miércoles, 13 de marzo de 2024

Una humanidad que muere (1)

 

Por Pbro. Robert A. Brisman P.

  Decía Dostoievski en su novela Los Hermanos Karamazov que "si Dios no existe, todo está permitido"; y G.K. Chesterton señalaba que "cuando el hombre deja de creer en Dios, empieza a creer en cualquier cosa".

  Estas citas de estos autores vienen a propósito de echar una mirada a la debacle en la que viene caminando y hundiéndose esta sociedad moderna y progre, en esta espiral de muerte. Esto es consecuencia del alejamiento que viene asumiendo la humanidad, de Dios. Se ha apartado del Dios de la vida, para irse a entregar a los ídolos de la muerte.

  El reciente paso de este descalabro que ha dado el hombre en este sentido de camino hacia la muerte, lo tenemos en la aprobación constitucional del aborto por parte del poder legislativo francés a principios del pasado mes de marzo, y con votación mayoritaria abrumadora (780 a 72). Es decir, el aborto ahora es un derecho constitucional en Francia. La Francia que otrora era llamada "la hija predilecta y primogénita del catolicismo". Esto lo han asumido como un triunfo en sus aprestos disque para proteger los derechos de la mujer. Pero ¿en realidad es el aborto, el asesinato del niño por nacer, un verdadero derecho de la mujer? "Francia se ha convertido hoy, - 8 de marzo -, en el único país en el mundo cuya Constitución protege explícitamente el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en toda circunstancia", dijo el presidente Enmanuel Macron. La Francia que, desde hace años está transitando por una crisis demográfica profunda porque sus mujeres ya no paren, sino que las que están pariendo son las migrantes, sobre todo las musulmanas, con lo que esto ya sabemos significa.

  Y no contento con esto, ya el mismo presidente Macron, - masón -, ha dicho que es tiempo de que el mundo dé este mismo paso. Instando a la Unión Europea a que apruebe, - que más bien es que imponga -, en sus constituciones el derecho al aborto y de ahí se expanda a todo el mundo. Sus palabras exactas han sido: "No hallaremos reposo hasta que esta promesa se cumpla en todo el mundo".

  Da la impresión, con estos aprestos siniestros, que gran parte de la humanidad ya está cansada de vivir, y quiere y busca su muerte. Se ha alejado del Dios de la vida. Esta humanidad ya no se rige por los mandatos ni enseñanzas de Dios, sino por los mandatos de su propia voluntad. El Dios de la vida ha sido sacado de la ecuación, para dar paso al dios Moloc, el dios asesino: “No entregarás ningún hijo tuyo como ofrenda para Moloc; no profanarás el nombre de tu Dios” (Lev 18,21). Es el repudio al Dios único, vivo y verdadero. Y el escritor argentino Lucas Carena, en su libro La Conspiración de Medea, señala: “La venganza de Medea es, estamos ya en condiciones de afirmarlo,  el síndrome de nuestra época:  estamos viviendo momentos donde  se naturaliza el genocidio de niños por nacer, a manos de sus propias madres con el pseudoargumento  (o la excusa) de que, esto es una conquista más dentro de las luchas que la mujeres  vienen llevando adelante contra el machismo y la sociedad patriarcal… Nuestra sociedad sufre el síndrome de Medea, que refiere a un conjunto de síntomas que caracteriza a aquella madre que, como efecto de conflictos y estrés derivados de la relación de pareja, descarga su frustración con agresividad hacia su descendencia, llegando incluso a utilizar a su progenie como un instrumento de poder y venganza”.

  Pero, tengamos en cuenta que este declive de la natalidad no sólo es en Francia. En toda Europa, - a excepción de Hungría y Polonia que han implementado políticas públicas de apoyo, ayuda y promoción para que sus mujeres tengan hijos -; siendo España la nación con la tasa de natalidad más baja de la Unión Europea. Este es un grave problema y se extiende a otros países de América, - sobre todo Estados Unidos de Norteamérica, Canadá, México, Colombia, Argentina, Brasil, etc.; - se vienen imponiendo estas políticas genocidas, y en otros países se viene presionando para que suceda lo mismo, con la amenaza de que, si no legislan en este sentido, pues no recibirán las ayudas económicas para sus proyectos sociales.

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