate y al mismo tiempo el flujo de
informaciones.
Quiero resaltar que, lamentablemente nuestras
autoridades no cuentan con un sistema eficiente que coordine las instituciones
de socorro. Se nota un desorden. No figura claramente quién es la cabeza o el
jefe en estos hechos. Llegan muchos y quieren mandar. No hay control fuerte del
acceso de personas que no tienen nada que ver ni buscar en esos trabajos. A la
autoridad le falta más temple en hacer cumplir las normas para el público en
estos hechos. Todos quieren ayudar. Pero esto no es lo correcto y menos cuando
no se coordinan para ello. Los comunicadores se meten a espacios que no deben y
se enfrentan a la autoridad porque les impiden realizar su trabajo y esto se
vuelve un caos. No se establece una cabeza visible a la cual se recurra para
tener las informaciones precisas de los que va sucediendo. Todo el mundo opina,
señala, dirige, afirma, etc., y esto lo que hace es llevar al desorden y la
incertidumbre.
¿Esta tragedia se pudo evitar? ¡Pues claro
que sí! Pero lamentablemente, por buscar sólo el interés económico a menos o
baja inversión, pues no se hicieron al local los arreglos e intervenciones
estructurales cuando se debía hacer. Eso no fue fortuito ni casualidad. Fue
descuido, irresponsabilidad e inconsciencia de parte de los propietarios de la
discoteca. Pero también esto retrata una vez más la incompetencia e irresponsabilidad
de las autoridades por no supervisar como debe la idoneidad y adecuación de
estos espacios públicos y multitudinarios. Nuestra sociedad dominicana no tiene
una cultura real y consciente de prevención ante desastres. No es que estamos
en cero. Pero no estamos como deberíamos estar en el nivel de una sociedad que
tiene una estructura física y social de una gran metrópoli.
No ha faltado el tema de ver esta tragedia
desde la perspectiva religiosa. Es decir, mucha gente se ha preguntado el por
qué Dios permitió que sucediera esta tragedia. No es raro que este cuestionamiento
se haga presente cuando ocurren hechos de esta naturaleza. ¿Por qué cuando
ocurre una desgracia, la tendencia es a cuestionar a Dios? ¿Y Por qué cuando
ocurre algo bueno, se dice que es fruto de la suerte? ¿Por qué no se menciona a
Dios en eso bueno que ha sucedido? El ser humano muere. Todos morimos a esta
vida, a este mundo. Lo que ha impactado en esta ocasión es la forma y el
momento en que la muerte sorprendió a estas personas y a la sociedad. Y es que hay un sentir en el interior de mucha
gente de que, frente a las calamidades y tragedias que suceden ante nosotros,
es como una bofetada para nuestra fe que nos lleva a preguntamos cómo es
posible que un Dios amoroso y providente pueda o permita semejantes desgracias
y tragedias en la vida de sus hijos, sin intervenir ni brindar ayuda. ¿Dios
estaba en la discoteca? ¿No estaba? Si estaba ¿en qué parte de la discoteca
estaba sentado o parado? ¿Fue Dios el constructor de la discoteca? ¿Es Dios el
dueño? ¿Dios es el que tiene que supervisar el local para dar su aprobación para
realizar actividades recreativas y de diversión? ¿Fue voluntad de Dios que
ocurriera esta tragedia? Pues claro que nada de esto.
Otro aspecto que hay que mencionar es la
disculpa y perdón que han presentado a las víctimas, las familias de las
victimas y la sociedad, los dueños de la discoteca. Muy bien. Pero hay que
tener en cuenta de que, pedir perdón y disculpas no exenta de la
responsabilidad civil que tienen. De hecho, como dijo el Papa san Juan Pablo II
en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1997, que cito in extenso: “Un
presupuesto esencial del perdón y de la reconciliación es la justicia, que
tiene su fundamento último en la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia
sobre la humanidad. Entendida así, la justicia no se limita a establecer lo que
es recto entre las partes en conflicto, sino que tiende sobre todo a restablecer
las relaciones auténticas con Dios, consigo mismo y con los demás. Por tanto,
no hay contradicción alguna entre perdón y justicia. En efecto, el perdón no elimina
ni disminuye la exigencia de la reparación, que es propia de la justicia, sino
que trata de reintegrar tanto a las personas y los grupos en la sociedad, como
a los Estados en la comunidad de las naciones. Ningún castigo debe ofender la
dignidad inalienable de quien ha obrado el mal. La puerta hacia el
arrepentimiento y la rehabilitación debe quedar siempre a vierta”.
