jueves, 23 de marzo de 2023

La Iglesia y la anti-iglesia. El Evangelio y el anti-evangelio. Cristo y el anticristo (1)

 Por P. Robert A. Brisman P.

“No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos” (Mt 7,21); “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando” (Jn 15,14).

 

  Titulo este artículo tomando las palabras que pronunciara el entonces cardenal Karol Jozef Wojtyla, en el Congreso Eucarístico en la ciudad de Filadelfia-Pennsylvania en 1976, y que quiero citar in extenso para mi reflexión. Cito: “Ahora estamos parados frente a la mayor confrontación histórica que la humanidad ha experimentado alguna vez. No creo que el gran círculo de la sociedad americana, o de todo el amplio círculo de la comunidad cristiana se dé cuenta de esto completamente. Ahora nos enfrentamos a la confrontación final entre la Iglesia y la anti-iglesia, entre el Evangelio y el antievangélico, entre Cristo y el anti-Cristo. El enfrentamiento se encuentra dentro de los planes de la Divina Providencia. Está, por lo tanto, en el plan de Dios, y debe ser un juicio que la Iglesia debe asumir y afrontar con valentía. Tenemos que estar preparados para someternos a grandes pruebas en un futuro no muy lejano. Pruebas que nos obligarán a estar dispuestos a renunciar incluso a nuestras vidas. Y una entrega total de sí mismos a Cristo y para Cristo. A través de sus oraciones y la mía, es posible aliviar esta aflicción, pero ya no es posible para evitar que suceda. ¡Cuántas veces la renovación de la Iglesia ha sido a través de la sangre! ¡No va a ser diferente esta vez!”.

  En la actualidad, la humanidad está transitando por una situación de crisis cada vez más profunda en todos los ámbitos: en lo político, lo económico, lo social, lo cultural y lo religioso. Estamos, desde hace unos años atrás, al borde de una nueva guerra mundial con el conflicto entre Rusia y Ucrania, pero que involucra a otros países poderosos, donde los intereses económicos son siempre los que priman. ¡Toda guerra es guerra económica! Parece que los líderes políticos del mundo están esperando que sea el rival el que dé el paso de apretar el tan dicho “botón” para el inicio oficial de una guerra nuclear. Desde hace tiempo se vienen provocando uno al otro, y en el medio del conflicto está la gran mayoría de la población mundial. Podríamos parafrasear esta situación de crisis con la aplicación del dicho popular “amagar y no dar”, o también “un pellizquito y mándate a huir”.

  A esta crisis política o de geopolítica, se suma otra crisis que, desde hace unos años atrás ya se venía anunciando, - y que tomó auge con la pasada pandemia del virus del Covid, por las medidas extremas que aplicaron los gobiernos en todo el mundo y que afecto grandemente la economía mundial -, y es la crisis económica. Ya han empezado a quebrar grandes bancos de naciones poderosas, y ésta empezó con la quiebra del banco de Silicon Valley, en el estado norteamericano de California. Y ha empezado ya el efecto dominó. De hecho, se presagia que esta crisis financiera será peor que la ya conocida Gran Depresión del siglo pasado. Recordando que ya tuvimos la amarga experiencia de otra crisis financiera en el 2008, a la cual el recordado pontífice Benedicto XVI había señalado que el origen de esa crisis financiera era una crisis moral.

  Pues en medio de estas crisis, nos enfrentamos como Iglesia, a una gran crisis que se ha venido “anunciando”, - que más bien tiene un sentido profético -, desde hace tiempo atrás. Y aquí han hecho su señalamiento los pontífices san Juan Pablo II y Benedicto XVI. Este último, cuando aún era sacerdote, dijo en una serie de discursos pronunciados por la radio en 1969, con relación a esta crisis a la que se enfrentaría la Iglesia de Cristo, titulado “¿Cómo será la Iglesia en el 2,000?”: “El futuro de la Iglesia puede y provendrá de aquellos cuyas raíces son profundas, y que viven de la plenitud pura de su fe. No saldrá de aquellos que se acomodan simplemente al momento que pasa, o de aquellos que simplemente critican a otros, y asumen que ellos mismos son varillas de medición infalible; ni saldrá de aquellos que toman el camino más fácil, que esquivan la pasión de la fe, declarando falsos y obsoletos, tiranos y legalistas, todo lo que hace demandas a los hombres, que los hiere y los obliga a sacrificarse. Para poner esto más positivamente: el futuro de la Iglesia, una vez más como siempre, será remodelado por los santos… ¿Cómo afecta todo esto al problema que estamos examinando? Significa que el gran diálogo de aquellos que profetizan una Iglesia sin Dios y sin fe, es todo charla vacía. No tenemos necesidad de una Iglesia que celebre el culto de la acción en las oraciones políticas. Es absolutamente superfluo. Se destruirá a sí misma. Lo que quedará es la Iglesia de Jesucristo, la Iglesia que cree en el Dios que se ha hecho hombre y nos promete la vida más allá de la muerte”. Podemos interpretar aquí que el sacerdote Ratzinger deja ver claro que la Iglesia permanecerá gracias a un pequeño grupo de fieles.

