“Quien
a ustedes escucha, a mí me escucha” (Lc 10,16).
Dios ha derramado su gracia abundantemente
sobre nosotros, sus hijos e hijas. Jesús mismo nos vino a participar de la
gracia de Dios-Padre cuando dijo que vino al mundo no para condenarlo, sino
para salvarlo; y también cuando dijo “yo
vine para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Esto es lo que
podemos entender como la gracia de Dios. San Pablo nos dirá que donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia. Entonces podemos decir que la dirección
espiritual es un canal de gracia. Sabemos también que el Señor nos ofreció
curación, sanación de la enfermedad del pecado: “son los enfermos los que necesitan al médico; no los sanos”. Esta
sanación del alma nos la participa el Señor por medio de Él mismo y, otras
veces por medio de otros que Él ha elegido para obrar en nuestro favor.
Nuestro Señor tiene sus formas y maneras de
cómo actuar en nosotros; tiene sus instrumentos que ha elegido. Nadie tiene la
exclusividad de este actuar en nombre de Dios. Pero también nosotros debemos de
tener mucho cuidado de no instrumentalizar a Dios ni al Espíritu Santo para
intentar hacerles que hagan lo que nosotros queramos. Aquí nos estamos refiriendo
más específicamente al director espiritual, ya que es una persona, un
instrumento en las manos de Dios; una persona elegida por Él para este
servicio. El director espiritual es una persona que conoce el sendero, que se
ha preparado para este ministerio; es una persona que ha profundizado en el
conocimiento interior del alma y que, en muchas de las veces, hace de maestro y
guía, de médico; es un amigo que acompaña en el caminar; es también ese buen
pastor en las cosas que a Dios se refiere.
El director espiritual es esa persona que
ayuda a ver los posibles obstáculos que nos podemos encontrar en el camino de
la vida; nos guía por caminos y senderos de vida interior para que luchemos con
eficacia y nos anima en toda circunstancia. Por eso, quien a él lo escucha,
escucha a aquel que lo ha enviado y de quien en su nombre habla y actúa. Es el Espíritu
de Dios que actúa y habla en él y por medio de él. El director espiritual tiene
que saber despertar la sed y el hambre de Dios en el alma; tiene que saber
avivar la llama del Espíritu cuando percibe que ésta se quiere apagar en el
alma; guía al alma por el sendero de la vocación a la que ha sido llamada por
el Señor y así también puede reafirmarla si ya se conoce la misma. El director
espiritual nos ayuda a conducirnos por el camino de la santidad enfrentando con
valentía el pecado. De ahí que, como nos dice Francisco Fernández-Carvajal: “Por eso, estos deseos de ser mejores, de
crecer en la amistad con Jesucristo y de preocuparnos de los demás, son el
fundamento de la dirección espiritual”. De ahí que insistamos en que la
dirección espiritual sea un canal de gracia, ya que la vida del Señor, su amor
y su amistad se desbordan abundantemente para que desde ya en esta vida
luchemos por nuestra santidad, como lo dijo el mismo señor Jesucristo: “sean santos como su Padre celestial es
santo”. El director espiritual nos ayuda a mantenernos en el camino que
Dios desde un principio ha elegido para nosotros, porque él mismo es un hombre
que vive en libertad y nos encamina para que vivamos y usemos de esa libertad
con la cual hemos sido creados y revestidos por Dios.
La Iglesia, que es el pueblo de Dios, siempre
ha visto y recomendado esta práctica desde antiguo como un camino eficaz que
nos ayuda a mantenernos en el camino hacia esa santidad que el Señor Jesús nos
ha llamado. Es un medio eficaz también para mantenernos en la práctica de una
vida espiritual y práctica cristiana efectiva, profunda y comprometida; por
esto siempre la ofreció a sus hijos e hijas porque ella es consciente de que
solos no podemos avanzar o se nos hace difícil el camino para poder vivir y ser
luz en medio de tanta tiniebla que nos rodea.
La vida del hombre sobre la tierra es un
constante desafío. Cada día debemos estar dispuestos a nuevas cosas que pueden
ocurrir: una enfermedad, un accidente, un fracaso, una pérdida… Ante todo esto
corremos el riesgo de apartarnos del camino de Dios. Con la ayuda del director
espiritual podemos mantenernos en el sendero de nuestra vocación divina, porque
solo el dominio de Dios conduce al bien, a la bendición; mientras que, el
dominio del mal, de la desidia, del sin sentido conduce a la destrucción,
inseguridad, temor y muerte.