jueves, 10 de marzo de 2022

Estamos bajo el ataque de los destructores de la fe, la tradición, la doctrina, la moral y la Iglesia de Cristo (1ª parte)

 

 Según lo que se sabe de la vida sacerdotal del Papa san Pío X, se dice que no fue o no brilló por ser un gran erudito en teología, sino más bien que fue un hombre que vino de una familia sencilla, de escasos recursos económicos; ingresó al seminario en medio de dificultades y las limitaciones propias de esa realidad de pobreza material. Fue un hombre y sacerdote rural, cercano a la gente; como diría el papa Francisco “Un pastor con olor a oveja”. Pero, a pesar de su procedencia humilde y de limitaciones materiales, fue un hombre y pastor de un gran espíritu de fe y de celo apostólico. Si no brilló por su intelecto y ciencia teológica, la experiencia que acumuló durante sus años como sacerdote en las diferentes funciones pastorales a la que fue encargado, nos dejó un gran legado de sapiencia, misión y consagración sacerdotal que hoy siguen siendo una gran riqueza para la Iglesia y sus miembros.

  Este hombre de Dios, pastor universal, tuvo una gran lucidez en lo que se refiere a ver más allá y descubrir el potencial destructivo que ya venía en el paquete de la modernidad, al que denominó “conjunto de todas las herejías”. Claro que, esta postura e ideas le provocaron toda una serie de rechazos y burlas, ya que sus contrarios lo tildaban de “cura rural, de aldea”. Aquí podríamos citar las palabras del apóstol Santiago: “Escuchen, queridos hermanos: ¿No ha escogido Dios a los que son pobres para el mundo, a fin de hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que tiene prometido a los que le aman?” (2,5).

  Este santo papa, en su encíclica Pascendi, en la introducción nos dice que Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. Y en el número 1 nos dice que “es preciso reconocer que en estos últimos tiempos ha crecido, en modo extraño, el número de los enemigos de la cruz de Cristo, los cuales, con artes enteramente nuevas y llenas de perfidia, se esfuerzan por aniquilar las energías vitales de la Iglesia, y hasta por destruir totalmente, si les fuera posible, el reino de Jesucristo. Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrada en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aún la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”.

  Los modernistas o progresistas son enemigos acérrimos de la tradición, la doctrina, la moral cristiana y de la Iglesia de Cristo. Como ejemplo de esto, tenemos la opinión del presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Mons. Georg Batzing, que ha afirmado que la “enseñanza moral de católica tiene que cambiar. La sexualidad es un regalo de Dios y no un pecado”. Y con relación a las uniones de personas del mismo sexo dijo “que estas están bien si se hacen con fidelidad y responsabilidad. No afecta la relación con Dios”. Este obispo también es partidario de que el celibato sacerdotal sea abolido o en dado caso, opcional; es partidario de la ordenación sacerdotal de mujeres. Esta idea es compartida por el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Suiza, Mons. Markus Büchel, que dijo “soñar con la ordenación sacerdotal de muchas mujeres”. Otro ejemplo lamentable es el del obispo alemán Franz Jüng, que “ha declarado que no tomará ninguna medida en virtud del derecho laboral o disciplinario si se conocen hechos sobre los empleados de la diócesis Würzburg, la asociación diocesana de Cáritas y otras entidades jurídicas afiliadas que conciernen al estilo de vida personal con respecto a las parejas, la orientación sexual o la identidad de género de un individuo/persona; también en las actividades relacionadas con la predicación”. Y añade en su comunicado que “no tomará ninguna acción bajo la ley eclesiástica o disciplinaria contra los clérigos con respecto a su orientación sexual”. Y el cardenal Reinhard Marx, ha afirmado que la “sinodalidad de la iglesia alemana es el requisito básico para una nueva Iglesia y que la homosexualidad no debía ser una restricción a la capacidad de convertirse en sacerdote”.  Tenemos el caso del arzobispo de Argel (Argelia), Mons. Jean Paul Vesco, que afirmó que “el bautismo no es necesario para la salvación y que hay que deshacerse de la idea de que tenemos que evangelizar”.   

