jueves, 17 de febrero de 2022

El humo de satanás ha entrado en la Iglesia (3ª parte)

 

 El hombre se sigue apartado de Dios, de su evangelio, de su Iglesia, y busca su bienestar y felicidad por su propio camino: “Ten en cuenta esto: en los últimos días, se presentarán tiempos difíciles. Pues los hombres serán egoístas, codiciosos, arrogantes, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, crueles, implacables, calumniadores, desenfrenados, inhumanos, enemigos del bien, traidores, temerarios, envanecidos, más amantes del placer que de Dios, guardarán ciertos formalismos de la piedad, pero habrán renegado de su verdadera esencia. Apártate también de éstos” (2Tim 3,1-5).

  La ciencia, los avances tecnológicos en gran medida, han contribuido a esto. Se ha querido siempre relegar el evangelio y su influencia al ámbito de lo privado, que no tenga nada que ver en el ámbito público. Pero es que ya en lo que se refiere a lo privado, también se le está atacando de manera que en algunos ambientes eclesiásticos se vigila el qué se dice o qué no se debe decir en las homilías, cometiendo la afrenta hasta de influenciar para cambiar algunos textos bíblicos o toda la Biblia, - como, por ejemplo, la creación de la mal llamada “biblia inclusiva” que presenta la caricatura de Dios como personaje o ser neutro -; así de cómo deben los cristianos educar a sus hijos, etc. Estamos ya en lo que se puede calificar como la dictadura del pensamiento único o lo políticamente correcto. Por otro lado, también se está fomentando o propiciando la denominada “cultura de la cancelación” dentro de la misma Iglesia. Lo cierto es también que estos elementos señalados, así como otros más, están provocando que el cristianismo católico, sobre todo, sea atacado permanentemente hasta reducirlo o hacerlo desaparecer, utilizando incluso otras creencias religiosas como el islam.

  Pero ¿por qué estos ataques están, en gran medida, teniendo éxito? Pues porque dentro de la Iglesia Católica hay prelados que están alineados con los enemigos de Cristo. Para que el mal haya avanzado y llegado al punto donde está, necesita del contubernio de muchos de los que están dentro de la Iglesia. Es la puesta en práctica del dicho “divide y vencerás”. En gran parte de la Iglesia, Dios ha dejado de ser el centro, para darle lugar a la centralidad del hombre. Ya no se trata de predicar el Reino de Dios ni el evangelio de salvación, sino predicar el “evangelio del bienestar”. Se abandona la amistad con Dios, para pasar a ser amigos del mundo, de las élites luciferinas que se asientan en las naciones poderosas con sus riquezas materiales y exvotos.

  La doctrina católica se ha corrompido. Se han invertido los mandamientos de la ley de Dios: el amor al prójimo ha desplazado el primero de los mandamientos de amar a Dios sobre todas las cosas. Es la religión del buenismo donde lo que ha tomado y está tomando la preminencia es hablar del ecologismo, las migraciones, la fraternidad universal -, (que es un concepto meramente masónico que parte de la Revolución Francesa, con sus tres pilares de “igualdad, libertad y fraternidad”); y el cambio climático, por sobre la doctrina universal de la salvación, los valores o principios innegociables de la doctrina católica (vida, familia y matrimonio, libertad de educación y religiosa, y bien común). Se predica que con solo ser buenos es suficiente para ir al cielo, sin necesidad de cumplir con los mandamientos de Dios ni contar con su ayuda, con su gracia. Esta idea contradice la enseñanza del mismo Cristo que dijo: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos; sino el que escucha mis palabras y las ponga en práctica, ya que será como el hombre prudente y sensato, que edifica su casa sobre roca firme”, y también “Sin mi nada podrán hacer”.

  Pero ¿quién o cuál es este grupo que ha infiltrado a la Iglesia? Este grupo tiene su nombre y está bien identificado. Es la masonería eclesiástica, que se ha dedicado a ir corrompiendo la doctrina católica con el pasar del tiempo. El apóstol de los gentiles, san Pablo, ya había advertido en 2Tim 4,3: “Llegará el momento en que la gente no tolerará la sana doctrina, sino que, siguiendo sus propios deseos, dejará de escuchar la verdad”. Los obispos de la Iglesia Ortodoxa llaman a la masonería “Organización Internacional Secreta” y afirman que “no es simplemente una unión filantrópica o una escuela filosófica, sino que consiste en un sistema que recuerda a las antiguas religiones y cultos paganos y esotéricos, y añaden que, tales conexiones entre la francmasonería y los antiguos misterios idolátricos se manifiestan también en las ceremonias de la iniciación” (Walton Hannah Darknes). Así, la francmasonería no puede ser compatible con el cristianismo. Lo propio haría el papa Pío X en su encíclica Pascendi, señalando: “Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera sino desde dentro”; también el papa León XIII en la encíclica Humanum Genus, que es un documento de condenación de la masonería y la excomunión de todo católico que sea parte de esta. Sentencia que sigue vigente hasta nuestros días. Tenemos también el Canon 2335 del Código de Derecho Canónico del 1917: “Quien se inscribe en la secta masónica o en otras asociaciones del mismo género, que maquinan contra la Iglesia o las legítimas autoridades civiles, incurre ipso facto (por el mismo hecho, de manera inmediata) en la excomunión reservada simplemente a la Santa Sede”. Es el tiempo de la batalla. Pero no de la batalla de las armas convencionales. Es la batalla de poderes espirituales, y el triunfo del bien sobre el mal está asegurado por aquel que ya venció al demonio y al mundo, Cristo: “Ánimo. No tengan miedo; yo he vencido al mundo”.

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