viernes, 5 de abril de 2013

¿Qué pasa con la religión?


Cuando miramos a nuestro alrededor, nos podemos dar cuenta de que nos rodea una sensación profunda que pone en alerta al más connotado estudioso como al más sencillo hombre y mujer de a pie: algo está pasando en el mundo religioso; algo está ocurriendo con la religión en el mundo.  En este tiempo de la modernidad, nos damos cuenta de que la religión o, como otros prefieren llamarle, el fenómeno religioso, no desaparece bajo este dinamismo moderno, a pesar de que esto era algo que muchos intelectuales habían pronosticado hace ya unas décadas atrás. Esto nos lleva a descubrir que hay una “revitalización de la religión”. Otra cosa que hay que advertir aquí es que, esta revitalización se produce, -en muchos de los casos-, al margen de los parámetros de la  visión religiosa institucional.

Uno de los retos que se plantea al mundo cristiano, sobre todo, es el gran porcentaje de indiferentes existentes. Este porcentaje, en países europeos como España por ejemplo, ha ido cada vez más creciendo debido principalmente al avance rápido del fenómeno del secularismo; y yo me atrevería a añadir, el secularismo ateo. Esto lógicamente, conlleva a una caída muy marcada del cristianismo a manera general; pero también habría que decir que en lo que respecta al catolicismo, el descenso en el número de católicos practicantes, por lo que se refiere a esa parte del mundo, ha crecido o está creciendo rápido. No así sucede, por ejemplo, en gran parte del continente africano, asiático y también en América Latina, donde todavía existe el mayor porcentaje de católicos de todo el mundo; aunque solo mencionamos el hecho sin hacer un análisis profundo de la práctica religiosa en estos continentes ya que también hay sus excepciones. Otros de los fenómenos que interpelan a la religión lo tenemos en el relativismo y subjetivismo. Ya el Papa Benedicto XVI nos había advertido del nuevo giro que ha dado el relativismo, cuando él mismo nos habla de la “dictadura del relativismo”. Es decir, que las cosas ya no son de acuerdo al cristal con se les mire, sino que, no admite que le lleven la contraria.

Mucho es lo que se ha insistido en querer relegar la religión al ámbito de lo privado, circunscripta a los muros religiosos, a la sacristía, como de manera peyorativa suele decirse. Si la religión cayera en esto, sería una religión invisible social y culturalmente, ya que queda cada vez más relegada al ámbito de la vida interior y afectiva de los individuos y de las familias; dicho de otra manera, es la religión de la sociedad secularizada. Esto provocaría la pérdida del influjo social de la religión.

Si esto es cierto, -y habría que decir más-; también lo es decir que existe o hay un profundo deseo o sed por experimentar el “misterio” (cuando hablamos de misterio, nos referimos a eso escondido, trascendente o como se le prefiera llamar). Basta que echemos un vistazo a lo que sucede a nuestro alrededor, sobre todo lo que sucede a través de los medios de comunicación, en donde se nos muestran u ofertan tantos medios para poder acceder al “misterio”. Esto nos podría llevar a afirmar que podríamos estar en camino hacia el “retorno”, -quizá no sea muy exacto el termino-, de la religión.

Una de la característica de la religión es que tiene que conducir a una experiencia de lo interior. De esto no ser así, seguirá sucediendo lo que hasta ahora: las gentes buscaran su experiencia de Dios por medios ideológicos y progresistas que les obliguen a marcharse por caminos muchas veces equivocados, o como diría J.M. Mardones, caminos disparatados.

A todo esto habría que preguntarnos, ¿Qué retos presenta esta sensibilidad religiosa al cristianismo?

¿Qué cosas tendríamos que hacer o implementar los cristianos para purificar desde el evangelio estas nuevas tendencias religiosas presentes en el mundo? ¿Cómo realizar esa nueva evangelización a la que estamos llamados a anunciar en medio de todas estas manifestaciones religiosas? No caben dudas de que el reto es arduo y exigente. Como discípulos de Cristo, estamos comprometidos a poner en práctica su mandato de “anunciar su evangelio a todas las gentes” (Mc 16,15); y con el apóstol san Pablo estamos en el deber  de “examinarlo todo y quedarnos con lo bueno” (1Tes 5,21).

 Bendiciones.

(Seguiremos abundando más sobre este tema en próximas entregas).

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