  Estos destructores siempre han querido destruir la Iglesia desde dentro y por eso la han infiltrado. Recordemos las palabras del papa Pablo VI que dijo “El humo de satanás está dentro de la Iglesia”.  Son los lobos vestidos de ovejas que han infiltrado el rebaño de Cristo para devorarlas sin piedad. ¿Puede algún católico decir o afirmar que esas palabras de amenaza a la Iglesia de Cristo aún no se cumplen? ¿Por qué quieren estos modernistas, lobos disfrazados de ovejas, destruir la fe, la doctrina, la moral y la tradición eclesial? ¿En qué quieren convertir la Iglesia de Cristo? Pues parece ser que lo que quieren es convertir la Iglesia de Cristo y su evangelio en una “institución y camino de puro humanismo” alejada de las verdades bíblicas y adherirla a la moral del mundo; hacerla o convertirla en parte del mundo, propiedad de mundo. Pero la Iglesia no es del mundo, sino que está en el mundo, y está para ser luz y guía que ilumina la oscuridad: “Ustedes son la luz del mundo”.  Pero, es que ya el mismo Jesús había profetizado esta amenaza a su Iglesia cuando dijo: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró grano bueno en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo, sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y echó grano, apareció también la cizaña” (Mt 13,24-26); y también: “Cuídense de los falsos profetas, los cuales vienen a ustedes como lobos disfrazados de ovejas” (7,15). Y tenemos, por otro lado, las advertencias marianas de nuestra Madre del cielo, en sus diferentes apariciones, donde ya nos habla de estas amenazas a la Iglesia de Su Hijo y de cómo éstas se harían presentes y la influencia que tendrían en los miembros de la jerarquía eclesiástica. Entonces, volvemos a preguntar: ¿Puede algún católico decir o afirmar que esas palabras de amenaza a la Iglesia de Cristo aún no se cumplen?

  Hay una triste y cruda realidad en el terreno de la fe muy marcada en nuestros tiempos: estamos transitando una gran crisis de fe. En nuestros días, son muchos los laicos, grupos, comunidades parroquiales, ministros ordenados, que están caminando por sendas distintas al designio original y revelado por Dios Padre en Su Hijo Jesucristo, su amado, su predilecto. Sabemos que muchos cristianos ya no escuchan la voz del Señor, la voz de Cristo; han cerrado sus oídos al Dios Único, vivo y verdadero, para abrirlos a los ídolos; los ídolos del modernismo y progresismo pagano. Las enseñanzas de Jesús están siendo rechazadas por muchos cristianos porque la consideran atrasadas y desfasadas. Hoy, muchos cristianos quieren vivir y, de hecho, practican un cristiano a la carta, en donde hay ideas y enseñanzas para elegir la que más guste y satisfaga sus deseos y apetencias. Para estos grupos y comunidades, la palabra “católico” ya es sólo un calificativo, título o una etiqueta. Son los católicos de boca, pero no de convicción. Son los creyentes que dicen “soy católico, pero estoy de acuerdo con el aborto, con las uniones homosexuales, el sacerdocio femenino, el fin del celibato sacerdotal o que sea opcional, etc. Son los que niegan la existencia de Satanás porque para ellos esto no es más que un invento de la Iglesia para amedrentar las conciencias de los creyentes”. Recordemos que el mismo Cristo fue tentado varias veces por Satanás; y el papa Francisco ya dijo que “con el diablo no se dialoga”. La autora María Vallejo Nájera, en su libro “Cielo e Infierno: verdades de Dios”, dice “que el gran triunfo del demonio en nuestros días es que el mundo crea que no existe. Esa ha sido su mayor trampa. Muchos jóvenes, incluso sacerdotes, les cuesta creer en la existencia del demonio; pero es un ser real”. Y el general de los jesuitas, Fr. Arturo Sosa Abascal, dijo en una entrevista para la revista Tempi, que “el diablo existe como una realidad simbólica, no como una realidad personal”. Esta es una afirmación heterodoxa que va en contra de la doctrina católica.

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