Es decir, no es justo pedir la cabeza de los
responsables del local. No se trata de pedir su sangre. Se trata de pedir y
exigir que se aplique la verdadera justicia, sin miramientos ni privilegios.
Hay un daño que se ha provocado y tiene que ser resarcido, aunque sabemos que
por más que se haga, las vidas humanas perdidas en la tragedia no se recuperarán
jamás.
En este tema religioso muchos han dicho u
opinado que, esto es culpa o tuvo que ver con el tema de la influencia de la brujería
que nos viene dada por el vecino país de Haití. Pero también desde allá, hemos
escuchado el que muchos se han alegrado de esta tragedia sucedida en nuestra
sociedad ya que lo atribuyen como un cobro del destino por la política
migratoria que ha querido aplicar las autoridades dominicanas contra la
migración masiva ilegal haitiana. No creo para nada que esta tragedia tenga que
ver o tenga como origen, dichas causas.
Tenemos que seguir pidiendo a Dios que nos dé
la fortaleza, la paz y el consuelo a todos. De manera especial a las familias
que han vivido la experiencia amarga y desoladora de la muerte sus seres
queridos. De esta tragedia nos sabremos levantar como sociedad y como creyentes
en el amor y la misericordia de Dios. Que Dios se apiade de los que ha llamado
a su presencia con el perdón de sus pecados y les otorgue el premio de la vida
eterna. Y a nosotros que nos siga dando la fortaleza para seguir adelante. Que
nuestras autoridades hagan y busquen hacer justicia deslindando
responsabilidades. Que no pongan en el archivo del olvido esta tragedia, como
lo han hecho con otros casos parecidos. Que cumplan con su deber de supervisar
las edificaciones sin caer en la corrupción. Que las personas e instituciones
de la sociedad asuman con conciencia su responsabilidad.
Que Dios nos bendiga y que nuestra Madre de
la Altagracia nos acompañe en nuestro caminar como país.
miércoles, 5 de marzo de 2025
Vivamos esta cuaresma 2025 con esperanza viva
Iniciamos el tiempo fuerte de
la cuaresma. En esta ocasión, se nos presenta la oportunidad de recorrerla en
este ambiente jubilar de la esperanza. El santo padre, papa Francisco, en su
mensaje de apertura para este año jubilar nos dijo que este jubileo es un
tiempo de gracia, que nos llama a la reconciliación, a la conversión y a un
renovado encuentro con Dios. Recordemos que, una de la insistencia del santo
padre, desde que asumió el pontificado, ha sido invitarnos a la constante
renovación de nuestro primer encuentro con Cristo. De ser posible, renovar este
encuentro de fe cada día, porque cada día es nuevo.
En el evangelio, el mismo Jesús nos dice que
nos cuidemos de querer entrar por la puerta ancha ya que, esa nos lleva a
nuestra perdición. Más bien, nos motiva a que nos esforcemos por entrar por la
puerta estrecha ya que, esa es la que nos da acceso a nuestra salvación, a la
vida. Y esa puerta es él mismo. Cristo es el camino que nos conduce al Padre,
pero también es la puerta por la cual tenemos acceso al Padre. Cruzar la puerta
es cruzar el umbral de nuestra esperanza, cruzar hacia un nuevo comienzo, hacia
el camino de la esperanza que se abre a todos.
El título que escogió el santo padre para
este Jubileo fue “La esperanza no defrauda”, que son palabras del apóstol de
los gentiles, san Pablo, en su carta a los Romanos 5,5. Somos peregrinos de la
esperanza; no de cualquier esperanza, sino de la verdadera esperanza cristiana;
la esperanza que se fundamenta en el mismo Cristo. Por esto el santo padre nos
ha recordado que somos peregrinos de esperanza; personas con corazón lleno de
esperanza, con deseo y expectativas de bien. Ya lo dice el dicho popular que
“la esperanza muere al último”.
