El escritor Robert Greene, en
su libro Las 33 Estrategias de la Guerra, cuando hace referencia de que debemos
ganar la guerra, aunque tengamos que perder batallas, dice: “La gran
estrategia es el arte de ver más allá de la batalla y calcular por adelantado.
Requiere que te concentres en tu meta última y planees cómo alcanzarla. Deja
que los demás caigan atrapados bajo los altibajos de la batalla y se deleiten
en sus pequeñas victorias. La gran
estrategia te dará la mayor de las recompensas: la de reír al último”.
Todos estamos conscientes de que este año que
está llegando a su fin, no ha sido del todo ni para nada motivante por lo que nos
ha tocado vivir. En este año hemos sido testigos de dos hechos o
acontecimientos que han marcado nuestras vidas y que lo más seguro es que
quedarán registrados para la posteridad en los libros de la historia universal
por la magnitud que han alcanzado y significan para la humanidad. Me refiero específicamente
a la aparición del virus covid-19 o pandemia; y, - aunque está referido a una
nación en concreto, pero tiene su repercusión en todo el mundo -, a las
elecciones presidenciales de los Estados Unidos de Norteamérica. Del primero ya
se ha hablado y se sigue hablando mucho. Yo, en este artículo, quiero hacer
referencia al segundo. Y lo hago porque me parece que hay un gran porcentaje de
la humanidad que todavía no es consciente del real significado de lo que implican
estas elecciones presidenciales del país más poderoso, - sobre todo
militarmente -, del mundo, y las repercusiones que tienen sus políticas, no sólo
para sus habitantes, sino también para los demás países; de manera particular
para nuestros países latinoamericanos, que también se nos conoce como “el patio
de los Estados Unidos”. Hay un dicho popular que dice “Cuando los Estados
Unidos estornudan, a nosotros nos da gripe”. Y es que no podemos negar ni
tapar, por más que queramos, la influencia que tienen las políticas de esta
gran nación en nuestros países pequeños y subdesarrollados en el contexto geopolítico.
En estos momentos, aún no se sabe de manera
oficial quién ha sido el vencedor de las pasadas elecciones presidenciales en
los Estados Unidos. Aún no hay presidente reelecto ni electo. Pero ¿qué es lo
que ha venido sucediendo al respecto de estas elecciones? Ha habido, por un
lado, una narrativa mediática encabezada por las grandes cadenas de
comunicación asentados en ese país y que han asumido una clara animadversión
contra el presidente, - que incluye la censura -, actual desde la campaña presidencial
pasada del 2015 hasta el día de hoy. Estos poderosos medios, sin tener ninguna
autoridad, son los que han dado como ganador al opositor del actual presidente.
Estos se refieren al señor Biden como “El presidente electo”. Pues esta
narrativa es la que ha permeado el mundo y provocó el que varios mandatarios,
incluyendo el nuestro y el papa Francisco; con la excepción de México, Rusia,
Brasil, emitieran sus respectivos comunicados de felicitaciones a este
candidato que oficialmente no ha sido declarado ganador de la contienda
electoral. Se reconoce ante esta acción de los gobernantes que se adelantaron a
un hecho que todavía no ha sido oficial. Pareciera que estos gobernantes se han
alineado con ese grupo globalista mafioso y dictatorial contra la institucionalidad
estadounidense. Este “supuesto presidente electo” ha venido asumiendo unas acciones
que son contrarias a la ley de su país ya que, está tomando unas
determinaciones que no le corresponden porque no es presidente electo. Una cosa
es la proyección y otra cosa es la elección.
Por el otro lado, tenemos al actual
presidente Donald J. Trump que está contendiendo por su reelección presidencial.
Este señor sabe y es consciente de que nunca la ha tenido fácil en su administración.
Los enemigos no han salido sólo de la parte contraria, sino también dentro de
las mismas filas de su partido, y ha tenido que luchar contra esas traiciones.
No le han dado tregua. El presidente, como el hombre más y mejor informado de
la nación, pues está enterado de lo que no sólo en su contra sino en contra de
la nación estadounidense, -sus ciudadanos e instituciones -, vienen planeando
sus contrarios. En muchas ocasiones siempre denunció que se estaba preparando
un fraude electoral para las elecciones de este año y fue preparando la
estrategia de guerra. Sólo quiero mencionar que en el 2018 emitió una orden
ejecutiva (decreto presidencial), para prevenir posibles injerencias o
interferencias, ya sea por acción, por omisión, o colaboraciones externas en
unas elecciones internas de los Estado Unidos. Si esto sucediera, pues el
gobierno estadounidense tendría toda las de la ley para intervenir en esos
países con la fuerza militar por considerarlo un ataque o una traición a sus
intereses, así como también expropiar bienes a personas e instituciones y
cárcel. En los Estados Unidos el organismo que tiene la facultad para declarar
un candidato ganador se llama Colegio Electoral. Ni los medios de comunicación
ni persona en particular tienen esa facultad. Y esto lo saben muy bien estos
medios de comunicación, pero siguen con su narrativa de confusión y engaño.
