martes, 26 de marzo de 2013

¿Estado laico o separación Iglesia-Estado?

Son muchas las voces y opiniones que escuchamos decir que el Estado Dominicano debe de estar separado de la Iglesia. Pero, ¿no es esto así? ¿Qué injerencia tiene la Iglesia en el Estado Dominicano en sus decisiones? Cuando el Estado Dominicano decide establecer, por ejemplo, relaciones con otro estado o cualquier institución que considere deba de hacerlo,  ¿le pregunta a la Iglesia o a los obispos acerca de la conveniencia o no de ellas? NO. 

  No caben dudas de que este ha sido un argumento o  excusas que han enarbolado muchos grupos en la sociedad (feministas, grupos de presión homosexual, abortistas, cristianófobos,  grupos anticatólicos),  para querer justificar lo que no existe. Hay quienes afirman que esta separación “reconoce el derecho a la celebración del culto”, reduciéndola así a su mínima expresión. Lo cierto es que, por separación Iglesia y Estado, los católicos no tendríamos derecho a participar en el ámbito público proponiendo legislaciones, como pueden ser por ejemplo: defender el derecho a la vida contra el aborto; defender el derecho del verdadero matrimonio contra el matrimonio homosexual, etc.

  La separación Iglesia-Estado es un logro del cristianismo, que se inspira en las palabras del mismo Cristo “dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12,17). En los países islámicos esta separación no existe; en otros el estado es totalmente opresivo de la religión, como en China; otros son marginadores de la religión, como Japón.

  La separación Iglesia-Estado, supone sí la separación entre estas dos, pero no supone “separación entre Iglesia y sociedad”, que es lo quieren implicar estos grupos anticatólicos y cristianófobos. No quieren que los católicos participemos en el debate de la sociedad. Pero resulta que los católicos estamos insertos en la sociedad, la Iglesia forma parte de la sociedad. La Iglesia católica lleva sobre sus hombros una gran carga del trabajo de justicia social, incluso hasta pagando impuestos en muchas sociedades. Estos grupos  quieren hacer ver que lo que la Iglesia reclama, promueve y defiende es antidemocrático. Pero la Iglesia reconoce el derecho de estos grupos a opinar e intervenir en el ámbito público, y este derecho a la Iglesia no se lo quieren reconocer. Ellos alegan que la Iglesia “contamina” las cosas con su visión religiosa de las realidades humanas, queriendo así dar la impresión que nuestras convicciones religiosas y de enseñanza cristiana fueran menos racionales y menos merecedoras de atención que sus ideas.

  Así, sacan este argumento de separación Iglesia-Estado y esto ha provocado que muchos católicos nos autocensuremos. Pero tenemos que preguntarnos  ¿Por qué los cristianos católicos no aceptamos este tipo de leyes? Pues porque son inmorales y abusivas; porque ponen los derechos en manos de los que tienen el poder. El verdadero estado laico no excluye la religión. Sí hay que luchar contra el “laicismo”, que busca eliminar toda manifestación religiosa en la sociedad. El pensamiento laico se desarrolla de manera racional y no excluye la dimensión religiosa ni sobrenatural. El estado laico es garante de la autentica libertad religiosa. ¿Debemos de aceptar que el estado sea laico? SÍ. ¿Debemos de aceptar un Estado laicista, que quiera suprimir toda participación, manifestación o libertad  religiosa? NO.

  Los católicos somos personas y tenemos derechos que la ley reconoce. No se trata de pedir privilegios, pero sí pedir lo que legítimamente nos corresponde. Mas si se esta legislando en algo que nos afecta, debemos y tenemos algo qué decir.

  La flojedad de quienes pueden hacer el bien, permite que los malos gobiernos, y movimientos sociales que no nos representan, impongan leyes que después obedeceremos, y que el derecho positivo transforma en normas jurídicas que se convierten en rectores de lo que se presume es bueno o malo. Como decía Albert Einstein: “la vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

 

P. Robert Brisman.

 

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