Por Pbro. Robert A. Brisman P.
Estas preguntas se responden de esta manera:
la Iglesia existe para evangelizar. Su misión es la salvación de las almas. En
una visita de los obispos de Papua-Nueva Guinea al papa Benedicto XVI, éste les
dirigió estas palabras: “La misión de la Iglesia es predicar el evangelio a
todas las naciones más allá de las fronteras establecidas por los hombres”.
Al decir estas palabras ¿el Papa Benedicto estaba dando una nueva misión a la
Iglesia? ¿Se estaba inventando incursionar en un nuevo terreno, hasta hace un
tiempo, olvidado por ella? Estas preguntas las podemos parafrasear con el dicho
popular, a manera de pregunta: ¿Estaba el Papa descubriendo el agua tibia? Pues
ya sabemos la respuesta. Y esta nos la da el mismo Jesús en su Evangelio: “Se
me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan
discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto yo les he mandado”
(Mt 28,18-20). Siguió diciendo el Papa Benedicto XVI a los obispos de
Papua-Nueva Guinea: “Deben llevar a todas las naciones, razas e idiomas, a
Jesucristo el Salvador, en el que se revela la plenitud de la humanidad y la
verdad. Y también: “Deben seguir aplicando las verdades eternas del evangelio a
las costumbres de las personas, al servicio de las cuales está la Iglesia, con
el objetivo de reforzar y consolidar los elementos positivos que hay en ellas y
purificando otros, si es necesario”.
Todo lo anterior viene a razón de que, en
estos últimos años, y más recientemente en estos últimos meses, se han dado
unas declaraciones y hechos nefastos y tristes de algunos obispos, sacerdotes e
instituciones de la Iglesia católica que ponen en evidencia la infiltración
ideológica del modernismo, del progresismo y la infidelidad a Cristo y la sana
doctrina milenaria católica, que lo único que provocan son escándalos en los
feligreses y manifiestan también lo que ya había anunciado nuestra Madre Santísima
en algunas de sus apariciones. Por ejemplo, la aparición en Garabandal- España,
la Virgen dijo: “Antes la copa se estaba llenando, ahora está rebosando.
Muchos Cardenales, Obispos y Sacerdotes van por el camino de la perdición y con
ellos llevan a muchas más almas. A la eucaristía se le da cada vez menos
importancia. Deben evitar la ira del buen Dios sobre ustedes con sus esfuerzos”.
Cuando se estaba preparando el Sínodo sobre
la amazonia, un sacerdote italiano P. Corrado Dalmolego, que realiza su trabajo
misionero en esas tribus indígenas de América del Sur, dijo a manera de orgullo
o de presunción de que, “En 53 años de trabajo eclesial en esa zona, nunca
han administrado el sacramento del bautismo”. Él se justificaba con estas palabras:
“Estas tribus de los yanomanis, con la vivencia de la propia religiosidad,
de la propia espiritualidad, ayuda a la misma Iglesia a limpiarse, quizás de
esquemas, de estructuras mentales, que pueden haber quedado obsoletas e
inadecuadas”. Sigue diciendo que “los yanomamis ayudan a la Iglesia a
defender este mundo, y a construir una ecología integral, al establecer puentes
entre los conocimientos tradicionales y los conocimientos modernos, ecológicos,
de la sociedad occidental”.
Bueno, como vemos, para este misionero el
cumplir con el mandato de Jesús es una cosa del pasado, obsoleta, abusiva y
anacrónica. Este sacerdote le ha enmendado la plana al mismo Cristo y es como
si le dijera en su cara, que está equivocado. Las palabras de Cristo, para este
sacerdote, hace tiempo que pasaron, han caducado. Y la Iglesia no tiene nada
que cambiar ni proponer ni enseñar a estas tribus, sino más bien es la Iglesia
la que tiene que aprender de ellos.
