Por Pbro. Robert A. Brisman P.
Pero, a estas legislaciones abortistas,
también se une otro método de asesinato que es la eutanasia. Pronto veremos, de
seguir así, que por un simple dolor de cabeza ya la persona a lo mejor no
quiera seguir viviendo y vea que no hay otra salida que provocarse la
"muerte digna".
A esto, ya el mismo presidente Macron ha
anunciado que va por su ley de eutanasia. La ley se llama “muerte asistida”.
Dijo: “Es una ley de fraternidad, que concilia la autonomía del individuo y
la solidaridad de la nación. No crea, propiamente hablando, ni un derecho ni
una libertad, sino que traza un camino que no existía hasta entonces y que abre
la posibilidad de solicitar asistencia para morir bajo ciertas condiciones
estrictas”. ¡Puras mentiras! El asesinato disfrazado de piedad. De
aprobarse esta ley de eutanasia, pues ya en Francia será una especie de
maldición llegar a la vejez, estar enfermo, tener alguna discapacidad. En fin,
habrá gente que serán un estorbo para el estado y la única salida que le
ofrecerá el mismo estado es que se suicide para que no sea una carga ni un
sujeto de gastos económicos innecesarios, tanto para el estado como para la
familia. Ya lo dijo el profesor Jerome Lejeune: “La calidad de una
civilización se mide por el respeto que muestra a sus miembros más débiles”.
Esta triste y nefasta realidad nos lleva a
preguntarnos: ¿Ya no vale la pena vivir? ¿Por qué nuestros políticos se han
dejado arropar por esta farsa y frenesí asesina? ¿Por qué muchos cristianos,
sabiendo los fundamentos de nuestra fe en el Dios de la vida, votan a políticos
que apoyan estas ideas genocidas y liberticidas, y permanecen tan campantes,
como si nada pasara?
Estas son señales de que estamos viviendo en
un mundo sin Dios. Al apartar a Dios y apartarse de Dios, el hombre se está
destruyendo a sí mismo, se ha convertido en lobo del mismo hombre, como diría
Hobbes. Y es que un mundo hecho por el hombre corre el riesgo de volverse un
mundo inhumano.
Es bueno aquí recordar las palabras del papa
San Pío X, en su encíclica Vehementer Nos (1906): "Ya no hay
formas de hacerse ilusiones. Han declarado la guerra a todo lo que es
sobrenatural, a Dios, a Cristo. Y lo que quieren borrar de la mente y el
corazón del hombre es a Dios. La lucha será feroz e implacable por parte de
quienes la capitanean. Mientras combatimos, se esperan pruebas más duras de las
que hemos conocido hasta ahora. No importa lo violenta que sea la batalla. Al
final, la victoria será nuestra".
Y es que los países no pueden conservarse
establemente por mucho tiempo, ya que, con la ruina de las instituciones y
costumbres cristianas, se destruyen los fundamentos que sirven de base natural
a la sociedad, como es el caso de la institución familiar y en ella, la
protección y defensa de la vida de los más indefensos.
Es la imposición del nuevo paganismo,
laicismo y progresismo de la sociedad occidental que se revuelca en el fango de
la perversidad moral que se manifiesta en la pérdida del sentido sobrenatural.
De esta manera, la sociedad moderna y progre, ha proclamado el endiosamiento y
primacía del cuerpo y sigue a la deriva de su deshumanización.
En la Francia de la libertad, de la igualdad
y de la fraternidad se ha establecido como derecho constitucional el asesinato
del aborto. El cardenal Carlo Caffarra, ex Prefecto del Instituto Pontificio
Juan Pablo II de estudio sobre el matrimonio y la familia, comentando la
encíclica Evangelium Vitae, como escenario de la lucha entre la Trinidad
Divina y la trinidad satánica, que busca imponer la cultura de la muerte,
señaló: "Cuando el delito es llamado derecho, ya no nos enfrentamos a
un simple colapso moral, sino a un colapso mental”.
Es una realidad que, en la historia humana ha
habido abortos, sin embargo, jamás - ni siquiera en la época pagana
precristiana -, se pensaba que el recurso al aborto, pudiese ser un derecho. Es
decir, una facultad del sujeto, garantizada por el orden jurídico y, por lo
tanto, un principio inviolable.
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