Concluyendo. Hay dos modos fundamentales de
violar la Libertad Religiosa. El primero es la persecución violenta que llega
hasta matar a las personas a causa de su fe cristiana. Esta violación de la
Libertad Religiosa no ha desaparecido en absoluto, sino todo lo contrario: en
algunas regiones del mundo la profesión y expresión de la propia religión
comporta un riesgo para la vida y la libertad personal. El segundo modo de
violar la libertad religiosa está cada vez más generalizado y presente en
nuestro mundo occidental. Consiste en la exclusión de la religión y, más
concretamente, de la fe cristiana, de la vida civil pública. Muchos afirman: “eres libre de profesar tu fe cristiana,
pero en tu vida privada; cuando entras en la esfera pública, debes dejarla fuera”.
Esta es la fórmula con la que se expresan la progresiva discriminación de los
creyentes, la negación del derecho de los ciudadanos a la pública profesión de
la fe y las limitaciones al papel público de los creyentes en la vida civil y
política.
¿Qué de
malo tiene enseñar que hay que amar a tu enemigo? ¿Qué de malo tiene enseñar
que debes de gobernar con justicia? ¿Qué de malo tiene enseñar que debemos orar
por los gobernantes? ¿Qué de malo tiene enseñar que debemos honrar a nuestros
padres? ¿Qué de malo tiene enseñar que debemos dar sin esperar? ¿Qué de malo
tiene en enseñar que no debemos ser hipócritas? ¿Qué de malo tiene en enseñar
que debemos dar al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios? ¿Qué
de malo tiene el enseñar que no debemos codiciar la mujer de tu prójimo? ¿Qué
de malo tiene enseñar que no debes retener el salario del obrero? ¿Qué de malo
tiene enseñar que debemos cumplir las leyes?
Por un
lado podríamos decir que lo único que puede cambiar las sociedades es el
evangelio, que es capaz de transformar el corazón y la mente del hombre, y que,
por tanto, hasta que eso ocurra, cualquier otro esfuerzo será en vano. Pero,
por otro lado, sabemos que muchas veces estas infracciones contra la integridad
han sido cometidas por personas que ya han abrazado la fe cristiana, pero que
aún no tienen una mente bíblica. Los cristianos bien informados y bien
equipados con una cosmovisión bíblica podemos influir en una nación para la
formulación de mejores leyes que estén más en conformidad con la ley de Dios.
El
apologista y evangelista norteamericano Josh McDowell, en su libro “Es bueno o
es malo”, expresa las razones por las cuales él entiende que la sociedad está
como está: “Pienso que una de las
principales razones por la que esta generación está marcando nuevos records de
deshonestidad, irrespeto, promiscuidad sexual, violencia, suicidio y otras
patologías, es porque ha perdido sus lineamientos morales, sus creencias
fundamentales; sus creencias fundamentales sobre moralidad y verdad se han
erosionado”.
La
Iglesia debe ayudar al creyente a desarrollar una mente bíblica, de manera que
sus pensamientos y sus acciones sean consecuentes con la verdad divina. Y que
de esta forma él pueda impactar su entorno, y cumplir su rol de ser luz del mundo
y sal de la tierra.
El
cardenal Carlo Caffarra, hablando sobre la persecución dijo: “Causa dolor, pero no asombra, constatar el
despliegue de fuerzas utilizado para hacer pasar la idea de que el
cristianismo, y el catolicismo en especial, son enemigos de la libertad, de las
reivindicaciones justas, del progreso científico, de la laicidad y de la
democracia. Todas las ideologías que no encuentran en la Iglesia a una aliada
la persiguen ferozmente, ya sea asesinando a los cristianos o insultando lo que
estos más aman. Y no les falta razón: en una Iglesia fiel al evangelio una
ideología nunca encontrará el apoyo incondicional y ciego que las mentiras
necesitan para sobrevivir”.
Creo
que el tema no es si se lee o no la biblia o algunos pasajes bíblicos en nuestras
escuelas. Como la misma ley general de educación y su reforma del año 2000 lo
establecen, es y debe de ser asignatura opcional y de exclusiva elección de los
padres o tutores de acuerdo a sus convicciones religiosas y de conciencia.
Tanto los que afirman que la lectura de la Biblia debe ser obligatoria en las
escuelas, como lo que afirman que debe de prohibirse, invocando la laicidad del
Estado, están equivocados. De lo que se trata es de cumplir la ley, ya que,
ésta ni obliga ni prohíbe; se trata más bien es de no permitir que se ataque o
malogre o destruya este derecho humano consignado en nuestra Constitución sobre
la libertad religiosa, que es la que nos proporciona la libertad para la
lectura de la Biblia. No se trata de pedir o exigir privilegios. Pero sí de
pedir y exigir lo que legítimamente nos corresponde; más cuando se legisla en
algo que nos afecta. Necesitamos convicciones profundas y actuar en
consecuencia. El filósofo Edmund Burke, nos deja ver la necesidad de que actuemos
conforme a nuestras convicciones. Dijo: “Lo
único necesario para que triunfe la maldad es que los hombres buenos no hagan
nada”.
Por
otro lado, la Biblia no es un simple libro o manual de moral; no es un libro de
recetas sobre el comportamiento humano. Es verdad que encontramos en ella
elementos para asumir actitudes de buen comportamiento. Pero, la Biblia es
sobre todo, el libro sagrado de los cristianos que contiene todo lo necesario,
en su mensaje, para la salvación de las almas, en la búsqueda y conocimiento de
la verdad revelada por Dios en su Hijo Jesucristo. Jesús dijo: “No todo el que me diga Señor, Señor se salvará; sino todo aquel que
escuche mis palabras y las ponga en práctica… ese es mi hermano, mi hermana y
mi madre; y también es el que sabrá edificar su casa sobre roca firme”.