La esperanza, junto a la fe y a la caridad,
forma el conjunto de las tres virtudes teologales que nacen del amor y se
fundamenta en el amor que brota del corazón de Jesús traspasado en la cruz.
La cuaresma nos invita, y es una oportunidad,
para acercarnos y experimentar la misericordia de Dios y reconciliarnos con él,
con nosotros mismos y con los demás. La cuaresma tiene que ser para cada
cristiano el camino que no solo impregne nuestra vida personal, sino que pueda
extenderse a la sociedad en su conjunto, a las relaciones interpersonales y a
la promoción de la dignidad de cada persona. “Que nos ayude a recuperar la
confianza necesaria, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en los vínculos interpersonales,
en las relaciones internacionales, en la promoción de la dignidad de toda persona
y en el respeto de la creación”, nos dice el santo padre.
Esta cuaresma, vivida desde y con esperanza,
nos permitirá seguir profundizando en el conocimiento del Hijo de Dios, para
poder conocer al Padre. Acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Cristo,
nos lleva a acercarnos, escuchar, conocer, amar y creer en Dios Padre, porque, “todo
lo ha puesto en manos del Hijo…, y en él, ha querido recapitular todas las
cosas”.
Esta cuaresma jubilar nos tiene que llevar a
descubrir a Cristo en los evangelios, que es fuente inagotable de amor, sabiduría
y esperanza. Asumamos la postura de María, hermana de Marta y Lázaro, para
estar a los pies del Señor, escuchando su palabra y aprender de él, que es
manso y humilde de corazón. Que podamos contemplarlo muy de cerca, desde
nuestro corazón. Que nos dejemos conmover por su gran amor y misericordia. En
esta cuaresma, seamos apasionados con el Señor y dejémonos guiar por el Espíritu
Santo para vivir con gozo este camino cuaresmal con una esperanza viva y eficaz,
y poder resucitar con Cristo en la Pascua.
jueves, 6 de febrero de 2025
Experimentemos el amor de Dios en el sufrimiento
Por Pbro. Robert A. Brisman P.
El mes de febrero la Iglesia
siempre lo ha dedicado a la Jornada mundial del enfermo. La mística cristiana
no elimina el sufrimiento, sino que lo eleva en Dios. El sufrimiento se
convierte en un camino hacia el amor de Dios.
Una parte importante del mensaje del
evangelio es la que tiene que ver con la sanación. El evangelio de Jesucristo
es mensaje de sanación, tanto física como espiritual. Jesús se nos presentó
como el médico que vino a sanarnos de nuestras enfermedades físicas y
espirituales. Pero, no solo es el médico que nos atiende, sino que también nos
trajo la medicina que nos sana: su gracia, su misericordia. Para poder sanar de
nuestras heridas, tenemos que acercarnos al médico y usar la medicina que nos
receta.
Son varios los textos del evangelio en los
cuales Jesús nos muestra su acción sanadora. Él dijo que no son los sanos los
que necesitan al médico, sino los enfermos, sobre todo, los enfermos por el
pecado. Tenemos el texto del evangelio donde Jesús envió a sus discípulos a
predicar el Reino de Dios dándoles poder y autoridad para sanar a los enfermos
de sus enfermedades, y éstos, actuando en nombre de su Señor, realizaron
milagros de sanación, tanto física como espiritual. Y es que, el apóstol de Cristo es un
evangelizador, predicador y sanador. Pero todo esto lo realiza en nombre del
Señor, que es el que, en realidad sana, libera y salva. El apóstol de Cristo es
el enviado de la misericordia y la compasión.
La misericordia en el hombre es uno de los
frutos de la caridad, y consiste en cierta compasión de la miseria ajena,
nacida en nuestro corazón, por la que nos vemos movidos a socorrerla (san Agustín).
La misericordia no se queda indiferente ante el dolor y el sufrimiento humano;
hace suyos los dolores y apuros de ajenos; se acerca y actúa en consecuencia.
