“…Ustedes están en el mundo, pero
no son del mundo”.
Este encabezado puede provocar al lector una serie de
interrogantes y hasta sospechas sobre qué es lo que queremos decir con el
mismo. Aquí no hay que confundirnos con esa enseñanza de Jesús sobre el papel y
misión de su Iglesia en el mundo. Cuando hablamos de “mundanización de la
iglesia” nos referimos a cómo están influyendo los criterios del mundo dentro
de la Iglesia de Cristo.
Ya nos lo dijo el Papa Pablo VI en su encíclica Evangelii
Nnuntiandi: “la Iglesia existe
para evangelizar”. Y esta misión de la Iglesia, ella no lo ha olvidado.
También es cierto que debe de tomar en cuenta los nuevos métodos y medios para
llevar a cabo esta evangelización de las gentes; pensemos en los medios de
comunicación social, por ejemplo. Esa es una realidad a la que la Iglesia, si
quiere que la evangelización sea más efectiva, tiene, -y de hecho lo hace-, que
tomar en cuenta para la efectividad de la evangelización. Esa nueva
evangelización de la que ya nos hablaba Juan Pablo II.
Pero a lo que aquí nos referimos con el título de “mundanización
de la iglesia”, son a aquellas actitudes y acciones que muchos cristianos
católicos hemos asumido cuando asistimos al templo. Más específicamente, a la
forma cómo nos preparamos para asistir a nuestros actos religiosos. Parece ser
que nuestros templos han mermado mucho en cuanto a su sentido sagrado. El
aspecto sagrado de nuestros templos ya no es el mismo que hace unos años atrás.
Basta con que pensemos en como muchos vamos vestidos al templo. Nuestros
templos parecen muchas veces más un club social que un templo. A veces parece
que asistimos a una pasarela en vez de a un acto religioso, un acto de fe. Hay
personas, en su mayoría jóvenes, pero también uno que otro adulto, que asisten
al templo con una ropa poco adecuada al lugar y al momento. Claro que aquí no
estamos diciendo que hay que asistir con un hábito religioso porque no lo son;
pero si es necesario tomar en cuenta a qué es que se va a la iglesia. A la
iglesia no se va a modelar ni a presumir nada material. Se va a celebrar la fe;
a vivir la fe; practicar la fe; alimentar la fe en Dios; y esto conlleva el
asumir ciertas actitudes tanto externas como internas.
Otro elemento que distorsiona
mucho nuestra celebración de fe en los templos es el uso del celular. Muchas personas
que van a las iglesias parece como si estuvieran en una reunión cualquiera, una
conferencia, una tertulia, etc. Es triste ver a tantos jóvenes, principalmente
y también a adultos, como se hunden en el uso del celular cuando están en la
misa o grupos de oración. Es para mí preocupante que cuando se hace conciencia
de este proceder incorrecto, mucha gente se siente ofendida, regañada, y hasta
maltratada por la observación que hace el sacerdote. Cuando en realidad lo que
se ha hecho es eso, hacer conciencia a los fieles de que le den la importancia
que ameritan nuestros actos religiosos. No es verdad que si una persona que va
misa está pegada al celular va a tener una conversación íntima y personal con
Dios porque, como dice el dicho popular, “se está en todo menos en misa”. Me da la impresión de que nosotros lo que
hemos hecho es llevar el mundo a la iglesia en vez de llevar la iglesia al
mundo.
Bendiciones.
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