viernes, 11 de diciembre de 2020

¡No Permitamos que nos Sigan Engañando!

 

El escritor Robert Greene, en su libro Las 33 Estrategias de la Guerra, cuando hace referencia de que debemos ganar la guerra, aunque tengamos que perder batallas, dice: “La gran estrategia es el arte de ver más allá de la batalla y calcular por adelantado. Requiere que te concentres en tu meta última y planees cómo alcanzarla. Deja que los demás caigan atrapados bajo los altibajos de la batalla y se deleiten en sus pequeñas victorias.  La gran estrategia te dará la mayor de las recompensas: la de reír al último”.

  Todos estamos conscientes de que este año que está llegando a su fin, no ha sido del todo ni para nada motivante por lo que nos ha tocado vivir. En este año hemos sido testigos de dos hechos o acontecimientos que han marcado nuestras vidas y que lo más seguro es que quedarán registrados para la posteridad en los libros de la historia universal por la magnitud que han alcanzado y significan para la humanidad. Me refiero específicamente a la aparición del virus covid-19 o pandemia; y, - aunque está referido a una nación en concreto, pero tiene su repercusión en todo el mundo -, a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de Norteamérica. Del primero ya se ha hablado y se sigue hablando mucho. Yo, en este artículo, quiero hacer referencia al segundo. Y lo hago porque me parece que hay un gran porcentaje de la humanidad que todavía no es consciente del real significado de lo que implican estas elecciones presidenciales del país más poderoso, - sobre todo militarmente -, del mundo, y las repercusiones que tienen sus políticas, no sólo para sus habitantes, sino también para los demás países; de manera particular para nuestros países latinoamericanos, que también se nos conoce como “el patio de los Estados Unidos”. Hay un dicho popular que dice “Cuando los Estados Unidos estornudan, a nosotros nos da gripe”. Y es que no podemos negar ni tapar, por más que queramos, la influencia que tienen las políticas de esta gran nación en nuestros países pequeños y subdesarrollados en el contexto geopolítico.

  En estos momentos, aún no se sabe de manera oficial quién ha sido el vencedor de las pasadas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Aún no hay presidente reelecto ni electo. Pero ¿qué es lo que ha venido sucediendo al respecto de estas elecciones? Ha habido, por un lado, una narrativa mediática encabezada por las grandes cadenas de comunicación asentados en ese país y que han asumido una clara animadversión contra el presidente, - que incluye la censura -, actual desde la campaña presidencial pasada del 2015 hasta el día de hoy. Estos poderosos medios, sin tener ninguna autoridad, son los que han dado como ganador al opositor del actual presidente. Estos se refieren al señor Biden como “El presidente electo”. Pues esta narrativa es la que ha permeado el mundo y provocó el que varios mandatarios, incluyendo el nuestro y el papa Francisco; con la excepción de México, Rusia, Brasil, emitieran sus respectivos comunicados de felicitaciones a este candidato que oficialmente no ha sido declarado ganador de la contienda electoral. Se reconoce ante esta acción de los gobernantes que se adelantaron a un hecho que todavía no ha sido oficial. Pareciera que estos gobernantes se han alineado con ese grupo globalista mafioso y dictatorial contra la institucionalidad estadounidense. Este “supuesto presidente electo” ha venido asumiendo unas acciones que son contrarias a la ley de su país ya que, está tomando unas determinaciones que no le corresponden porque no es presidente electo. Una cosa es la proyección y otra cosa es la elección.

  Por el otro lado, tenemos al actual presidente Donald J. Trump que está contendiendo por su reelección presidencial. Este señor sabe y es consciente de que nunca la ha tenido fácil en su administración. Los enemigos no han salido sólo de la parte contraria, sino también dentro de las mismas filas de su partido, y ha tenido que luchar contra esas traiciones. No le han dado tregua. El presidente, como el hombre más y mejor informado de la nación, pues está enterado de lo que no sólo en su contra sino en contra de la nación estadounidense, -sus ciudadanos e instituciones -, vienen planeando sus contrarios. En muchas ocasiones siempre denunció que se estaba preparando un fraude electoral para las elecciones de este año y fue preparando la estrategia de guerra. Sólo quiero mencionar que en el 2018 emitió una orden ejecutiva (decreto presidencial), para prevenir posibles injerencias o interferencias, ya sea por acción, por omisión, o colaboraciones externas en unas elecciones internas de los Estado Unidos. Si esto sucediera, pues el gobierno estadounidense tendría toda las de la ley para intervenir en esos países con la fuerza militar por considerarlo un ataque o una traición a sus intereses, así como también expropiar bienes a personas e instituciones y cárcel. En los Estados Unidos el organismo que tiene la facultad para declarar un candidato ganador se llama Colegio Electoral. Ni los medios de comunicación ni persona en particular tienen esa facultad. Y esto lo saben muy bien estos medios de comunicación, pero siguen con su narrativa de confusión y engaño.  