El apóstol de la misericordia obra como Cristo lo haría, puesto que actúa en su
nombre y, porque al acercarse y ayudar al que sufre, es como si lo hiciera al
mismo Jesús: “Cuando ustedes hicieron algo a uno de estos pequeños, conmigo también
lo hicieron”, dijo Jesús.
Este mes de febrero la Iglesia siempre lo ha
dedicado a la atención y acompañamiento de los enfermos, porque este ministerio
es parte esencial del evangelio de Jesucristo. No lo hace como una acción
altruista, sino evangelizadora. Y es que el dolor y el sufrimiento humano son
también un terreno para la manifestación del amor misericordioso y sanador de
Cristo y de evangelización. El corazón del mensaje de nuestra señora de Lourdes
es la llamada a los enfermos del alma, de los cuales la enfermedad física es un
signo visible. La enfermedad y la muerte, leemos en la Biblia desde el principio,
han entrado en el mundo por culpa del pecado. El sanado es un testigo del hecho
de que para el Dios de Cristo es posible un milagro mucho mayor que el de
devolver la salud a quien, sin remedio, antes o después morirá: el perdón de
los pecados y el don creer. Por lo tanto, los milagros son dones preciosos, de
los cuales deberíamos estar agradecidos, pero no son indispensables. Por esto
vemos en el evangelio la negativa, muchas veces de Jesús, a realizar milagros
cuando se lo pedían como condición para creer en él. El milagro no es la base
de nuestra fe, sino al revés: “Señor, que no necesitemos milagros para creer.
Pero que tengamos tanta fe, que merezcamos que nos los hagas” (Hora Apostólica
de la Guía de Peregrino MCC).
Dios no evita el sufrimiento, pero puede
transformarlo y mediante el sufrimiento provocar el bien. Demos amor, compasión,
misericordia, consuelo y compañía a tantos hermanos nuestros que están enfermos
y a sus familiares. Mostrémosles el amor compasivo y misericordioso de Cristo
ante su dolor y sufrimiento que nos trae la sanación física y, sobre todo
espiritual. Aprendamos a tratar a los demás como queremos que nos traten, sobre
todo ante esta realidad humana de la enfermedad. Pidamos la virtud de la paciencia
al Señor ante el hermano que sufre y está enfermo.
viernes, 31 de enero de 2025
Migración y Doctrina Católica (y 3)
Por Pbro. Robert A. Brisman P.
En el texto citado arriba de la Comisión
Pontificia de Justicia y Paz, nos damos cuenta de que se mantiene el llamado a
actuar con compasión y caridad hacia estos grupos de personas que, por su
condición de irregularidad son vulnerables. Vela la Iglesia por la dignidad
humana y el bien común, sin ningún atisbo de xenofobia. La Iglesia hace un
llamado a la prudencia, de manera que no se ponga en peligro la identidad, los
valores y la cultura del país receptor, así como la dignidad de las personas
que llegan. La Iglesia orienta el accionar en esta materia poniendo en práctica
y combinando la justicia, la prudencia y la caridad.
El tema de la migración es una realidad que
está golpeando en la cara a la soberanía de los Estados. Europa que, hasta hace
unos años atrás, se dedicó a incitar y recibir sin más a los inmigrantes, con
sus políticas de puertas abiertas, se han dado cuenta de que eso no les
funcionó. Lo mismo ocurrió con Canadá; y los Estados Unidos de América, con la
pasada administración demócrata y su política de brazos abiertos a los
inmigrantes, los han llevado a echar para atrás esas políticas buenistas de
recibir migrantes sin control ni depuración. La ideología del multiculturalismo
no funciona, es un fraude.
En nuestro caso particular, la República
Dominicana, - lo hemos dicho en ocasiones anteriores -, tiene un grave problema
con la migración ilegal masiva, sobre todo desde Haití. Esta crisis, de seguir
a ese ritmo, puede llegar a convertirse en una grave crisis demográfica que
socaban la identidad, la cultura, el aparato económico, social y político
nacional. Tenemos un grave problema con la disminución de la natalidad de las
mujeres dominicanas, en contraste con el alto porcentaje de nacimientos de
mujeres haitianas en nuestros hospitales, con el agravante de que esos hijos de
madres haitianas ilegales se quedan a residir de manera ilegal en nuestro país.
