martes, 26 de marzo de 2013

Querido hermano Francisco...

  Querido hermano Francisco, estas casi completando tu primer mes al frente de la Iglesia de Cristo ocupando la sede del apóstol Pedro. No me imagino, porque no estoy dentro de ti, lo que has de estar sintiendo en estos momentos después de haber sido elegido como Papa y haber aceptado tu elección al mismo; lo que sí puedo imaginar es que eres muy consciente de la gran responsabilidad que has aceptado y del compromiso que conlleva el ministerio petrino.

  No puedo imaginar el gozo y alegría que han de estar sintiendo tus compatriotas argentinos luego de haberse enterado de que uno de sus hijos, uno de sus compatriotas fue elegido por Cristo por medio de los cardenales para ocupar la sede del apóstol Pedro y tomar el timón de la barca de la Iglesia y estar en firme obediencia del capitán, que es Cristo. Ese gozo también lo hemos experimentado todos los que somos vivimos en esta parte del mundo, de este continente. Eres argentino de nacimiento y eso nadie te lo puede quitar; te gusta el tango, la buena música y el futbol. Pero  ya no les perteneces únicamente a los argentinos; a partir de tu aceptación al ministerio petrino,  le perteneces al mundo, nos perteneces a los católicos. Sé que eres consciente de que tus enseñanzas y celo apostólico no solamente serán dirigidas para tus compatriotas sino que ahora van dirigidas a toda la humanidad; sé de tu gran celo por anunciar y vivir el evangelio con todos los que te rodean. Conozco muchos aspectos de tu trabajo pastoral a través del ministerio sacerdotal que has realizado en tu país Argentina,  y de manera especial en Buenos Aires; también de los enfrentamientos que protagonizaste con grupos e instituciones cuando les exponías la verdad del evangelio, porque eres un hombre convencido de que la palabra de Dios nos ilumina en nuestro caminar hacia una más y profunda fraternidad y comunión, no solo como creyentes sino también como seres humanos, porque todos somos hijos e hijas de Dios con igual dignidad.

  Querido hermano Francisco, todavía no se ha completado tu primer mes como pontífice y desde tu elección, los ataques no se han hecho esperar. Hasta hace unos días atrás la Iglesia estaba viviendo una relativa calma pero eso era más bien porque aquellos que no quieren saber de Cristo ni del evangelio, estaban esperando que surgiera la cabeza visible de la Iglesia para enfilar de nuevo sus cañones contra ti, como cabeza visible de la Iglesia. Me viene a la memoria aquellas palabras que Cristo le dirigió a Saulo cuando este iba camino a Damasco persiguiendo a los cristianos, “…Saulo, Saulo ¿por qué me persigues? Estas gentes, grupos e instituciones todavía no se han dado cuenta de que están enfrentando una lucha nada más y nada menos  contra Dios. No se han dado cuenta –parece-, que nosotros no somos más que soldados de Cristo en medio de esta gran batalla con un mundo convulsionado por estar asumiendo como norma de vida sus propios criterios y normas.

  Querido hermano Francisco, sé que eres muy consciente de lo que te espera al frente de la Iglesia en este ministerio que Cristo te ha encomendado. Quiero recordarte aquellas palabras que el Señor le dirigió a Pedro: “Pedro, mira que Satanás ha solicitado el poder sacudirlos como trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos en la fe (Lc 22,31-32).

  Querido hermano Francisco, esta batalla tú no la pelearas solo. Tienes a todo el rebaño a ti encomendado que estará siempre a tu lado para ayudarte a abrirte camino en el campo de batalla y también estaremos tapándote la retaguardia para que no des un paso hacia atrás. Estamos dispuestos a tomar la cruz, junto a ti, que nos llevará al calvario a morir por Cristo, porque si morimos por El y con El, viviremos también con El.

 

Bendiciones.

 

                                                                                               P. Robert Brisman.

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