Por Pbro. Robert A. Brisman P.
El pasado día 5 del presente mes, tuvo lugar
en la ciudad de Los Ángeles, California, la ya acostumbrada gala de los premios
de la Academia del cine los Globos de Oro (Golden Globe). En una de las
intervenciones de la gala presidida por la presentadora, la actriz y comediante
Nikki Glaser, comentó lo que se ha calificado como una “burla de mal gusto
hacia Dios”, cuando mencionó un sondeo de cómo iban los agradecimientos en
los discursos por lo galardonados. Se puso en pantalla grande en el auditorio
de los asistentes que la mención a los equipos de producción de las películas
tenía un número acumulado de 11; la mención a las madres 3 y la mención a Dios
0 (cero). Esto fue terminado por la presentadora en un tono burlesco y concluyó
ese momento con las palabras “nada extraño en una ciudad sin Dios”. Y
como había de esperarse, vinieron las risas, las burlas y las carcajadas de los
asistentes. Cabe resaltar que, aunque no se enfocaron todos los asistentes por
las cámaras, hemos de pensar que hubo algunas personas que no les hizo ninguna
gracia tal afrenta.
El estado norteamericano de California, según
las estadísticas, es la quinta economía mundial. Es el tercer estado más
extenso y poblado de los EE. UU.; tiene varias ciudades consideradas con una
gran economía mundial, etc. Es el estado
que tiene una de las más fuertes tasas impositivas. Es conocida también como la
“meca” del cine mundial. Pero también es conocida como el estado más liberal de
los Estados Unidos, que ha implementado las políticas Woke más extremas por sus
políticos locales del partido demócrata. La ciudad de San Francisco es conocida
por su belleza y ubicación geográfica dentro del estado, así como por ser la
capital mundial del movimiento gay. El estado californiano es también muy prolífero
en la agricultura, el deporte y el entretenimiento.
Pues sucede que, un día después de esa gala
de premios, algunas ciudades de este estado norteamericano fueron objeto de una
catástrofe natural de grandes incendios forestales que arrasaron con todo lo
que encontraron a su paso, incluyendo algunas pérdidas de vidas humanas. Se
dice, por las imágenes que se han publicado, que estos hechos son de
dimensiones apocalípticas. Las autoridades civiles no han podido controlar los incendios,
así como el reclamo de que no hayan dado una fuerte y contundente respuesta acorde
a la magnitud del siniestro. Se le señala a las mismas el que hayan quitado o
eliminado gran parte del financiamiento a las instituciones de emergencia, como
los bomberos y los cuerpos de rescate; así como la eliminación de las fuentes
acuíferas para el funcionamiento de los hidrantes y la destrucción de presas.
Esta catástrofe sucedida en
este estado ha sido abordada desde diferentes tópicos o realidades y, una de
ellas que no podía faltar, es la realidad religiosa. Es decir, muchos están
asumiendo esta catástrofe como una señal a las burlas hacia Dios. En la carta a
los Gálatas 6,7, leemos: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Porque lo
que uno siembre, eso recogerá…”
El comentario que hizo la presentadora en la
gala de los premios, podemos decir que tiene razón. La ciudad de Los Ángeles se
ha venido caracterizando por su alejamiento y rechazo de Dios. Su clase
artística, debido a su influencia en el público, viven y pregonan una vida licenciosa,
banal, superflua, disoluta y de excesos. Es decir, una vida llena de pecado.