No se diga de las costumbres y creencias que caracterizan esa población. Las autoridades dominicanas deben enfocarse
en establecer y aplicar las leyes migratorias como una forma de controlar el
tipo y cantidad de migrantes que necesita, según los intereses nacionales. Aquí
hay una gran cantidad de extranjeros de diferentes países no regularizados que
viven de manera tranquila y realizando actividades lucrativas sin ningún
problema.
La inmigración no se puede eliminar. Es
imposible. De hecho, tiene un elemento de necesidad, pero dentro de unos
límites. Se puede y hay que controlarla. Y esto es lo que vienen haciendo y
tienen que hacer los Estados. Estableciendo leyes que consideren según su
realidad y necesidades, la inmigración no es mala per se; el problema es la
inmigración ilegal, descontrolada y masiva de extranjeros que quieren entrar a
la fuerza en otros países. Eso es violencia, y como tal, pues los gobiernos
tienen el derecho y el deber de repelerla. Hay migrantes que, a pesar de su
situación de irregularidad, contribuyen y aportan al bienestar del país de
acogida y se integran. La realidad migratoria de un país no se puede medir ni
comparar con la de otro país. Las leyes migratorias de un país no pueden ser
aplicadas como la norma para otros países. No es el país el que tiene que
adaptarse a los migrantes. Es al revés.
Otra cosa que, - como creyentes -, debemos
tener mucho cuidado es de no abusar o caer en la mala costumbre de querer
justificar la inmigración citando textos bíblicos sacados de contexto. Es una
burda manipulación utilizar la Palabra de Dios para justificar y valorar la
inmigración. No se trata de caer en una acogida indiscriminada de inmigrantes.
En la inmigración masiva e ilegal existe una gran mafia de tráfico de personas,
trata de blancas, tráfico sexual y de pornografía infantil, que incluyen a las
mismas autoridades, empresarios, ongs, bandas criminales y gente común.
Concluyo esta reflexión citando las palabras
del P. Gabriel Calvo Zarraute, en su libro “De la crisis de la fe a la
descomposición de España”: “La obediencia a los pastores es ciertamente digna
de elogio cuando manda algo legítimo. Ahora bien, la obediencia deja de ser una
virtud y, de hecho, se convierte en servilismo cuando es un fin en sí mismo y
contradice el fin al que está ordenada, que es la vivencia plena de la fe y de
la moral”.
jueves, 30 de enero de 2025
Migración y Doctrina Católica (2)
Por Pbro. Robert A. Brisman P.
Vamos ahora a ver lo que nos dice la Iglesia
Católica al respecto de este tema. Lo primero que debemos tener en cuenta es
que la migración no es un tema de doctrina católica. O sea, lo que queremos
decir es que, la migración no pertenece al depósito de la fe. Pero, al mismo
tiempo, sí hay que decir que la Iglesia Católica cuenta con todo un tratado de
enseñanza al respecto. La migración es un tema primordialmente de orden
político, en el que los Estados establecen sus leyes para regular la movilidad
humana desde y hacia sus territorios. Este es un tema que tiene que ver con la
soberanía de los Estados. Son los Estados los que, de manera soberana, regulan
los flujos migratorios hacia sus territorios. La Iglesia Católica asume este
tema desde la dignidad humana, la justicia social con apego a las leyes y
velando por el bien común.
La enseñanza de la Iglesia Católica en
materia migratoria se expresa desde su doctrina social. Pero, el mayor
contenido lo encontramos en los diferentes documentos del magisterio pontificio
que se expresan en lo que se llama Jornada Mundial del Migrante y Refugiado.
No es fácil dar una respuesta específica,
clara y puntual a este fenómeno de la migración desde la perspectiva eclesial.
Pero puede ser la más realista. Es complejo. Desde el magisterio del Papa Pío
XII, la Iglesia ha venido transmitiendo una enseñanza continua sobre esta
realidad humana de la migración. No vamos a exponer aquí, - porque no es el
cometido -, la enseñanza de los pontífices sobre la migración ya que es
abundante el material. Vamos más bien a
partir de lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica al respecto. En
el numeral 2241, que citamos in extenso, leemos: “La naciones más prósperas
tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la
seguridad y los medios de vida que no pueden encontrar en su país de origen.
