Parto nuevamente diciendo que, en lo que
respecta a la migración, la ley tiene que aplicarse a todos los extranjeros por
igual. No se trata de ensañarse sólo con un grupo. Ahora, también soy
consciente que en lo que respecta a los migrantes haitianos, son pocas las
cosas que podemos decir que tenemos en común en comparación con otros grupos de
migrantes. Pero esto no es tampoco un motivo para hacer o cometer injusticias y
exigirles orden y respeto a unos, y a otros no. RD y Haití somos dos pueblos
muy diferentes; la cultura haitiana es lo que se ha calificado como “cultura
depredadora”, sobre todo del medio ambiente: han acabado con la capa vegetal de
su nación y desde hace tiempo vienen y depredan la vegetación de la RD; lo
único que tenemos en común es que compartimos una misma isla y como tal lo que más
nos conviene a ambas naciones es establecer políticas que nos lleven a convivir
como buenos vecinos. Pero en este punto ha habido más condescendencia y
cooperación de la parte dominicana que de la haitiana. Los haitianos han sabido
jugar muy bien al chantaje y al hacerse las víctimas. Esta actitud de víctimas
es lo que ya tiene cansados también a las otras naciones que han recibido
ciudadanos haitianos y hasta le han exigido a las autoridades haitianas que den
una explicación convincente de por qué esto es así si reciben tantas ayudas y
la nación no da señales de despegar hacia una franca mejoría de su gente e
instituciones. Pero hasta el sol de hoy esta explicación no la han dado.
Yo veo
en el tema de la migración ilegal haitiana una especie de caballo de Troya. Es
decir, se está utilizando este asunto para minar la cultura, identidad, valores
y principios de la nación dominicana. Los haitianos siempre han dicho que ellos
van a volver a tomar lo que les pertenece, refiriéndose al lado dominicano, y
no lo harán por medio de las armas, sino más bien por lo que se ha llamado “invasión
pacífica”. Los haitianos,- como sucede con los migrantes musulmanes en Europa-,
no se integran a la sociedad que llegan o los reciben; ejemplo de esto son los
estudiantes dominicanos de descendencia haitiana, que no cantan el himno
nacional dominicano porque no se sienten identificados con ello. Llegan al país
exigiendo derechos y concesiones, pero no quieren cumplir con los deberes que
la sociedad exige a todos.
Desde
el punto de vista religioso, hemos escuchado, sobre todo, al Papa Francisco
decir y pedir que se acoja a los migrantes. Pero yo creo que estas palabras e
intención del Papa, él no las ha explicado de manera clara, y tampoco los demás
las hemos entendido correctamente. Es verdad que la enseñanza evangélica nos
habla del acogimiento de los demás, sobre todo del forastero. Pero una cosa es
acoger al forastero que llega a mi casa, y otra es decirles a estos que vengan
para acá que aquí los vamos a recibir sin más. Tenemos que cuidar y proteger
nuestra casa común, -como el mismo Papa Francisco enseña-, que es el planeta
Tierra; pero otra cosa es pensar que tenemos ambas naciones una patria común.
NO. Esta afirmación, ninguna nación la acepta. A los haitianos hay que
ayudarlos, pero en su tierra; no podemos permitir que vengan de fuera a echarnos
de nuestras casas por un mal entendimiento del acogimiento del forastero; hacer
eso es una insensatez y hasta injusto. El planeta está compuesto por
continentes, y estos a su vez por países que son libres y soberanos, y están
divididos por fronteras. Cada país tiene sus propias leyes migratorias. Las
fronteras existen y los países no renuncian a ellas. Establecer una política de
fronteras abiertas es un aniquilamiento que ninguna nación está dispuesta a
hacer, y quienes lo han hecho, hoy se están arrepintiendo. Religiosamente
hablando, es verdad que una gran población haitiana tiene sus fundamentos
cristianos, pero también está la práctica de sincretismo religioso profunda con
una fuerte mezcla del vudú, gaga, hechicería, y otros cultos esotéricos; y
ahora se suma el crecimiento del islam en territorio haitiano; pero también
están las costumbres (vemos a muchos haitianos cómo hacen sus necesidades en
plena vía pública), la idiosincrasia, etc.; yo no digo con esto que nosotros
seamos mejores que los haitianos; cada nación, cada cultura tiene su valor en sí
misma; las artes, la música, el idioma… son totalmente diferente.
El
Etnocidio supone la muerte de la diferencia. Sus partidarios hablan de la diversidad
y que si nuestro país se entremezcla con diversas culturas tendremos una gran
diversidad de personas con gran diversidad de personalidades. En RD tenemos diversidad
desde siempre: el sureño es diferente al del Cibao y del sur; y así respectivamente.
¿Quiénes son los que deciden esta aniquilación de la diversidad? Pues los políticos,
cuando dicen o se oponen a que se hable de estos temas ya que el que lo hace,
lo tachan de xenófobo, racista y discriminador, y hasta otras sanciones más.
No
seamos ingenuos. Esto es parte de un plan muy bien orquestado por las élites
extranjeras y nacionales. En este problema están metidos gente de ambas
naciones y de otros lugares, como organismos internacionales. Ahí tenemos el
caso de la CIDH de la ONU con sus presiones. El que quiera ayudar a los
haitianos, que lo haga en Haití. No podemos asumir una política de frontera
abierta porque sería nuestro suicidio étnico, como lo está haciendo un pastor
protestante haitiano en Juana Méndez alentando
a sus feligreses para que vengan en masa y sin cumplir las leyes y
defendiendo la unificación de ambas naciones. No podemos ni nos pueden obligar
a igualarnos; nosotros no podemos acomodarnos al que venga, sino ellos a
nosotros manteniendo cada quien sus costumbres pero sin pretender anular al
otro. Es inmoral ayudar a los demás a costa de nuestro suicidio cultural.
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