Todo este proceso electoral viene caminando
en relación a fechas establecidas por la constitución norteamericana. Las
elecciones fueron el 3 de noviembre; el Colegio Electoral, una vez certificadas
las votaciones en cada Estado, se reúne para declarar al ganador y su fecha límite
es el 14 de diciembre. Si no declara un ganador, pues el siguiente paso es la
Suprema Corte de la Nación; si este organismo tampoco llegara a emitir una
sentencia definitiva que declare al ganador, pues pasaría al Congreso de la
Nación donde tendrían ambas cámaras legislativas que elegir al presidente y
vicepresidente de la nación. Todo esto es según lo manda la Constitución
norteamericana y tiene que suceder antes del 20 de enero del 2021, puesto que
ese día es el traspaso de mando presidencial. En estos momentos se está en la discusión
en los tribunales estatales porque la parte republicana ha presentado demandas
de fraude electoral en cinco Estados claves. Las Cortes de estos Estados en
disputa, no han emitido una sentencia definitiva al respecto y entonces estos
casos pasarían a la Suprema Corte de la Nación. El equipo del presidente Trump
ha ido agotando, paso por paso, el proceso judicial en los tribunales presentando
las debidas pruebas del posible fraude electoral que son contundentes. No hay
dudas de que hubo fraude electoral en las pasadas elecciones y no sólo se
realizó desde dentro del país, sino que se han presentado pruebas de que el
fraude se realizó desde otros países. Y este fraude conlleva pagos en sobornos
a altas autoridades legislativas y judiciales. El presidente Trump dejó que
avanzaran en su plan macabro de amañar las elecciones para poder agarrarlos en flagrante
delito. La Constitución faculta al presidente de los Estados Unidos para actuar
con todos los poderes que le permite la misma cuando se presentan estas situaciones.
Pero, al mismo tiempo, el presidente ha actuado de acuerdo con la ley de la nación.
Todavía no se sabe qué sucederá en cuanto a la decisión definitiva de saber quién
ganó. Se suma a esta litis judicial la demanda presentada por el Estado de
Texas, apoyado por otros 17 Estados, contra 4 Estados (Pennsylvania, Wisconsin,
Georgia y Michigan), por violación a la Constitución, tomando como excusa la
“pandemia” en los procesos electorales para estas elecciones presidenciales
2020. Pero a esto ya han respondido los Estados gobernados por los demócratas
para que la Suprema Corte desestime la demanda. Por otro lado, podemos decir
que esta lucha en los tribunales judiciales de la nación estadounidense ha
destapado la corrupción que hay en éstos porque se ve que están permeados,
infiltrados por ese “poder o estado profundo” (Deep State), que son los que
manejan y dictaminan muchas de las sentencias que emanan de los tribunales
judiciales y los gobiernos.
Por todo esto y muchas otras cosas más que se
pueden aducir, no entiendo cómo es posible que aún muchas personas y medios
estén unidos a esta narrativa manipuladora que quiere seguir confundiendo a la
población. Medios de comunicación que no son objetivos, que no buscan ni
investigan la verdad, que callan intencionadamente, que se portan como lacayos
de los poderosos porque les conviene alinearse con éstos por alguna
conveniencia o por miedo. Tenemos que despertar, tomar conciencia de esta manipulación
y engaño mediático que no nos deja llegar a la verdad, porque “no hay peor
ciego que aquel que no quiere ver”. Tenemos que ser más racionales y dejar
a un lado lo sentimental y lo emocional. Yo no estoy cuestionando a quien
simpatice por uno u otro candidato. La realidad de las elecciones estadunidense
es, sobre todo, una lucha entre poderes, más que entre partidos políticos y sus
respectivos candidatos. A los globalistas les interesa eliminar al presidente
actual para poner a su presidente títere. La institucionalidad que garantiza la
democracia estadunidense está en juego. Esa es la lucha que están enfrentando
los llamados patriotas y es lo que nosotros, desde nuestros países debemos de
apoyar, porque si los resultados de estas elecciones en EE.UU. no emanan de una
decisión institucional legal, este bastión de la democracia y del mundo libre,
lo destruirán. Esperemos que la institucionalidad sea la que se imponga. Esta
lucha no es sólo por Donald Trump, sino es por la preservación de las
instituciones, las leyes de los Estados Unidos y el pueblo estadounidense para
que no desconfíe de sus instituciones.
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