“Y conocerán la verdad, y la
verdad los hará libres” (Jn 8,32).
Todo hombre y mujer de buena voluntad busca
la verdad, la esencia de la existencia, el por qué de las cosas y de los
eventos y acontecimientos en el mundo que conocemos y en el que desconocemos, y
nos queda un camino que queremos encontrar; el camino de la verdad, que nadie
nos engañe y que la información que recibamos sea de la fuente verdadera. Hay
quienes afirman que la verdad no es una ciencia, no es una religión, tampoco es
una filosofía ni una información. La verdad es el ser más maravilloso que
existe: la Verdad es Cristo. Por esto la palabra de Cristo es la esencia del
evangelio. La palabra de Dios es la verdad, es lo que Es. De aquí se deriva el
que sea tan importante y esencial para nosotros el que nos acerquemos al
evangelio con un deseo grande de conocer la Verdad, para poder amarla y,
amándola, darla a conocer.
Ya hemos dicho que Jesús es el camino, y las
categorías “verdad y vida”, completan
la presentación de la persona de Jesús. Jesús “es la Verdad” porque es la perfecta revelación del Padre, del que
todas las cosas provienen y en el que todo encuentra su consistencia y su
autenticidad. Es la Verdad, porque en medio de tanta mentira y falsedad que nos
rodea, es una verdadera tranquilidad saber que se está en la verdad que nunca
cambia. Es la Verdad inmutable.
Una vez más vemos aquí que Jesús se nos
presenta como la Verdad. No dice que es una verdad, sino la Verdad. En el mundo
hay mucha mentira, en medio de ella surge la verdad: “la verdad vino a los suyos, y los suyos no la recibieron porque
prefirieron mejor seguir viviendo en las tinieblas”, nos dice el
evangelista san Juan. La verdad de Cristo Jesús viene a iluminar nuestras
tinieblas, nuestros errores, nuestras mentiras; es decir, la verdad es para
iluminar la tiniebla no para taparla. La verdad viene a destruir en nosotros
todo aquello que es mentira, todo aquello que nos esclaviza, y que nos arrastra
al pecado y a la muerte.
Conocer la verdad que es Cristo Jesús, nos
lleva a nosotros a saber la razón de nuestra vida y de todas las demás cosas.
Tenemos que ser santificados en la verdad, y la Palabra de Dios es la Verdad.
Ser santificados en la Verdad es ser conducidos en el conocimiento del Hijo de
Dios y a la vez es conocer al mismo Dios. La verdad de Cristo no libera, nos
sana, nos salva, mientras que seguir en la mentira nos esclaviza, nos enferma,
nos condena, nos mata.
El Papa Francisco ha hecho referencia a esta
verdad revelada: “marcados por el relativismo, en lo que parece que no hay nada
definitivo, es necesario que los hombres se pregunten qué es la verdad, que es
Cristo –afirmó.” Debemos ser cristianos a tiempo completo, no a medias. Si
Cristo dijo que es la verdad que nos hace libres, es porque entonces hay
mentiras que, disfrazadas de verdad, nos esclavizan. La Verdad que es Cristo no
es relativa. Es la Verdad plena, absoluta, aunque esto muchos no lo compartan.
Para poder llegar o acceder a este Verdad, necesitamos la ayuda del Espíritu
Santo: porque es él el que guía a la Iglesia y a los fieles hacia la Verdad
plena (Papa Francisco).
Vivimos en un mundo que cada vez más se
aparta de esta Verdad para vivir en su propia verdad: es la verdad del
relativismo. Un mundo en el cual todo dependerá del color con el cristal con
que se mire. El Papa Benedicto XVI ya había denunciado que el mundo de hoy ha
pasado a vivir en lo que él denunció como la “dictadura del relativismo”, que ya no es que las cosas dependerán
del color con el cristal que se miren, sino que ahora es que el que ose llevar
la contraria será eliminado.
El apóstol san Juan dirigiéndose a su amigo
Gayo, dice que le ama en la Verdad. Y le pide a Dios para que prospere y que
goce de buena salud, así como prospera su alma. Y que se alegra con la noticia
de su permanencia en la Verdad, de cómo camina en ella. Por eso, no hay mayor
alegría para él que oír de sus hijos que caminan en la Verdad. El apóstol denuncia
también a todos aquellos que, por el contrario, por no caminar en la Verdad, se
han extraviado y han extraviado a muchos sembrando en sus corazones divisiones
y cizañas, y de cómo esto ha provocado altercados en la misma comunidad
cristiana. La Verdad ya no es, para el cristiano, una pura relación lógica o un
abstracto conocimiento intelectual, sino una relación personal con Dios en la
persona de Cristo, imagen del Padre. Si queremos ser verdaderos discípulos de Cristo,
fortalezcamos, profundicemos y proclamemos la única Verdad que nos hace libres:
verdaderos hijos e hijas de Dios.
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