martes, 8 de septiembre de 2015

Jesús "es" la verdad...


“Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8,32).

  Todo hombre y mujer de buena voluntad busca la verdad, la esencia de la existencia, el por qué de las cosas y de los eventos y acontecimientos en el mundo que conocemos y en el que desconocemos, y nos queda un camino que queremos encontrar; el camino de la verdad, que nadie nos engañe y que la información que recibamos sea de la fuente verdadera. Hay quienes afirman que la verdad no es una ciencia, no es una religión, tampoco es una filosofía ni una información. La verdad es el ser más maravilloso que existe: la Verdad es Cristo. Por esto la palabra de Cristo es la esencia del evangelio. La palabra de Dios es la verdad, es lo que Es. De aquí se deriva el que sea tan importante y esencial para nosotros el que nos acerquemos al evangelio con un deseo grande de conocer la Verdad, para poder amarla y, amándola, darla a conocer.

  Ya hemos dicho que Jesús es el camino, y las categorías “verdad y vida”, completan la presentación de la persona de Jesús. Jesús “es la Verdad” porque es la perfecta revelación del Padre, del que todas las cosas provienen y en el que todo encuentra su consistencia y su autenticidad. Es la Verdad, porque en medio de tanta mentira y falsedad que nos rodea, es una verdadera tranquilidad saber que se está en la verdad que nunca cambia. Es la Verdad inmutable.

  Una vez más vemos aquí que Jesús se nos presenta como la Verdad. No dice que es una verdad, sino la Verdad. En el mundo hay mucha mentira, en medio de ella surge la verdad: “la verdad vino a los suyos, y los suyos no la recibieron porque prefirieron mejor seguir viviendo en las tinieblas”, nos dice el evangelista san Juan. La verdad de Cristo Jesús viene a iluminar nuestras tinieblas, nuestros errores, nuestras mentiras; es decir, la verdad es para iluminar la tiniebla no para taparla. La verdad viene a destruir en nosotros todo aquello que es mentira, todo aquello que nos esclaviza, y que nos arrastra al pecado y a la muerte.

  Conocer la verdad que es Cristo Jesús, nos lleva a nosotros a saber la razón de nuestra vida y de todas las demás cosas. Tenemos que ser santificados en la verdad, y la Palabra de Dios es la Verdad. Ser santificados en la Verdad es ser conducidos en el conocimiento del Hijo de Dios y a la vez es conocer al mismo Dios. La verdad de Cristo no libera, nos sana, nos salva, mientras que seguir en la mentira nos esclaviza, nos enferma, nos condena, nos mata.

  El Papa Francisco ha hecho referencia a esta verdad revelada: “marcados por el relativismo, en lo que parece que no hay nada definitivo, es necesario que los hombres se pregunten qué es la verdad, que es Cristo –afirmó.” Debemos ser cristianos a tiempo completo, no a medias. Si Cristo dijo que es la verdad que nos hace libres, es porque entonces hay mentiras que, disfrazadas de verdad, nos esclavizan. La Verdad que es Cristo no es relativa. Es la Verdad plena, absoluta, aunque esto muchos no lo compartan. Para poder llegar o acceder a este Verdad, necesitamos la ayuda del Espíritu Santo: porque es él el que guía a la Iglesia y a los fieles hacia la Verdad plena (Papa Francisco).

  Vivimos en un mundo que cada vez más se aparta de esta Verdad para vivir en su propia verdad: es la verdad del relativismo. Un mundo en el cual todo dependerá del color con el cristal con que se mire. El Papa Benedicto XVI ya había denunciado que el mundo de hoy ha pasado a vivir en lo que él denunció como la “dictadura del relativismo”, que ya no es que las cosas dependerán del color con el cristal que se miren, sino que ahora es que el que ose llevar la contraria será eliminado.

  El apóstol san Juan dirigiéndose a su amigo Gayo, dice que le ama en la Verdad. Y le pide a Dios para que prospere y que goce de buena salud, así como prospera su alma. Y que se alegra con la noticia de su permanencia en la Verdad, de cómo camina en ella. Por eso, no hay mayor alegría para él que oír de sus hijos que caminan en la Verdad. El apóstol denuncia también a todos aquellos que, por el contrario, por no caminar en la Verdad, se han extraviado y han extraviado a muchos sembrando en sus corazones divisiones y cizañas, y de cómo esto ha provocado altercados en la misma comunidad cristiana. La Verdad ya no es, para el cristiano, una pura relación lógica o un abstracto conocimiento intelectual, sino una relación personal con Dios en la persona de Cristo, imagen del Padre. Si queremos ser verdaderos discípulos de Cristo, fortalezcamos, profundicemos y proclamemos la única Verdad que nos hace libres: verdaderos hijos e hijas de Dios.

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