Las autoridades deben velar porque se respete el derecho natural que coloca al
huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles,
atendiendo al bien de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el
ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas,
especialmente a lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al
país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el
patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y
contribuir a sus cargas”.
Ahora bien. Según lo que leemos en el numeral
del Catecismo arriba citado, nos damos cuenta de que, la Iglesia, si reconoce
el que las personas pueden migrar a otros países, también deben hacerlo
cumpliendo las normas y leyes del país al que emigran. Las fronteras existen y
es un derecho de los Estados. La enseñanza de la Iglesia no aboga ni promueve,
ni defiende una política de fronteras abiertas. Esta es más bien una idea del
progresismo y modernismo ideológico que busca con ello la detonación de los Estados.
Ningún país puede absorber una población ilimitada de migrantes. Esto es de
sentido común. No se trata de motivar ni incitar a la migración indiscriminada,
en franca violación de las leyes de los Estados. Pero, una vez los migrantes
llegan a un país, aun sea de manera ilegal, se puede y se debe actuar con
caridad y atención a esas personas vulnerables. Y esto no hay que verlo ni
entenderlo como violación a las leyes migratorias del país al que llegan. No se
puede caer ni llegar a fomentar, facilitar y ayudar a la inmigración ilegal.
Los gobiernos tienen todo el derecho y el deber de controlar y proteger sus fronteras y a sus ciudadanos de aquellos
migrantes que, sobre todo llegan con malas intenciones. La inmigración ilegal
ha llevado a que los terroristas, delincuentes, traficantes, miembros de
bandas, etc., ingresen a otros países y eso provoca una tremenda crisis social.
Es legítimo deportar a sus países de origen a aquellos inmigrantes que violen
las leyes del país de acogida. Es verdad que también en las deportaciones, los
gobiernos pueden cometer atropellos y abusos que generan una crisis moral. Es
el riesgo.
miércoles, 29 de enero de 2025
Migración y Doctrina Católica (1)
Por Pbro. Robert A. Brisman P.
La migración se define como el
desplazamiento, voluntario o forzoso, de personas de un lugar a otro. Puede
darse dentro del mismo país, o entre países, y puede ser permanente, temporal o
estacional.
Son varias las causas o razones que produce
la migración, como son los factores económicos, políticos, sociales,
ambientales, familiares, etc. El fenómeno de la migración, conocido también
como movilidad humana, ha existido siempre. El ser humano nunca se ha quedado
fijo en un sitio, lugar o país. La migración influye mucho, positiva como
negativamente, tanto en los países a los que se llega como a los países que se
abandonan. Hay personas que emigran por decisión personal, otras porque se ven
obligadas, otras por alguna conveniencia personal, etc.
El ser humano siempre ha buscado su bienestar
y cuando no lo encuentra en el lugar de nacimiento, pues siempre mira hacia el
exterior. Por eso es por lo que nos encontramos con causas sociopolíticas,
económicas, religiosas, naturales, familiares, atracción al lugar de destino,
mayor y mejores oportunidades de trabajo y de ingresos, mejores servicios de
salud, seguridad y desarrollo de capacidades. En fin, mayor bienestar en
general.
También existe lo que se ha denominado
diferentes tipos de migraciones. Estas se pueden clasificar de acuerdo con el
lugar, tiempo y razón. Tenemos la migración externa, que es aquella que
se da cuando una persona o grupo de personas se muda a un estado, país o
continente diferente; la migración interna, es el desplazamiento o
cambio de residencia dentro de un estado, país o continente; la migración
temporal, que es la que se realiza solo por un determinado tiempo y con la
intención de regresar al lugar de residencia previo; la migración permanente,
es la que se realiza a un nuevo destino sin la intención de regresar al lugar
de origen; la migración voluntaria, se da cuando la persona elige
mudarse a un nuevo lugar como una oportunidad de mejorar su forma de vida; y la
migración forzosa, se da cuando una persona debe mudarse debido a una
persecución, conflictos, guerra religiosa, étnica, racial o política, que ponen
en peligro la libertad y su seguridad.
