El tema de las vacunas no es del ámbito
doctrinal ni moral ni de fe. Es un tema meramente de ciencia. Por esto mismo,
la Nota publicada por la CDF, no es un documento infalible, sino más bien una
opinión argumentada desde los conocimientos científicos, pero sin ningún peso y
obligación moral. Por eso deja en claro que la vacunación debe ser voluntaria,
aunque sea un bien. Por otro lado, los obispos puertorriqueños aluden que, si
el papa Francisco se inoculó, nosotros también debemos hacerlo. Eso es falso. El
papa Francisco tomó una decisión personal y hay que respetarla, pero esa acción
no tiene ningún peso de obligatoriedad para los demás. Aducen también que hay
que tomar en cuenta que el papa dijo que vacunarse es un “acto de amor”: el que
piense que la vacuna hará bien para todos, pues la persona puede tener un
motivo aquí para hacerlo. Pero ¿y si cree lo contrario? ¿si cree que esta
vacuna es dañina para el ser humano? Pues por el mismo amor al prójimo, no se
vacuna.
Hay que
tener cuidado de cierta manipulación que podemos hacer de la persona de Cristo
y mensaje evangélico con este tema. Esto se podría entender incluso hasta como
una blasfemia. ¿Jesús apoya esta vacuna? ¿Esto vendría siendo parte del mensaje
del evangelio? ¿Los discípulos predicaron la bondad o necesidad de vacunarse
cuando apareciera una enfermedad? Ah, ¡es que tenemos que obedecer a las
autoridades, porque así lo dice la Biblia en Rm 13,1! ¿Y el amor al prójimo
dónde queda? “Ahora es que tienes que obedecer y callar”. Es verdad que los cristianos
debemos ser ciudadanos ejemplares: un buen cristiano, sabe y debe ser un buen
ciudadano. Los cristianos tenemos derechos civiles como cualquier otro
ciudadano; no solamente es callar y obedecer. Tenemos el derecho a protestar de
todo aquello que consideremos que vulneran esos derechos y que es erróneo.
Recordemos, por si alguien aún no se ha dado cuenta, que Jesús no fue un
ciudadano sumiso a la autoridad. Ser un buen ciudadano no es solamente
someterse sin más; sino, sobre todo, participar activamente en la sociedad
civil haciendo oír nuestras voces, trabajando por unas leyes más justas para
una convivencia mejor.
Por
otro lado, en cuanto a la decisión del obispo de Arecibo de no enviar a sus
seminaristas al seminario interdiocesano aprobado por el Vaticano, tampoco es
causa de destitución. Cada obispo tiene autoridad plena en su diócesis y asume,
en conciencia, todo aquello que él considere que es lo que más le conviene a los
feligreses de su diócesis, siempre y cuando no vaya en contra de la sana
doctrina católica, ni la fe, ni la moral ni las buenas costumbres.
Las
Conferencias Episcopales no tienen autoridad sobre el obispo diocesano. ¿Cuál
es la naturaleza de la Conferencia Episcopal? ¿Cuál es su función? ¿Para que
existen? El canon 447, del Código de Derecho Canónico dice: “La Conferencia
Episcopal, institución de carácter permanente, es la asamblea de los obispos de
una nación o territorio determinado, que ejercen unidos algunas funciones
pastorales respecto de los fieles de su territorio para promover, conforme a la
norma del derecho, el mayor bien que la Iglesia proporciona a los hombres,
sobre todo mediante formas y modos de apostolado convenientemente acomodados a
las peculiares circunstancias de tiempo y de lugar”. Es decir, del ministerio del obispo diocesano
es ejercido personalmente por cada obispo individual en el ámbito de la Iglesia
Particular a él confiada. En pocas palabras, no es función de la Conferencia
Episcopal trazarle pautas o directrices a los obispos diocesanos; la Conferencia
Episcopal no es una especie de organismo de gobierno centralizado de la Iglesia
Católica. La Conferencia Episcopal es un organismo colegiado, apostólico; no
piramidal ni autocrática; no es una especie de “comité central político” de la
Iglesia Católica.