  Todo este proceso electoral viene caminando en relación a fechas establecidas por la constitución norteamericana. Las elecciones fueron el 3 de noviembre; el Colegio Electoral, una vez certificadas las votaciones en cada Estado, se reúne para declarar al ganador y su fecha límite es el 14 de diciembre. Si no declara un ganador, pues el siguiente paso es la Suprema Corte de la Nación; si este organismo tampoco llegara a emitir una sentencia definitiva que declare al ganador, pues pasaría al Congreso de la Nación donde tendrían ambas cámaras legislativas que elegir al presidente y vicepresidente de la nación. Todo esto es según lo manda la Constitución norteamericana y tiene que suceder antes del 20 de enero del 2021, puesto que ese día es el traspaso de mando presidencial. En estos momentos se está en la discusión en los tribunales estatales porque la parte republicana ha presentado demandas de fraude electoral en cinco Estados claves. Las Cortes de estos Estados en disputa, no han emitido una sentencia definitiva al respecto y entonces estos casos pasarían a la Suprema Corte de la Nación. El equipo del presidente Trump ha ido agotando, paso por paso, el proceso judicial en los tribunales presentando las debidas pruebas del posible fraude electoral que son contundentes. No hay dudas de que hubo fraude electoral en las pasadas elecciones y no sólo se realizó desde dentro del país, sino que se han presentado pruebas de que el fraude se realizó desde otros países. Y este fraude conlleva pagos en sobornos a altas autoridades legislativas y judiciales. El presidente Trump dejó que avanzaran en su plan macabro de amañar las elecciones para poder agarrarlos en flagrante delito. La Constitución faculta al presidente de los Estados Unidos para actuar con todos los poderes que le permite la misma cuando se presentan estas situaciones. Pero, al mismo tiempo, el presidente ha actuado de acuerdo con la ley de la nación. Todavía no se sabe qué sucederá en cuanto a la decisión definitiva de saber quién ganó. Se suma a esta litis judicial la demanda presentada por el Estado de Texas, apoyado por otros 17 Estados, contra 4 Estados (Pennsylvania, Wisconsin, Georgia y Michigan), por violación a la Constitución, tomando como excusa la “pandemia” en los procesos electorales para estas elecciones presidenciales 2020. Pero a esto ya han respondido los Estados gobernados por los demócratas para que la Suprema Corte desestime la demanda. Por otro lado, podemos decir que esta lucha en los tribunales judiciales de la nación estadounidense ha destapado la corrupción que hay en éstos porque se ve que están permeados, infiltrados por ese “poder o estado profundo” (Deep State), que son los que manejan y dictaminan muchas de las sentencias que emanan de los tribunales judiciales y los gobiernos.

  Por todo esto y muchas otras cosas más que se pueden aducir, no entiendo cómo es posible que aún muchas personas y medios estén unidos a esta narrativa manipuladora que quiere seguir confundiendo a la población. Medios de comunicación que no son objetivos, que no buscan ni investigan la verdad, que callan intencionadamente, que se portan como lacayos de los poderosos porque les conviene alinearse con éstos por alguna conveniencia o por miedo. Tenemos que despertar, tomar conciencia de esta manipulación y engaño mediático que no nos deja llegar a la verdad, porque “no hay peor ciego que aquel que no quiere ver”. Tenemos que ser más racionales y dejar a un lado lo sentimental y lo emocional. Yo no estoy cuestionando a quien simpatice por uno u otro candidato. La realidad de las elecciones estadunidense es, sobre todo, una lucha entre poderes, más que entre partidos políticos y sus respectivos candidatos. A los globalistas les interesa eliminar al presidente actual para poner a su presidente títere. La institucionalidad que garantiza la democracia estadunidense está en juego. Esa es la lucha que están enfrentando los llamados patriotas y es lo que nosotros, desde nuestros países debemos de apoyar, porque si los resultados de estas elecciones en EE.UU. no emanan de una decisión institucional legal, este bastión de la democracia y del mundo libre, lo destruirán. Esperemos que la institucionalidad sea la que se imponga. Esta lucha no es sólo por Donald Trump, sino es por la preservación de las instituciones, las leyes de los Estados Unidos y el pueblo estadounidense para que no desconfíe de sus instituciones.

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