Estos prelados parece que han olvidado
intencionalmente, - porque no podemos alegarles ignorancia -, lo que dice la
Constitución Dogmática Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, en el numeral 10: “La
Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un sólo depósito sagrado
de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia… de suerte que prelados y fieles
colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión
de fe recibida. Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios
o transmitirla ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia,
cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio,
evidentemente, NO está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando
solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia
del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con
fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como
verdad revelada por Dios que se ha de creer. Es evidente, por tanto, que la
Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el
designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no
tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo
la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las
almas”.
Pero
claro que estas ideas de este cardenal y de otros prelados alemanes que van en
la misma línea de pensamiento, han encontrado la oposición y advertencia de
otros obispos de varios países. Algunas de estas opiniones en contra se han
manifestado en conjunto como la Conferencia Episcopal de Polonia; otras de
manera individual, como es el caso del obispo de Tyler-Texas, Mons. Joseph
Strickland, que dijo: “Marx ha dejado la fe católica, necesita ser honesto y
renunciar oficialmente”.
Una vez
más sigue la mentalidad de los llamados modernistas o progres que quieren y
están empeñados en devaluar y diluir la enseñanza de Cristo y su evangelio. Con
esta mentalidad lo que manifiestan es que están corrigiendo al mismo Cristo al
decirle que su mensaje no es válido para todos los tiempos y lugares, sino que
tiene y debe de irse adaptando a los cambios de los mismos. Es decir, para
estos modernistas y progres, es el evangelio el que tiene que irse adaptando a
nosotros y no al revés. Somos nosotros los que tenemos que iluminar el
evangelio y no el evangelio a nosotros. Somos nosotros los que debemos iluminar
el evangelio y la Iglesia, y no la luz de Cristo y del Espíritu Santo. Hacen
ver que el contenido de la Biblia es sólo una mera opinión personal de los
escritores de esos tiempos. Parafraseando al escritor Zygmunt Bauman: “Estos
prelados proclaman, defienden y anuncian un evangelio y una iglesia líquidos”.
Todo este pensamiento no es más que pura herejía. Y lo saben, pero no les
importa. El mismo cardenal Marx ya lo ha dicho: “Yo sé que estoy en contra
de la enseñanza de la doctrina católica, pero he querido expresar lo que
pienso”.
El
Catecismo de la Iglesia Católica no es un simple libro de consulta. Es el libro
que contiene nada más y nada menos todo lo que los cristianos católicos debemos
y tenemos que creer, y por qué debemos y tenemos que creerlo; así como lo que
no debemos ni tenemos que creer. Se podría calificar como el segundo libro,
después de la Biblia, más importante para la vivencia y práctica de nuestra fe.
El Catecismo contiene y conserva el Depósito de la fe. El cardenal Marx y los
otros prelados saben que nadie, en la Iglesia de Cristo, tienen la autoridad
para cambiar una sola letra del mensaje del Evangelio que ellos no inventaron
ni crearon. Ellos saben que Jesucristo no le dio esa autoridad a nadie, porque
el mensaje del Evangelio es de propiedad exclusiva de Cristo y nosotros sólo
somos sus mensajeros.
Pues
todo esto y otras cosas más, es lo que ha llevado a la Iglesia a vivir, a
adentrarse en una profunda y grave crisis de fe. Estamos viviendo un tiempo de
intensa oscuridad de fe y eclesial, no sólo por los ataques que viene sufriendo
la Iglesia desde fuera, sino y, sobre todo, por los ataques feroces que está
experimentando desde dentro de ella misma. Esto es, una vez más, el tomar el
Evangelio y Catecismo como si fueran un “menú” de restaurante para elegir lo
que más me gusta, más me conviene y pueda pagar. Jesús ya dijo que tenemos que “decir
sí cuando sea sí, y no cuando sea no… ya que a los tibios los vomita”.
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