Un segundo ejemplo de esta mentalidad antievangélica
y anti doctrinal, la tenemos en el que fuera el responsable de la Jornada
Mundial de la Juventud del año 2023 en Lisboa-Portugal, el obispo y futuro cardenal
de entonces, Mons. Américo Aguiar. Este obispo católico, en una entrevista que
ofreció antes del inicio de la JMJ, se destapó con la siguiente afirmación: “Nosotros
no queremos convertir a los jóvenes a Cristo ni a la Iglesia Católica ni nada
de eso, en absoluto”; siguió diciendo que “La JMJ nunca es para los
católicos…nunca los papas hicieron una invitación para los jóvenes católicos,
siempre fueron invitaciones a los jóvenes del mundo entero. Es muy importante
que los jóvenes que vienen a Lisboa, a Portugal, conozcan a otros jóvenes de África,
Asia, América, ricos, pobres, de occidente, católicos, no católicos, con
religión, sin religión, con fe y sin fe, y comprender primero que esta
diversidad, cualquiera que sea, es una riqueza. De ahí en adelante, que se
cuiden, que se amen, que tengan el gusto de estar juntos”.
O sea, dicho de otra manera. Para este obispo
y cardenal, las JMJ son un paseo turístico. Es una actividad organizada por la
Iglesia Católica para que, principalmente jóvenes de todo el mundo, se den un
paseo a un país, gasten un dinero para conocer a otros jóvenes y, fomenten las
relaciones sociales.
A este obispo hay que recordarle las palabras
de san Pablo en 1Cor 9,16: “! ¡Ay de mí, si no evangelizo!”. Este apóstol
de Cristo, junto al trabajo de la Iglesia, lo que buscan es que todos nos
sometamos al señorío de Jesucristo. Por eso la Iglesia anuncia a Jesús. El Papa
san Juan Pablo II siempre le dio a las JMJ un impulso evangelizador. Las JMJ no
son para celebrar la diversidad y las diferencias. Son un encuentro
evangelizador, porque Cristo es el centro de ellas y el que convoca por medio
de su Iglesia: “Donde dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos” (Mt 18,20).
Pero, más recientemente, tenemos las
declaraciones del obispo de la diócesis alemana de Essen, Mons. Franz-Josef
Overbeck, - ¡otra vez los obispos alemanes! -; que se acaba de destapar con
estas palabras: “No necesitamos evangelizar a todo el mundo ni ganar adeptos
para una forma específica de vida eclesiástica”. Sigue diciendo que “conoce
a muchas personas que viven de manera natural sin Dios. Que no necesitan
religión, ni fe, y mucho menos una Iglesia; que son felices y están
satisfechas: llevan a menudo una vida plena, y no por ello son personas
egoístas”.
Entonces, según las palabras de este obispo, nos
preguntamos: ¿Basta ser solamente buenos para salvarnos? ¿Eso fue lo que predicó
Jesús? Ya lo dice el dicho popular que “de buenas intenciones está lleno el
camino al cielo”. Y Jesús dijo que “no todo el que me diga Señor, Señor, se
salvará… sino el que escuche su palabra y la ponga en práctica”. Y san
Agustín dijo: “El que te creó sin ti, no te puede salvar sin ti”. No olvidemos
la parábola de las Vírgenes necias y prudentes en el evangelio de san Mateo 25,
1-13.
Esta es la nueva doctrina que se predica en
muchos ambientes eclesiales católicos: el buenismo. Si esto es cierto, pues
¿Qué sentido tuvo la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección del Hijo de
Dios? Es verdad que Dios es el que tiene la última palabra en lo que respecta a
nuestra salvación, y salva a quién quiere. Pero, él estableció la manera de cómo
accedemos a la salvación. Es verdad que Dios nos ama incondicionalmente, pero
no nos salva incondicionalmente. Esto no es más que la equivocada teología luterana
y calvinista.