Si es verdad que existe todo un tratado sobre
la migración y los refugiados, también es cierto que ésta ha sido utilizada, en
muchos casos, como arma para destruir, deconstruir y debilitar a los países.
También ha sido utilizada por los partidos políticos para ganar elecciones.
Todo esto por la imposición de intereses de unos grupos de poderosos
globalistas que quieren imponer su visión de una nueva gobernanza mundial. El
mundo, y en particular, los Estados soberanos, están enfrentando una situación
de crisis migratoria que ha llegado a niveles incontrolables y de crisis
interna que atacan sus costumbres, valores e identidad. Es lo que se ha llamado
como el multiculturalismo, y esto en la práctica, no ha dado los resultados y
bondades que anunciaban sus promotores.
jueves, 23 de enero de 2025
La atención pastoral y espiritual a los feligreses: misa en creole ¿sí o no?
Por Pbro. Robert A. Brisman P.
Hay un dicho popular que reza: “Hay tres
temas que al dominicano le gusta hablar, aunque no tenga el más mínimo
conocimiento de ellos: la política, la religión y el beisbol”. Y cuando habla
de esto, lo hace con una actitud como si fuera todo un experto.
Una de las características de
nuestra sociedad dominicana, es que es una sociedad muy politizada. Todo lo ve
y lo analiza desde la política, sobre todo, desde la política partidaria. Se
puede decir que el dominicano sueña, se desayuna, come y cena con la política.
Pareciera como si la política fuera inherente al dominicano; como si viniera en
su ADN. Esto, claro que tiene a gran parte de la población en el nivel del
hartazgo. Hace unas décadas atrás, la programación de las emisoras de radio
solo era de música, noticieros; uno que otro programa educativo, de orientación
médica, etc. Pero esto cambió. Comenzaron a incluirse en las programaciones
radiales programas de contenido y análisis sociopolíticos, y esto fue en
aumento hasta que, en la actualidad, solo existe una que otra estación radial
que su programación la dedica solo a la música de diferentes géneros. Pero
música al fin.
Como he dicho más arriba, al ser la nuestra
una sociedad muy politizada, pues las demás realidades se comentan, se analizan
y se miran desde el ámbito político, y esto incluye la realidad religiosa. La
política ha impregnado la cuestión religiosa y esto no ha sido para nada
positivo ya que, son dos realidades que cada una tiene su propio terreno. No es
que sean antagónicas. Pero sí cada una informa su propio terreno. Se puede
decir incluso que hasta se acompañan, se apoyan, pero sin confundirse.
La Iglesia católica tiene una misión bien
clara y definida que le viene dada desde su fundación por el mismo Cristo: la
salvación de las almas. Y esto lo busca y logra con la predicación del evangelio
de Jesús. La Iglesia es Madre y, como madre, debe preocuparse por todos y cada
uno de sus hijos e hijas, no solo en lo espiritual, sino también en las demás
realidades que impregnan sus vidas.
Pero, enfoquémonos en lo espiritual. Es
obligación de la Iglesia velar, cuidar, fortalecer y promover el cuidado
espiritual de sus hijos e hijas. La vida sacramental en la que se nos comunica
la gracia de Dios, - su misma vida -, es fundamental para la vivencia y
testimonio de la fe en Cristo, y que nos impulsa al apostolado. El Papa san
Juan XXIII, en su encíclica Iglesia: Madre y Maestra, nos dice: “La doctrina
de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma
y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las
condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida
eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas” (n
2). Entonces, si la Iglesia no cumple con su misión de cuidar y fortalecer la
vida espiritual de sus hijos e hijas, ¿cómo podrá lograr alcanzar esta meta? La
Iglesia es universal, su doctrina es universal. Está destinada para atraer a
todos los hombres y mujeres, de todos los lugares y tiempos, a Cristo;
ofreciéndoles el mensaje del evangelio donde se nos comunica y revela la
voluntad de Dios, Creador y Padre nuestro.
