martes, 22 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (5ª parte)

 

La Iglesia Católica no puede acomodar el mensaje del evangelio a los gustos, antojos y apetencias de las personas. No es el evangelio el que tiene que acomodarse a nosotros; somos nosotros los que tenemos que dejarnos iluminar por el evangelio de Cristo: “Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando”. Por dejar la Iglesia de cumplir con su misión de evangelizar, para cambiarla por anunciar un mensaje que raya más bien en el buenismo, es lo que en gran parte ha provocado y sigue provocando que un gran número de fieles católicos la abandonen y otros no encuentren en su mensaje algo atrayente. Tenemos el ejemplo triste de la Iglesia Católica en Alemania y otros países europeos; así como en Argentina, Chile, Colombia, México, Canadá, Estados Unidos de América, etc. En estos países, para muchos de estos fieles, la Iglesia ha dejado de ser sacramento de salvación y Cuerpo Místico de Cristo, y ha pasado a convertirse en un grupo religioso más que se mueve como una especie de empresa religiosa o iglesia democrática, donde sean los fieles los que escojan a los obispos, párrocos y decidan quién se puede ordenar y quién no, etc. Recordemos que la Iglesia es una realidad sobrenatural, que apunta hacia la salvación de las almas, y no una realidad sociopolítica.

  En estos momentos, la Iglesia Católica, por iniciativa del papa Francisco, ha iniciado lo que ha llamado “Camino Sinodal”. Pero ¿puede servir este camino sinodal para que la Iglesia pueda resolver todos los problemas que hay dentro de ella y pueda dar las respuestas adecuadas a las diferentes realidades pastorales en lo externo? Podría decir que la respuesta está en la medida en que ella vuelva, retorne a su origen, a su fuente, a su fundador; en la medida en que vuelva a Cristo. El papa Pablo VI, en su encíclica Ecclesiam Suam no. 3, dijo: “… el pensamiento, decimos, de que  ésta es la hora en que la Iglesia debe profundizar en la conciencia de sí misma, debe meditar sobre el misterio que le es propio, debe explorar, para propia instrucción y edificación, la doctrina conocida, y este siglo estudiada y difundida, acerca de su propio origen, de su propia naturaleza, de su propia misión, de su propia suerte final; pero doctrina nunca suficientemente estudiada y comprendida, ya que contiene la dispensación del misterio escondido por los siglos en Dios.. a fin de que venga a ser conocida.. a través de la Iglesia…”; y G. K. Chesterton dijo: “Porque a veces es necesario caminar hacia atrás, como un hombre que, habiendo tomado el camino equivocado, retrocede hasta el poste de señales para encontrar la ruta correcta. El hombre moderno se parece en cambio a un viajero que ha olvidado el nombre de su destino y tiene que volver a su punto de partida, para encontrar hacia dónde dirigirse. Que el mundo ha perdido su camino, pocos lo negaran” (La Nueva Jerusalén, p. 13).

  No es la tecnología ni el marketin lo que ayudará a la Iglesia a darle respuesta a todo lo anterior. La Iglesia necesita siempre de una reforma, pero esa reforma es en lo que se ha llamado “reforma en santidad”, que viene dada y está cimentada en su fundador, que es el santo de los santos, Cristo. Fuera de Cristo y de su Gracia, la Iglesia y los cristianos, no estaremos enteramente libres de nuestra debilidad y de su servidumbre, sino que todos tenemos necesidad de Cristo, modelo, maestro, salvador y vivificador (Ad Gentes). La Iglesia es santa y pecadora al mismo tiempo. Santa porque santo es su fundador, Cristo; y pecadora porque la formamos nosotros los hombres con nuestros defectos, debilidades, flaquezas y limitaciones. A pesar de haber recibido el bautismo, permanece en el alma la concupiscencia, que procede del pecado y al pecado inclina. La Iglesia tiene que ser capaz de producir nuevos santos. Si hace esto, entonces se está dando la tan anhelada reforma en santidad. El futuro de la Iglesia no dependerá de lo que ella haga a nivel estructural, sino en la medida que ella vuelva y se deje renovar permanentemente en, por y para Cristo: “Solamente mi gracia les basta”.

  El Concilio Vaticano I declaró: “Cristo, pastor eterno, decidió fundar la Santa Iglesia para perpetuar la obra salvífica de la redención” (Dz 1821). Cuando afirmamos que la Iglesia es “sacramento de salvación”, lo que queremos decir es que en ella encontramos todos los medios necesarios para salvarnos: los mandamientos de Dios y los sacramentos que nos comunican la Gracia santificante de Cristo, su misma vida. Porque Cristo es la cabeza de la Iglesia y nosotros somos su cuerpo, como nos lo dice san Pablo; y de él nos viene la salvación. La Iglesia no salva por ella misma, pero sí es camino, medio e instrumento establecido por Cristo para alcanzar la salvación. La Iglesia es la comunidad de fieles que profesando una misma fe, viviendo una misma ley, participando de unos mismos sacramentos y obedeciendo a un mismo pastor, buscan la salvación eterna de su alma.

1 comentario:

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