Por Pbro. Robert A. Brisman P.
Hay un dicho popular que reza: “Hay tres
temas que al dominicano le gusta hablar, aunque no tenga el más mínimo
conocimiento de ellos: la política, la religión y el beisbol”. Y cuando habla
de esto, lo hace con una actitud como si fuera todo un experto.
Una de las características de
nuestra sociedad dominicana, es que es una sociedad muy politizada. Todo lo ve
y lo analiza desde la política, sobre todo, desde la política partidaria. Se
puede decir que el dominicano sueña, se desayuna, come y cena con la política.
Pareciera como si la política fuera inherente al dominicano; como si viniera en
su ADN. Esto, claro que tiene a gran parte de la población en el nivel del
hartazgo. Hace unas décadas atrás, la programación de las emisoras de radio
solo era de música, noticieros; uno que otro programa educativo, de orientación
médica, etc. Pero esto cambió. Comenzaron a incluirse en las programaciones
radiales programas de contenido y análisis sociopolíticos, y esto fue en
aumento hasta que, en la actualidad, solo existe una que otra estación radial
que su programación la dedica solo a la música de diferentes géneros. Pero
música al fin.
Como he dicho más arriba, al ser la nuestra
una sociedad muy politizada, pues las demás realidades se comentan, se analizan
y se miran desde el ámbito político, y esto incluye la realidad religiosa. La
política ha impregnado la cuestión religiosa y esto no ha sido para nada
positivo ya que, son dos realidades que cada una tiene su propio terreno. No es
que sean antagónicas. Pero sí cada una informa su propio terreno. Se puede
decir incluso que hasta se acompañan, se apoyan, pero sin confundirse.
La Iglesia católica tiene una misión bien
clara y definida que le viene dada desde su fundación por el mismo Cristo: la
salvación de las almas. Y esto lo busca y logra con la predicación del evangelio
de Jesús. La Iglesia es Madre y, como madre, debe preocuparse por todos y cada
uno de sus hijos e hijas, no solo en lo espiritual, sino también en las demás
realidades que impregnan sus vidas.
Pero, enfoquémonos en lo espiritual. Es
obligación de la Iglesia velar, cuidar, fortalecer y promover el cuidado
espiritual de sus hijos e hijas. La vida sacramental en la que se nos comunica
la gracia de Dios, - su misma vida -, es fundamental para la vivencia y
testimonio de la fe en Cristo, y que nos impulsa al apostolado. El Papa san
Juan XXIII, en su encíclica Iglesia: Madre y Maestra, nos dice: “La doctrina
de Cristo une la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma
y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las
condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida
eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas” (n
2). Entonces, si la Iglesia no cumple con su misión de cuidar y fortalecer la
vida espiritual de sus hijos e hijas, ¿cómo podrá lograr alcanzar esta meta? La
Iglesia es universal, su doctrina es universal. Está destinada para atraer a
todos los hombres y mujeres, de todos los lugares y tiempos, a Cristo;
ofreciéndoles el mensaje del evangelio donde se nos comunica y revela la
voluntad de Dios, Creador y Padre nuestro.
Hace un par de días, con motivo de la
celebración de nuestra Señora de la Altagracia, - Protectora del pueblo
dominicano -, se celebró en la Basílica una misa en creole. Esto provocó un
malestar y comentarios negativos hacia la institución religiosa católica. Se
acusó a la Iglesia católica de ser, fomentar y contribuir a la ya crisis de la
migración ilegal haitiana. Es decir, por llevar a cabo un acto meramente
religioso con una asamblea compuesta por persona haitianas católicas, como lo
es la misa, se hizo una acusación política. Se politizó un acto religioso. Hay
que tener mucho cuidado para no caer en este tipo de confusiones. Todo
católico, sea de donde sea, tiene el derecho a ser y recibir atención, así como
acompañamiento espiritual por parte de la Iglesia. ¿Es raro encontrar en
comunidades parroquiales el que se ofrezcan servicios religiosos para personas
extranjeras que viven en esa demarcación parroquial? Pues no. Aquí en República
Dominicana hay varias parroquias donde se ofrecen este tipo de servicios
religiosos a extranjeros de diferentes países, entre ellos, los católicos
haitianos. En el clero dominicano hay sacerdotes de diferentes nacionalidades
que ofrecen servicios religiosos a sus conciudadanos como también lo hacen con
los dominicanos.
Al hacer esto, - atender pastoral y
espiritualmente a sus feligreses -, la Iglesia no está violando las leyes migratorias
dominicanas, ni fomentando la migración ilegal haitiana, ni de ningún otro
país. Lo que está haciendo es cumplir con su rol de atención pastoral y espiritual
a esa población del pueblo de Dios. Para entrar a un templo católico,
participar en un retiro espiritual, en algún taller de formación cristiana católica,
etc., no se necesita ni se exige a los extranjeros carnet de residencia legal,
ni se le pregunta a ninguno su estatus migratorio. La basílica de nuestra
señora de la Altagracia, como cualquier otro templo católico, no son solo para
los dominicanos y extranjeros legales. Es la casa de Dios donde tienen cabida
todos sus hijos e hijas. La situación migratoria de los extranjeros es otra
cosa que no puede confundirse.
Por lo tanto, aprendamos a diferenciar estas
realidades. La República Dominicana vive una situación difícil en lo que
respecta a la migración. Aquí hay muchos extranjeros de diferentes países, que
viven de manera ilegal en nuestro territorio, y realizan su vida de lo más
tranquilos. Nuestras autoridades aun no tienen ni cuentan con los mecanismos
legales, estrategias, equipo humano y tecnológico para aplicarlas y controlar
la migración legal e ilegal. Si vienen haciendo esfuerzos para ello y hasta
ahora son insuficientes. Y es que hay todo un entramado de corrupción en lo que
a ese tema respecta. No hay un registro claro y confiable de los extranjeros
que viven en nuestro país y saber su estatus migratorio. Claro que hay
extranjeros que están regularizados. La atención pastoral y espiritual de los
cristianos no se detiene ante fronteras, ni idioma, ni cultura.
No nos dejemos confundir por esta situación
difícil que nuestro país está viviendo con el tema de la migración ilegal,
sobre todo, pero no nada más, de Haití. Hay una realidad en nuestro país con la
población haitiana, y la Iglesia, pastoral y espiritualmente hablando, no puede
ser indiferente. Ella debe dar atención a esa población. Otra cosa será el que
esté fomentando, incentivando, provocando y llamando para que vengan a República
Dominicana los extranjeros que quieran violando las leyes migratorias de
nuestro país. La Iglesia y los cristianos debemos tener cuidado de no utilizar
ni manipular de manera burda, la sagrada escritura para justificar la
inmigración. Hay muchos dignatarios eclesiásticos “expertos” y feligreses
solidarios en materia migratoria que adoban de citas bíblicas
descontextualizadas la migración.
Pues como ya hemos dicho, no tiene nada de
malo ni extraño, ni mucho menos tiene que ver con violación a nuestras leyes
migratorias, el que se celebre la misa en cualquier lugar o templo, para una
comunidad de fieles católicos de cualquier país en su idioma o dialecto. Esto
es tarea de la Iglesia, que es el pueblo de Dios, de atender y acompañar
pastoral y espiritualmente a sus hijos e hijas, sin importar de dónde vienen.
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