Hace un par de días, con motivo de la
celebración de nuestra Señora de la Altagracia, - Protectora del pueblo
dominicano -, se celebró en la Basílica una misa en creole. Esto provocó un
malestar y comentarios negativos hacia la institución religiosa católica. Se
acusó a la Iglesia católica de ser, fomentar y contribuir a la ya crisis de la
migración ilegal haitiana. Es decir, por llevar a cabo un acto meramente
religioso con una asamblea compuesta por persona haitianas católicas, como lo
es la misa, se hizo una acusación política. Se politizó un acto religioso. Hay
que tener mucho cuidado para no caer en este tipo de confusiones. Todo
católico, sea de donde sea, tiene el derecho a ser y recibir atención, así como
acompañamiento espiritual por parte de la Iglesia. ¿Es raro encontrar en
comunidades parroquiales el que se ofrezcan servicios religiosos para personas
extranjeras que viven en esa demarcación parroquial? Pues no. Aquí en República
Dominicana hay varias parroquias donde se ofrecen este tipo de servicios
religiosos a extranjeros de diferentes países, entre ellos, los católicos
haitianos. En el clero dominicano hay sacerdotes de diferentes nacionalidades
que ofrecen servicios religiosos a sus conciudadanos como también lo hacen con
los dominicanos.
Al hacer esto, - atender pastoral y
espiritualmente a sus feligreses -, la Iglesia no está violando las leyes migratorias
dominicanas, ni fomentando la migración ilegal haitiana, ni de ningún otro
país. Lo que está haciendo es cumplir con su rol de atención pastoral y espiritual
a esa población del pueblo de Dios. Para entrar a un templo católico,
participar en un retiro espiritual, en algún taller de formación cristiana católica,
etc., no se necesita ni se exige a los extranjeros carnet de residencia legal,
ni se le pregunta a ninguno su estatus migratorio. La basílica de nuestra
señora de la Altagracia, como cualquier otro templo católico, no son solo para
los dominicanos y extranjeros legales. Es la casa de Dios donde tienen cabida
todos sus hijos e hijas. La situación migratoria de los extranjeros es otra
cosa que no puede confundirse.
Por lo tanto, aprendamos a diferenciar estas
realidades. La República Dominicana vive una situación difícil en lo que
respecta a la migración. Aquí hay muchos extranjeros de diferentes países, que
viven de manera ilegal en nuestro territorio, y realizan su vida de lo más
tranquilos. Nuestras autoridades aun no tienen ni cuentan con los mecanismos
legales, estrategias, equipo humano y tecnológico para aplicarlas y controlar
la migración legal e ilegal. Si vienen haciendo esfuerzos para ello y hasta
ahora son insuficientes. Y es que hay todo un entramado de corrupción en lo que
a ese tema respecta. No hay un registro claro y confiable de los extranjeros
que viven en nuestro país y saber su estatus migratorio. Claro que hay
extranjeros que están regularizados. La atención pastoral y espiritual de los
cristianos no se detiene ante fronteras, ni idioma, ni cultura.
No nos dejemos confundir por esta situación
difícil que nuestro país está viviendo con el tema de la migración ilegal,
sobre todo, pero no nada más, de Haití. Hay una realidad en nuestro país con la
población haitiana, y la Iglesia, pastoral y espiritualmente hablando, no puede
ser indiferente. Ella debe dar atención a esa población. Otra cosa será el que
esté fomentando, incentivando, provocando y llamando para que vengan a República
Dominicana los extranjeros que quieran violando las leyes migratorias de
nuestro país. La Iglesia y los cristianos debemos tener cuidado de no utilizar
ni manipular de manera burda, la sagrada escritura para justificar la
inmigración. Hay muchos dignatarios eclesiásticos “expertos” y feligreses
solidarios en materia migratoria que adoban de citas bíblicas
descontextualizadas la migración.
Pues como ya hemos dicho, no tiene nada de
malo ni extraño, ni mucho menos tiene que ver con violación a nuestras leyes
migratorias, el que se celebre la misa en cualquier lugar o templo, para una
comunidad de fieles católicos de cualquier país en su idioma o dialecto. Esto
es tarea de la Iglesia, que es el pueblo de Dios, de atender y acompañar
pastoral y espiritualmente a sus hijos e hijas, sin importar de dónde vienen.