  Sigue diciendo el padre y teólogo Ratzinger: “El tipo de sacerdote, que no es más un trabajador social, puede ser reemplazado por el psicoterapeuta y otros especialistas; pero el sacerdote que no es un especialista, que no está de pie, observando el juego, dando consejos oficiales, sino que, en nombre de Dios, se pone a disposición del hombre, que está al lado de ellos en sus penas, en sus alegrías, en su esperanza y en su temor, tal sacerdote será ciertamente necesario en el futuro. De la crisis de hoy surgirá la Iglesia del mañana, una Iglesia que ha perdido mucho. Se volverá pequeña, y tendrá que empezar de nuevo más o menos desde el principio. Ya no podrá habitar mucho los edificios que construyó en su prosperidad. A medida que disminuya el número de sus adherentes, perderá muchos de sus privilegios sociales”. Interpretamos aquí el señalamiento que hace el sacerdote Ratzinger de que la Iglesia de Cristo será la Iglesia de los mínimos, del resto fiel que estarán o estaremos dispuestos a dar hasta la propia vida por el nombre de Cristo, sin importar lo que esto provoque en cuanto a la pérdida de privilegios terrenos.

  El teólogo Ratzinger sigue señalando en este discurso profético: “Y así me parece que la Iglesia se enfrenta a tiempos muy difíciles. La verdadera crisis a penas a comenzado. Tendremos que contar con terribles trastornos. Pero estoy igualmente seguro de lo que quedará al final: no la Iglesia del culto político, que ya está muerta, sino la Iglesia de la fe. Puede que ya no sea el poder social dominante en la medida en que lo fue hasta hace poco; pero disfrutará de un nuevo florecimiento y será vista como el hogar del hombre, donde encontrará vida y esperanza más allá de la muerte”. Estas palabras del teólogo Ratzinger nos recuerdan la promesa de Cristo de que su Iglesia no será derrotada por los poderes del infierno. Será sí sometida a pruebas, a grandes tribulaciones, fuertes embates; pero jamás será hundida ni destruida ni derrotada. De hecho, esta crisis servirá también para su purificación; para separar las ovejas de los lobos; los verdaderos cristianos de los falsos cristianos.

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir estás reflexiones...muy claras y precisas.
    Solo dos cosas me inquietan en este momento a la luz de esta lectura.
    La primera, que haya pasado desapercibida la crisis sanitaria como parte de la estrategia del globalismo y que lamentablemente hasta ha sido secundada por la Jerarquía de la Iglesia, adecuándose a las exigencias de la tecnocracia mundial, llegando a pontificar como un deber cristiano el vacunarse...
    Y, segundo, no me queda muy claro qué debemos hacer los cristianos: dejarnos aplastar por el rodillo o batallar, denunciar, hasta dar la vida si es preciso.

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  2. hola miguel.
    Lamentablemente, esa fue una amarga y desilusionante experiencia que tuvimos que vivir como cristianos y como iglesia. yo, en lo personal, nunca hubiera mandado a cerrar nuestros templos. Ese fue un tremendo error y que contribuyo para complicar mas la situación de crisis (miedo y pánico), que vivió nuestra gente y fieles. a tal grado, que todavía hoy estamos en camino de recuperar el fervor religioso que teníamos antes del encierro. Por otro lado, lo que debemos hacer es mantenernos en la fidelidad a Cristo, a su evangelio y su Iglesia para seguir en el camino de la salvación. Como lo dijo el papa Benedicto XVI, cuando aún era sacerdote, la Iglesia de Cristo en un futuro será la Iglesia de los mínimos, es decir, del pequeño rebaño que permanece fiel a su pastor y Señor. debemos fortalecer más nuestra fe a Cristo y pertenencia a su Iglesia para que así podamos mantenernos en pie ante estos embates que ya estamos viviendo y que, con el paso del tiempo, se serán más fuertes.

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