martes, 16 de enero de 2018

La dirección espiritual nos ayuda a perseverar en el camino (4)


“Más el que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mt 24,13).

  La vida de fe, la vida cristiana, la vida espiritual nos exige siempre y de manera constante y permanente, perseverancia. Jesús mismo nos invita en varias ocasiones a perseverar, a ser constantes y asiduos en nuestra práctica religiosa. Así sucede también con nuestro amor a Dios Padre. Estamos llamados a ejercitar día a día nuestra vida espiritual, porque en la medida en que lo hacemos nos vamos fortaleciendo en ella; es parecido a la práctica deportiva. Ninguno de nosotros nace siendo un experto en la vida espiritual, sino que tenemos que ir aprendiendo y fortaleciéndola en nuestro día a día. El deportista se traza metas en su disciplina deportiva; el cristiano también debe de trazarse metas concretas en su vida espiritual; debe tener unos objetivos claros a alcanzar; debe saber a dónde se dirige o quiere dirigirse; debe tener claro la meta a la cual quiere llegar. Recordemos que el cristiano es una persona caminante, peregrino; uno que siempre está en camino a ejemplo del Maestro. Jesús lo expresó con estas palabras: “pónganse en camino”; y también en otro momento dijo que “Él es el camino”.

  Ahora, es cierto que corremos el riesgo de perder este camino; perder el sendero trazado. Muchas veces vivimos sin camino: he ahí el origen o causa de muchos de nuestros fracasos, angustias y sufrimientos. Para que no perdamos el camino, Jesús nos dijo que es la luz verdadera que alumbra a todo hombre y mujer, y que quien fuera a Él nunca caminaría en las tinieblas. Pero es que muchos hombres y mujeres han escogido y siguen escogiendo las tinieblas, el error, el pecado… y esto solo conduce a la muerte. Pero tampoco nadie puede guiarse a sí mismo en este camino que conduce a Dios. Cristo no sólo es el camino que nos conduce al Padre, sino que es también la puerta que nos da acceso al Padre: “preocúpense por entrar por la puerta estrecha que es la que conduce a la vida”, nos dijo.

  Cuando no hay claridad en el camino, nos sumergimos en el estancamiento espiritual, en el desánimo, en la tibieza. Somos como esos barcos perdidos en alta mar en medio de la tormenta porque se ha dañado la brújula. Pues la dirección espiritual es como esa brújula que siempre nos ayuda a encontrar el camino perdido o nos devuelve a él para poder seguir avanzando. Es el medio por el cual podemos llegar a puerto seguro. Esta es la ayuda de Dios para que sus hijos e hijas no se pierdan, no importa los errores que hayan cometido. Este camino tenemos que aprender a recorrerlo en libertad, porque libres nos creó Dios. Pero, cuando hacemos mal uso de ésta libertad, elegimos el camino equivocado y nos dejamos arrastrar a la maldad. Por eso tenemos que aprender a darle un mejor uso a nuestra libertad para saber elegir entre el bien y el mal: esta es la base del éxito en la vida. Llevar una vida de acuerdo a lo que Dios y Jesucristo nos han revelado es ir encaminándonos por el sendero del éxito que nos conduce al Padre: “¿de qué le sirve a un hombre ganarse el mundo entero si al final pierde su alma? Por eso, preocúpense por acumular tesoros en el cielo, donde los ladrones no pueden robarlo ni la polilla destruirlo”.

  Recorrer este camino es cumplir con los mandatos de Dios. El camino no se recorre porque si o sin más. Eso no tiene sentido. Lo recorremos por algo y para algo; y más bien, lo recorremos por alguien, con alguien y para alguien: Dios. Por eso es que obedecemos sus mandatos, ordenanzas y reglas que Él ha establecido y como Él las ha establecido. Este camino nos exige fidelidad si es que queremos experimentar el favor de Dios, no porque él lo necesite, sino más bien porque estamos llamados a vivir con Él en la eternidad, experimentando su amor y disfrutando de su infinita presencia: San Pablo nos dice que “contemplaremos su rostro y lo veremos tal cual es”.

  Tenemos que mantenernos en constante y permanente obediencia a Él, a lo que le agrada; así tendremos vida en abundancia y en todo nos irá bien. Nos apartaremos de lo malo, de todo lo que nos aleja de Dios; y nos decidiremos por lo bueno, que es el camino seguro de nuestra salvación, porque para esto fuimos creados: “por el amor y para el amor”, ya que nuestra alma estará inquieta hasta que descanse en él, dijo san Agustín.



Bendiciones.

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