Otro hecho lamentable que sucedió en estos
días recientes fue el escándalo que suscitó el anuncio de una obra teatral
titulada “María Maricón”, nada más y nada menos que a presentarse en la Universidad
Pontificia Católica de Perú, y que gracias a las protestas de muchos feligreses
y algunas instituciones particulares, así como la pronunciación contundente de
la Conferencia del Episcopado de Perú, y del Cardenal de Lima, que manifestó su
indignación y rechazo, señalando que “la obra incluía elementos agresivos e
irrespetuosos contra la fe de nuestro pueblo y que la promoción del evento fue
igualmente injuriosa hacia nuestra fe cristiana”. Pues debido a estas
manifestaciones de rechazo, la obra blasfema fue impedida de presentarse en el
campus universitario. Al enterarnos de esto, vemos cómo viene avanzando la persecución,
la burla y la discriminación contra la fe cristiana católica y su veneno ideológico
dentro de la Iglesia. ¿Cómo es posible que una universidad pontificia permita
estas acciones blasfemas dentro de su ámbito académico en contra de la Iglesia?
¿Quién dirige esa Universidad?
Pues si la Iglesia no cumple con su misión
para la que fue creada y enviada, no tiene ningún sentido su existencia. Ya el Papa
Benedicto XVI había dicho que la misión de la Iglesia no es la de gobernar a
los pueblos. La Iglesia ha sido puesta por el mismo Jesús como faro que ilumina
al mundo: “Ustedes son la luz del mundo”; y también dijo que “somos
la sal de la tierra”. Si no cumplimos con este cometido y misión, pues no
tenemos ningún sentido de existir. Como dijo el Papa Francisco que, “no
seriamos más que una ong gigante”.
Tomemos conciencia de nuestro ser e identidad
como Iglesia de Cristo. Conciencia de nuestra misión en el mundo. La Iglesia católica
no es una multinacional, sino una comunidad religiosa, - el cuerpo místico de
Cristo de la cual él es nuestra cabeza -, que fue creada con una misión específica
de velar por la salvación de las almas, porque ese fue el mandato que le dio su
fundador. Dejemos ya de seguir engañando a la gente. Concentrémonos en la predicación
del evangelio de Cristo y no lo sigamos sustituyendo por conceptos mundanos del
ecologismo, multiculturalismo, cambio climático, veganismo, migración. Prediquemos
a Cristo vivo, su amor, su misericordia; la conversión de nuestros corazones y nuestra
mente. Llevemos a la gente a tener un verdadero encuentro de fe con Cristo. Enseñémosle
a la gente a comunicarse con Dios por medio de la oración de fe, confiada,
humilde y perseverante.
El sacerdote debe conocer realmente a Dios
desde su interior y así llevarlo a los hombres:
este es el servicio principal que la humanidad necesita hoy. Busquemos
la manera de acercar a la gente a que experimenten la misericordia de Dios en
el sacramento de la reconciliación y su amor en la eucaristía. La gente quiere
ver en los sacerdotes a verdaderos pastores de Cristo y no burócratas de lo
sagrado. Preocupémonos por ser verdaderos y fieles maestros de vida espiritual,
y no instrumento del demonio para la perdición de las almas.
En Deuteronomio 10,8, leemos: “En aquella
ocasión destinó el Señor la tribu de Leví para portar el Arca de la Alianza del
Señor, para estar en la presencia del Señor, servirle y dar la bendición en su
nombre, hasta el día de hoy”. Pues esta es la esencia del sacerdote: estar
en la presencia del Señor y servirle. El sacerdote tiene la misión de velar.
Debe estar en guardia ante las fuerzas amenazadoras del mal. Debe mantener
despierto al mundo para Dios. Debe estar de pie frente a las corrientes del
tiempo. De pie en la verdad. De pie en el compromiso por el bien. Servir
significa cercanía y obediencia. Nuestra obediencia es creer con la Iglesia,
pensar y hablar con la Iglesia, servir con ella.
Y si no es así, pues como dice
el dicho popular: “Apaguen esto y vámonos”.
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