miércoles, 13 de abril de 2022

Soy católico, pero… (2ª parte)

 

Estos prelados parece que han olvidado intencionalmente, - porque no podemos alegarles ignorancia -, lo que dice la Constitución Dogmática Dei Verbum, del Concilio Vaticano II, en el numeral 10: “La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un sólo depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia… de suerte que prelados y fieles colaboran estrechamente en la conservación, en el ejercicio y en la profesión de fe recibida. Pero el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios o transmitirla ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio, evidentemente, NO está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer. Es evidente, por tanto, que la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el designio sapientísimo de Dios, están entrelazados y unidos de tal forma que no tiene consistencia el uno sin el otro, y que, juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas”.

  Pero claro que estas ideas de este cardenal y de otros prelados alemanes que van en la misma línea de pensamiento, han encontrado la oposición y advertencia de otros obispos de varios países. Algunas de estas opiniones en contra se han manifestado en conjunto como la Conferencia Episcopal de Polonia; otras de manera individual, como es el caso del obispo de Tyler-Texas, Mons. Joseph Strickland, que dijo: “Marx ha dejado la fe católica, necesita ser honesto y renunciar oficialmente”.

  Una vez más sigue la mentalidad de los llamados modernistas o progres que quieren y están empeñados en devaluar y diluir la enseñanza de Cristo y su evangelio. Con esta mentalidad lo que manifiestan es que están corrigiendo al mismo Cristo al decirle que su mensaje no es válido para todos los tiempos y lugares, sino que tiene y debe de irse adaptando a los cambios de los mismos. Es decir, para estos modernistas y progres, es el evangelio el que tiene que irse adaptando a nosotros y no al revés. Somos nosotros los que tenemos que iluminar el evangelio y no el evangelio a nosotros. Somos nosotros los que debemos iluminar el evangelio y la Iglesia, y no la luz de Cristo y del Espíritu Santo. Hacen ver que el contenido de la Biblia es sólo una mera opinión personal de los escritores de esos tiempos. Parafraseando al escritor Zygmunt Bauman: “Estos prelados proclaman, defienden y anuncian un evangelio y una iglesia líquidos”. Todo este pensamiento no es más que pura herejía. Y lo saben, pero no les importa. El mismo cardenal Marx ya lo ha dicho: “Yo sé que estoy en contra de la enseñanza de la doctrina católica, pero he querido expresar lo que pienso”.

  El Catecismo de la Iglesia Católica no es un simple libro de consulta. Es el libro que contiene nada más y nada menos todo lo que los cristianos católicos debemos y tenemos que creer, y por qué debemos y tenemos que creerlo; así como lo que no debemos ni tenemos que creer. Se podría calificar como el segundo libro, después de la Biblia, más importante para la vivencia y práctica de nuestra fe. El Catecismo contiene y conserva el Depósito de la fe. El cardenal Marx y los otros prelados saben que nadie, en la Iglesia de Cristo, tienen la autoridad para cambiar una sola letra del mensaje del Evangelio que ellos no inventaron ni crearon. Ellos saben que Jesucristo no le dio esa autoridad a nadie, porque el mensaje del Evangelio es de propiedad exclusiva de Cristo y nosotros sólo somos sus mensajeros.

  Pues todo esto y otras cosas más, es lo que ha llevado a la Iglesia a vivir, a adentrarse en una profunda y grave crisis de fe. Estamos viviendo un tiempo de intensa oscuridad de fe y eclesial, no sólo por los ataques que viene sufriendo la Iglesia desde fuera, sino y, sobre todo, por los ataques feroces que está experimentando desde dentro de ella misma. Esto es, una vez más, el tomar el Evangelio y Catecismo como si fueran un “menú” de restaurante para elegir lo que más me gusta, más me conviene y pueda pagar. Jesús ya dijo que tenemos que “decir sí cuando sea sí, y no cuando sea no… ya que a los tibios los vomita”.

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