martes, 26 de marzo de 2013

Juan Pablo Duarte y la Independencia Nacional

 “…La selección del lema Dios, Patria y Libertad, que cifró los ideales de los trinitarios desde el 16 de julio de 1838, es la prueba más inequívoca de la fe profunda y de las metas muy altas de los patriotas.”

Han transcurrido unos días después de haber celebrado el bicentenario del natalicio de Juan Pablo Duarte. Para este fin se creó una comisión encabezada por nuestro Arzobispo Monseñor Nicolás De Jesús López Rodríguez con el objetivo de preparar y darle la importancia que amerita este acontecimiento, con toda una serie de actos para que esta fecha no pasara desapercibida por el pueblo dominicano. También es importante recordar que  nos encontramos caminando en lo que ya se conoce como “el mes de la patria”; fiesta ésta que comienza desde el 26 de enero y culmina el 27 de febrero, con la celebración de la fiesta de Independencia. 

  Aunque el nacimiento de Juan Pablo Duarte lo celebramos el pasado 26 de enero, no podemos olvidar que la celebración de nuestra Independencia está unida a su persona ya que fue el artífice principal de dicha gesta heroica y patriótica. Pero lo cierto es que son muchos los dominicanos y dominicanas que hasta el día de hoy no conocen en profundidad todo el legado patriótico y espiritual de nuestro prócer de la patria dominicana.

  Hay grupos que se han levantado en contra de los ideales de este gran hombre de la nación para negar aspectos esenciales de su vida, y sobre todo lo que tiene que ver con sus convicciones religiosas. Todo esto, ciertamente, tiene su intención, porque el querer negar estos valores en Duarte es con la intención de minimizar su gran aporte en este terreno. Hay quienes se están afanando en presentar a Juan Pablo Duarte como un “masón”, cuando sabemos que es todo lo contrario. Quienes intentan esto, en realidad no saben ni conocen las convicciones de Duarte y su experiencia de fe en el terreno religioso. La profunda fe religiosa de Duarte es algo que se hace evidente en toda su vida.

  Su entrega, su desinterés, generosidad, sensibilidad profunda ante el dolor ajeno. Su amor a la verdad, su caridad sin límites se pusieron de manifiesto en el curso de su vida. Duarte fue un hombre que hizo de cuanto don recibió de Dios un instrumento de servicio a los hombres. Un hombre en permanente comunicación, por los vínculos sutiles de la fe y el amor, con el Creador.

  Hay que recordar que Duarte constituyó la sociedad secreta La Trinitaria en la fiesta mariana de la Virgen del Carmen, el 16 de julio de 1838. Hizo del juramento trinitario un credo patriótico apoyado en dogmas inmutables de la doctrina católica. El escudo patrio ostentaría como símbolo de constructiva esperanza el libro sagrado de los evangelios y la bandera de la naciente república estaría centrada por la cruz, señal de redención. Por esto, tenemos  que ser conscientes de que la historia fundacional de la República Dominicana está cimentada sobre la base de la fe cristiana católica y esto no se puede borrar ni por decreto ni proyecto de reforma constitucional, ya que es parte del legado que nos dejaron nuestros próceres patrióticos, y de intentar hacerlo sería traicionar la memoria de nuestros independentistas. Tendríamos que volver a los inicios de la república para poder cambiarla y esto no se puede.

  Otro aspecto importante es que abundan en sus escritos las manifestaciones de esa fe cristiana y católica que él aprendió temprano en su hogar. Al redactar su proyecto de constitución de la República Dominicana, establece el siguiente principio: “la religión predominante en el estado deberá ser siempre la católica, Apostólica, sin perjuicio de la libertad de conciencia y tolerancia de cultos y de sociedad no contrarias a la moral pública y caridad evangélica”. Para Duarte la religión no fue una máscara de hipocresía ni envoltura de denigrante oportunismo. Fue código de vida y también recurso imponderable para trazar un futuro mejor para su patria.

  Como ya sabemos, a partir de este año se otorgará el 4% a la educación. Pero da la impresión de que con ese logro se termina la lucha por una mejor educación. Ahora debemos exigir que la educación cívica vuelva las escuelas. Hay muchas lagunas y desconocimiento de los ideales que forjaron nuestros hombres y mujeres patrióticos. Hoy en día, las acciones de nuestra identidad patria se circunscriben nada más a cantar el himno nacional en las escuelas y actos oficiales, pero no más de ahí. Hay que inculcarles a las presentes y futuras generaciones el amor por la patria y sus símbolos, el respeto por ellos.

  Por esto y otras cosas más, todo proyecto que signifique desarrollo humano tiene un denominador común que lo hace posible. Ese elemento es la educación. El problema fundamental de una nación subempleada, subalimentada e ignorante y en camino a organizarse institucionalmente en que vivimos es la educación. Ya el Papa Pablo VI dijo en su encíclica sobre el Progreso de los pueblos (Populorum Progresio): “el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos (no. 35).

  El 27 de febrero, fiesta significativa de la Independencia, debe serlo también de la libertad, de la dignidad nacional y del bienestar común de los hijos e hijas de esta tierra. Es el día obligado de acción de gracias a Dios por haber inspirado a los patriotas que en 1844 forjaron la nación dominicana y debe ser día de reflexión sobre nuestro presente y nuestro futuro.

 

   Somos lo que comenzamos a ser el 27 de febrero de 1844.”

 

         P. Robert Brisman

 

 

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