En
definitiva. Lo que se ha hecho con este obispo de la diócesis de Arecibo al
destituirlo, fue una acción arbitraria, discriminatoria e injusta. En ningún
momento ha habido manifestación de su parte de no comunión episcopal y
eclesial. Se le conoce por ser un defensor de la doctrina, la fe y la moral
católica en su diócesis, como en la isla. Ha sido un acérrimo defensor de la
institución familiar natural, querida y establecida por Dios desde la creación
y promovida y defendida por la doctrina católica; luchador contra la imposición
de la agenda de la Ideología de género y el aborto en la isla.
En el
decreto de su destitución se afirma que no ha cometido ningún delito, ni leve
ni grave, que se le señale. Entonces ¿Cuál ha sido la verdadera causa de su
destitución? ¿Defender y promover la verdadera doctrina católica en materia de
fe, moral y costumbres? Si se le señala como “falta o delito” el estar a favor
de la objeción de conciencia, ¿qué no es eso lo que enseña nuestra Iglesia? ¿O
se le puede señalar su negativa a enviar a sus seminaristas al seminario
interdiocesano? Pero él tiene la autoridad y potestad para decidir lo que mejor
sea para sus feligreses, incluyendo sus seminaristas. No es obligatorio que los
envíe a ese seminario, si tiene otras posibilidades mejores en su diócesis más
conveniente. Al mismo tiempo, a este obispo no se le dio la oportunidad de
defenderse. Sólo como defensa de este obispo destituido, tenemos lo expresado
por el arzobispo emérito de La Plata, Mons. Héctor Agüer, que dijo: “Avanza
implacable el progresismo que impone la Santa Sede, sin importarle que hace víctima
a hombres de Dios, cuya acción lleva a florecer la vida de la Iglesia. El obispo
de Arecibo, Mons. Daniel Fernández Torres, ha sido depuesto de su diócesis por
defender la objeción de conciencia, ante la ridícula obligación moral de
vacunarse, impuesta por la Santa Sede”. Continua el arzobispo Agüer: “La
Iglesia actual ya no se ocupa ni de Dios, ni del mandato de Cristo de
evangelizar, sino solamente de imponer nuevos paradigmas y de adherirse a los
principios de un Nuevo Orden Mundial, ajeno a la ley natural, y a la revelación
cristiana”. Esta destitución arbitraria, injusta y discriminatoria, ¿a
quién afecta más: al obispo en cuestión o a la Institución religiosa, que ha
violado su propia legislación?
En fin,
vuelvo a decir que esta destitución es arbitraria, discriminatoria e injusta.
Es la consecuencia de mantenerse fiel a Cristo, a Su evangelio y a Su iglesia.
Por asumir una postura políticamente incorrecta, le vino esta sanción. Ya
Cristo había advertido sobre estas contrariedades que enfrentarían sus fieles
discípulos. Pero hay que mantenerse fieles hasta el final, si es que queremos
llegar a la salvación. Ya el mismo obispo Fernández Torres, en su carta pública
lo ha dicho: “Me siento bienaventurado por sufrir persecución y calumnia,
por anunciar la verdad de la dignidad del hombre en unas circunstancias como
las actuales en las que resulta incómodo: se opone a nuestras acciones”. Y
sigue diciendo: “Lamento mucho que en la Iglesia donde se predica tanto la
misericordia, en la práctica algunos carezcan de un mínimo sentido de la
justicia”. Y, aun así, dice mantener su total obediencia y comunión al papa
y la Iglesia. Pero ¿y por qué no se ha actuado de manera igual y hasta con más
rigor, contra los obispos alemanes que claramente están en un camino sinodal
cambiando la doctrina y moral católica y se han ido de frente contra el papa,
al grado de afirmar que si Roma, el Vaticano, el santo padre no aprueba sus
conclusiones cuando se las presenten, habrá un cisma más fuerte y desgarrador
en la Iglesia Católica peor que el que encabezó Martin Lutero? Y como estos
obispos alemanes, también los hay con el mismo pensamiento en otros países del
globo terráqueo. ¡Las tinieblas siguen avanzando sobre la Iglesia de Cristo y
el humo de satanás se esparce más!