Por P. Robert A. Brisman P.
En su viaje de regreso a Roma, después de
haber realizado un viaje pastoral por varios países de Asia, el Papa Francisco,
en la rueda de prensa que acostumbra a ofrecer a los medios en el avión, le
cuestionaron sobre su opinión acerca de las próximas elecciones presidenciales
de los Estados Unidos de Norteamérica, a lo que él respondió con estas
palabras: “Los votantes estadounidenses se enfrentan a una opción por el mal
menor, en las elecciones presidenciales de noviembre”. El Papa alentó a los
católicos, sobre todo, a votar de acuerdo con su propia conciencia.
Esto es siempre a lo que la Iglesia Católica
ha enseñado y motivado a sus feligreses. Pero, sabemos de que esto no siempre
se cumple o no lo cumplen muchos católicos. A la hora de ejercer el voto, son
muchos los católicos y otros fieles cristianos que lo que menos toman en cuenta
es votar de acuerdo con sus convicciones religiosas. Son varias las
justificaciones que aducen como que, la religión no debe mezclarse con la
política; también aducen que la fe es un asunto del templo y otra cosa es la
política en vida cotidiana, y que no deben mezclarse. Es el divorcio entre fe y
vida. Esto es totalmente falso, porque si algo nos exige nuestra fe cristiana
es dar testimonio de ella en cada una de las realidades en las que
desenvolvemos nuestra vida o, impregnar todas nuestras realidades desde nuestra
fe en Cristo. Nuestra fe cristiana es un estilo de vida. El Reino de Dios debe
impregnar toda nuestra vida. El Reino de Dios no es una ideología.
Hay otros católicos que ejercen su derecho al
voto por un puro sentimentalismo; otros por tradición y costumbre familiar; hay
otros que no quieren cargar una especie de frustración o derrota al dar su voto
por un candidato y partido perdedor, y dan su voto al candidato y partido que
lleva las de ganar, y así se sienten ganadores, aunque dicho candidato y
partido no cumplan con las expectativas del votante.
Sigue diciendo el Papa Francisco con respecto
a lo antes dicho: “En la moralidad política, se dice en general que, si no
votas, no es bueno, es malo. Tienes que votar, y tienes que elegir el mal
menor. ¿Cuál es el mal menor? ¿Esa mujer o ese hombre? No lo sé. Cada uno, en
su conciencia, debe pensar y hacer esto”. Hay que recordar que la política
es la ciencia de lo posible, no de lo perfecto. No pretendemos jamás buscar, -
porque no lo encontraremos -, al candidato perfecto. Lo que tiene uno de sobra,
al otro le falta, y viceversa.
La Iglesia Católica, en su Doctrina Social,
siempre se ha preocupado por orientar a su feligresía en el correcto camino
para que puedan votar a un candidato y partido político de acuerdo con unos
valores y principios cristianos contenidos en la misma Palabra de Dios y
Doctrina milenaria católica. Siempre ha proclamado los llamados “Principios No
Negociables”, que el Papa Benedicto XVI, en el 2009, insistió en una reunión
con los obispos argentinos en Roma, en su visita Ad Limina, diciéndoles:
“Los católicos deberán destacar entre sus conciudadanos por el cumplimiento
ejemplar de sus deberes cívicos, así como por el ejercicio de las virtudes
humanas y cristianas que contribuyen a mejorar las relaciones personales,
sociales y laborales. Su compromiso los llevará también a promover de modo
especial aquellos valores que son esenciales al bien común de la sociedad, como
la paz, la justicia, la solidaridad, el bien de la familia fundada sobre el
matrimonio entre un hombre y una mujer, la tutela de la vida humana desde la
concepción hasta su muerte natural, y el derecho y obligación de los padres a
educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas”. Estos
Principios No Negociables son la pauta que nunca podrán derogar ni dejar a
merced de consenso partidistas en la configuración cristiana de la sociedad.
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