No deja
de ser siempre interesante lo que leemos en el libro del Génesis en el capítulo
seis en relación al tema de las consecuencias de la maldad del hombre, la
corrupción de la creación, la salvación de Noé y su familia y la tentativa por
parte de Dios de destruir todo lo que había creado, incluyendo al hombre. Será
interesante que veamos paso por paso estos versículos para poder entenderlos
mejor y que nos sirva para nuestra fe y esperanza en la promesa de Dios.
Lo
primero que se nos dice es que, “al ver
el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todo su modo de
pensar era siempre perverso”. Es importante recordar que ya anteriormente
se nos había dicho que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios,
hombre y mujer los creó. La semejanza del hombre con Dios radica ciertamente en
que, a diferencia de los demás seres vivos, fue creado con inteligencia,
voluntad y libertad. Pero cuando el hombre hace un uso erróneo de estas
facultades, se opone a la voluntad divina. Ya el pecado había entrado al mundo,
pero este no se detuvo; más bien prosiguió su avance, iba arropando todo. Pero
el que se encargaría de propagarlo era precisamente el hombre con su mal uso de
sus facultades. Pero también hay que resaltar que esto era debido a que el
pecado o maldad se gestaba en el interior del hombre y de ahí pasaba a su
exterior. Por eso Jesús nos dirá que el pecado se da primero en el interior de
la persona y del interior pasa al exterior. Esa perversidad del hombre mancha
toda la creación.
Es
característica del escritor sagrado en el Génesis, atribuirle a Dios lo que los
biblistas han llamado antropomorfismos, es decir, aplicarle a Dios formas
humanas; por eso se nos dice que Dios se paseaba por el paraíso, se oían sus
pasos. En este capítulo seis se nos dice que Dios se arrepintió de haber creado
al hombre y decide borrarlo, pero no solo a él, sino también a toda la
creación. Fijémonos aquí que, como dice el dicho popular “por uno pagan todos”, pues el resto de la creación pagará la
maldad del hombre. Pero también se dice que “por
el sacrificio de uno, ganamos todos”, en referencia al sacrificio redentor
de Cristo. Aunque Dios se ha arrepentido y toma la decisión de acabar con todo,
se encuentra con un sólo hombre que es justo a sus ojos: ese hombre es Noé.
Dios decide salvarlo, pero no solo a él sino también a toda su familia: por la
justicia de uno, se salvan todos. ¡Ese es el gran Dios nuestro que nos reveló
su Hijo Jesucristo!
Ahora
bien, aquí ya entramos en el tema de la barca o del Arca. Los Padres de la
Iglesia y en ellos la tradición eclesial, siempre han visto en la imagen de la
barca la prefiguración de la Iglesia. La Iglesia es el pueblo de Dios, como ya
lo dijo el Concilio Vaticano II. Esta Iglesia va avanzando en el agua que es imagen
del mundo, y va enfrentando incontables movimientos en tormentas, mareas,
tranquilidad, oscuridad, fuertes vientos, etc. Así es el mundo: muchas veces
hostil a la Iglesia; arremeten contra la Iglesia, pero no la hunden. En ella se
llega a puerto seguro. Noé y su familia y los otros seres vivientes se salvaron
porque iban en el Arca. Así nosotros también: nos salvamos porque vamos en la barca
de la Iglesia porque así lo dispuso el mismo Jesús ya que los poderes del
infierno no prevalecerán sobre ella.
Pero ya
el mismo diluvio es imagen del bautismo. Con el diluvio Dios limpió esa maldad
y perversidad en el hombre. El bautismo limpia nuestro interior de estas cosas
y más; de todo aquello que provoca el pecado original en nosotros. Dios también
nos ha dado un tiempo para que retornemos a Él: un tiempo de gracia, de vida,
de misericordia, de paz, etc. Porque se ha arrepentido de intentar acabar con
su creación, y sobre todo con el hombre. Esa Gracia es su misma vida, como nos
lo comunicó su Hijo Jesucristo: “yo vine
para que tengan vida, y vida en abundancia”.
Dejemos
que la Gracia de Cristo limpie nuestro interior de toda mancha de pecado;
dejémonos iluminar por su luz para que no sigamos caminando en tinieblas;
escuchemos sus palabras y pongámoslas en práctica para que así el mundo pueda ser
más humano y más cristiano. Nosotros los cristianos hemos sido puestos como luz
para el mundo. Debemos de aprender a vivir nuestra vida bajo los criterios de
Cristo ya que Él dijo que seriamos sus amigos si hacemos lo que Él nos manda; y
lo que Él nos manda es que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado; porque
en la práctica del amor cristiano, es como los demás sabrán que somos sus
discípulos; recordando las palabras la madre Teresa de Calcuta “amar hasta
donde nos duela”, y el mismo san Agustín que dijo “ama y haz lo que quieras”.
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