martes, 12 de abril de 2022

Soy católico, pero… (1ª parte)

 

 El cardenal alemán Reinhard Marx, en una entrevista publicada en la revista Stern, dijo recientemente que “el Catecismo de la Iglesia Católica no está escrito en piedra y que, por lo tanto, se permite dudar de lo que dice”. Recordemos que este cardenal es uno de los más influyentes prelados de Europa y forma parte, por decisión del Papa Francisco, del Consejo de Cardenales Asesores del Papa Francisco y también es Presidente del Consejo de Economía del Vaticano, y es uno de los principales artífices e impulsadores del “camino sinodal alemán”.

  A la pregunta que le hicieran de “¿cómo se debe acomodar a las personas homosexuales, queer o trans en la enseñanza católica?” Su respuesta fue: “Una ética inclusiva que imaginamos no se trata de ser laxa, como algunos afirman. Se trata de otra cosa: encuentro a la altura de los ojos, respeto por el otro. El valor del amor se muestra en la relación; en no hacer de la otra persona un objeto, en no usar o humillar a la otra persona, en ser fieles y confiables unos con otros. El Catecismo no está escrito en piedra. Uno también puede dudar de lo que dice”. Y Mons. Georg Batzing, sucesor del cardenal Marx como Presidente de la Conferencia Episcopal alemana, se le preguntó acerca de “si el sexo entre homosexuales está permitido”; a lo que respondió: “sí, está bien si se hace en fidelidad y responsabilidad. No afecta la relación con Dios”.

  Pero estas palabras del cardenal Marx, no son palabras simples ni baladíes. Con estas palabras, el mismo cardenal lo que está haciendo es exceder lo que se puede llamar un simple cambio de redacción del Catecismo. Estas palabras apuntan directamente a realizar un cambio en la doctrina y moral sexual católica, y que se lleva de corte y porrazo, la revelación bíblica. Así entonces, tenemos lo que acaba de suceder en la diócesis alemana de Friburgo que, ha autorizado a una persona transexual para dar clases de educación religiosa católica. Pero resulta que esta mujer biológica, que transitó a hombre, está en planes de boda en esta primera mitad del año con su compañera sentimental. Aquí se plantea una cuestión o problema moral: pues resulta que sería un matrimonio entre dos mujeres. A la pregunta que se le hiciera al vicario general de la diócesis, “¿cómo podría ser esto congruente con el Derecho Canónico y la normativa laboral?” La respuesta que dio fue: “Las leyes laborales de la Iglesia están siendo reelaboradas por los obispos alemanes”.  Pero ¿cómo se interpreta esta reelaboración? Pues como un ir acomodando la doctrina moral católica a los criterios del mundo. El Catecismo es el compendio de lo que cree y no cree la Iglesia, y que está fundamentado en la revelación bíblica, la tradición eclesial y el magisterio milenario católico, desde los apóstoles hasta el último de sus sucesores, con el papa a la cabeza.

  Sabemos de la insistencia y tozudez de este cardenal, junto a otros obispos, sacerdotes y laicos alemanes, de sus propuestas y “convencimiento” de que la moral sexual católica tiene que cambiar, y para esto, este cardenal promueve y defiende que el celibato sacerdotal debe de ser opcional o eliminado para que los sacerdotes se puedan casar; que los sacerdotes puedan ser no sólo heterosexuales, sino también de otras preferencias sexuales; que la Iglesia bendiga las uniones homosexuales, es decir, que sean sacramentales; la ordenación sacerdotal de las mujeres, acceso a la comunión sacramental de protestantes casados con católicos, etc.

  Pero volvamos a su respuesta reciente en la entrevista sobre el Catecismo: “El Catecismo no está escrito en piedra y que se puede dudar de lo que dice”. Este cardenal católico, así como otros muchos más prelados y fieles, cree que la enseñanza de Jesús, - Su evangelio -, puede, tiene y debe adaptarse al cambio de las épocas. Se olvida este cardenal de las palabras de Jesús: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, y también: “Vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio, enséñenle a la gente a cumplir todo cuanto yo a ustedes les he enseñado, y todo el que crea y se bautice, ese salvará”. Y no podemos dejar de mencionar las palabras del apóstol de los gentiles, san Pablo: “Pero, aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo les predicase un evangelio distinto del que les hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1,8). Y es que el discípulo no es más que su maestro, si bien el discípulo cumple con lo mandado por su maestro.

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