Dice el dicho popular: “Dios perdona
siempre; el hombre perdona a veces y la naturaleza nunca”. Y aquí hemos
visto y presenciado un hecho de la naturaleza, pero que también tiene una
connotación o vinculación religiosa. No afirmamos que este siniestro haya sido
un castigo de Dios. Pero tampoco podemos descartar el que lo haya permitido ya
que, el hombre necesita de purificación interior. Gran parte de la humanidad, -
esa que está alejada de Dios -, necesita volver a su Creador y Señor. No
importan la fama, el dinero, las comodidades y bienes materiales que se tengan,
con este siniestro nos damos cuenta una vez más que todo eso se va, se esfuma, desaparece
en un abrir y cerrar de ojos: “He aquí el hombre que no hizo de Dios su
baluarte, sino que confió en la multitud de sus riquezas y llegó a ser poderoso
por sus crímenes” (Sal 52,9). Han sido muchos los famosos, multi
millonarios, gente acaudalada que perdieron todo en esos incendios. Pero
también lo perdieron todo otras personas menos pudientes, que a lo mejor era lo
único que tenían. Todo esto ha sido lamentable y trágico. No se trata de
alegrarnos por lo sucedido. Pero tampoco podemos ignorar las consecuencias que
trae para muchas personas cuando tienen su corazón lleno de cosas y vacío de
Dios.
En el mundo hollybudense, el nombre de Jesús
y la fe cristiana católica están vetados; más no así nombres como Mahoma, Buda,
Krishna, islamismo, hinduismo, yoga, etc. Es que hay una clara oposición en
estos ambientes y ciudades, así como en lo político, de rechazo a Dios. Es una
impiedad profunda. Al ver estos acontecimientos desastrosos en estas ciudades,
nos recuerda el pasaje bíblico de Sodoma y Gomorra (Gn 19,24ss), cuando Dios,
cansado de sus pecados, no tuvo más remedio que mandar fuego y azufre para
acabar con la maldad de la gente que allí habitaban. La ofensa a Dios por parte
del hombre siempre ha salido cara.
Pues una ciudad sin Dios es una ciudad sin
esperanza, sin sentido de trascendencia, sin meta hacia lo eterno; una ciudad
que ignora a Dios es una ciudad impía. Una ciudad que se cierra a la gracia y
acción del Espíritu Santo es una ciudad que se encamina al precipicio: “Por
eso, como dice el Espíritu Santo: Si hoy escuchan su voz, no endurezcan sus
corazones como sucedió en la rebelión, el día de la tentación en el desierto…
por eso me indigné contra esta generación y dije: están siempre extraviados en
su corazón y no han conocido mis caminos. Por eso juré en mi ira: ¡no entrarán
en mi descanso” (Hb 3,7-11).
Por otro lado, ha habido unas señales, si se
quiere milagrosas, de una que otra casa que no fueron tocadas por las llamas,
mientras que las casas de alrededor quedaron hechas cenizas. Otra señal
milagrosa que se dio fue con una imagen de la Virgen María de Guadalupe que
estaba en el patio de una casa de católicos, que quedó intacta en medio de las
llamas y esta familia se reunió en torno a ella para elevar cánticos de
alabanzas a Dios.
Estos hechos siniestros nos llevan a
preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿En qué gastamos nuestros
recursos? Muchas personas, incluyendo creyentes en Dios, dejan a un lado a
Dios, su fe. Se olvidan de que no son sólo materia, sino que tienen un alma, un
espíritu que necesita estar en contacto con lo trascendente. Personas que se
sienten intocables, que humillan a los demás por no estar a su nivel. Ya lo
dijo Jesucristo: “¿De qué le sirve al hombre ganarse el mundo entero, si al
final pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma?” (Mt
16,26). Pues parece ser que todo lo tenemos bajo nuestro control.
Pues cuidado con caer en esto de ser una
ciudad sin Dios. Nuestro país, - República Dominicana -, fue fundada sobre la
base de la fe cristiana católica. En ella descansa nuestra identidad, valores,
principios y cultura. No le demos jamás la espalda a Dios. No guiemos a nuestra
sociedad dominicana por el camino oscuro y tenebroso. Desde hace tiempo, a
nuestra sociedad se le viene imponiendo una agenda oscurantista, ideológica y
genocida, destructora de la familia natural, de nuestras instituciones. No lo
permitamos. Vivamos de acuerdo con las enseñanzas del evangelio de Jesús.
Seamos una ciudad fuerte, porque, “La complacencia de Dios está en los que
le temen, en los que se fían de su bondad” (Sal 147,11).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario