miércoles, 10 de abril de 2013

El cristiano y la corrección fraterna


“Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2Tim 4,2).

Una de las cosas o actitudes que nos cuesta mucho a nosotros los cristianos es precisamente la corrección fraterna. Si hay algo que a muchos de los hombres y mujeres no nos gusta es el que nos corrijan. A veces o por lo común, vemos en la corrección una falta de caridad o incluso hasta una actitud de juicio. Tanto una como la otra son falsas. La corrección fraterna es parte del mensaje del evangelio. La corrección fraterna está enmarcada en las obras de misericordia y de caridad. La corrección es movida por el amor. El ejemplo de esto lo tenemos en el mismo Jesús con sus discípulos: “si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: me arrepiento, lo perdonarás” (Lc 17,3-4). Y también en el evangelio de san Mateo 18, 15-18: “si tu hermano llega a pecar, vete y repréndelo a solas tu con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano…” Como vemos, la corrección fraterna es algo querido por Dios y nos lo ha manifestado en su Hijo Jesucristo.

Si bien es cierto que no a todos nos gusta que nos corrijan; lo es también el que no todos sabemos corregir. De ahí la necesidad de pedirle a Dios que nos dé siempre la sabiduría y la prudencia para poder llevar a cabo esta actitud cristiana. Sabiduría para que ponga en nuestros labios las palabras adecuadas al momento de la corrección; prudencia para que podamos saber cuál es el momento oportuno de hacer la corrección.

Algo que nosotros debemos entender con la práctica de la corrección fraterna es de que esta no es un juicio que se le este aplicando a la persona. Su mismo nombre ya indica su real significado: “es corrección fraterna”. Nuestra vida aquí en la tierra, como también en el sentido cristiano, es un permanente aprendizaje y, en este aprendizaje nos equivocamos, cometemos errores y necesitamos de la ayuda caritativa de los demás; por eso es “corrección”; es “fraterna” porque se hace con una actitud de hermanos en la fe y de hermanos en Cristo, que nos sentimos y experimentamos como hijos e hijas de un mismo y único Dios que es Padre de amor y de misericordia.

 Se da la situación en muchas ocasiones, que no ponemos en práctica esta actitud cristiana porque la confundimos con un falso respeto humano, que no es más que cobardía. Esto trae como consecuencia que el hermano que está en falta sucumba a la misma y entonces aquí ya caemos en una situación de complicidad al no hacerle ver al hermano que va por mal camino. Ya el Señor nos advierte contra esta actitud en el libro del profeta Ezequiel: “Si el impío permanece en su impiedad a pesar de tu predicación, él se condenará, y tú no serás responsable; pero si él permanece en su impiedad porque tú no le hayas predicado, él se condenará, pero a ti te cobraré el precio de su sangre” (Ez 3,18-20). Corregir al que yerra, es obrar por misericordia y caridad cristiana.

Los que estamos en el camino de la fe, en el camino de la Iglesia, de la comunidad eclesial, debemos de ser conscientes de que no estamos en ellas porque seamos unas personas pulcras e intachables. Estamos en ellas porque queremos ser buenas personas; porque esa bondad la queremos asumir desde nuestra fe en Dios y su Hijo Jesucristo. Parte de ese aprendizaje es ser conscientes de que necesitamos que los hermanos de la comunidad nos ayuden a ser cada día mejores personas. Hay quienes están más habituados a la corrección y hay otros que no; pero esto no debe ser obstáculo para no llevar a la práctica esta enseñanza cristiana.

El Papa Benedicto XVI, en su mensaje para la cuaresma de 2012 nos exhortaba diciendo: “La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de corregir al que se equivoca. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí frente a aquellos cristianos que por respeto humano o simple comodidad, se adecuan a la mentalidad común y en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los malos modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia y brota de la verdadera preocupación por el hermano. En nuestro mundo, impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la corrección fraterna para caminar juntos hacia la santidad… siempre necesitamos una mirada que hable, corrija, reconozca, discierna y perdone como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros”.

No se trata de fijarnos en los defectos de los demás con la intención de estar chismeando en base a ellos, sino más bien de ayudar al otro a que se corrija, a que sea mejor persona. La corrección fraterna nunca es aconsejable hacerla cuando estamos irritados o molestos porque las palabras que salgan de nuestra boca a lo mejor no serán para edificar sino más bien pueda que suceda lo contrario.

Bendiciones.

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