Quiero compartir con ustedes algunas
enseñanzas que he descubierto en este acto de presentación del nuevo pontífice
tan sencillo. Lo primero es que, una vez más el Espíritu Santo nos da muestras
de tener conciencia de quien es que guía a la Iglesia. Es decir, mientras todos
o casi todos nos hacíamos una idea o teníamos nuestros pronósticos de quien
podría ser el Papa, Cristo nos dijo a través de su Espíritu “no es el que ustedes quieren o piensan”;
“es el que yo decida que es el que
conviene a mi Iglesia”. Recordemos que, al igual que sucedió con los últimos
papas, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI; ninguno de estos figuraban
en las listas de posibles elegidos y sin embargo, fueron los que el Espíritu
Santo en su momento inspiró. Este Papa, Francisco , nos dio muestras en esos
pocos minutos y sencillas palabras, que es un hombre de una profunda
espiritualidad. Un hombre que no le gusta la pompa ni el boato, que no le gusta
las luces ni las cámaras.
El nombre elegido para su pontificado nos
lleva a recordar al santo Francisco de Asís. Un hombre que, aparte de haber
renunciado a lo material y a la pompa, fue un hombre de una gran humildad y
sencillez, pero de una férrea y fuerte enseñanza evangélica. Un hombre que hizo
vida en su vida el evangelio.
Un
gran gesto de humildad fue su petición de pedir que oráramos por él y se
inclinó para ello en una muestra de humildad y de saberse que él es “el siervo de los siervos”. El sabe que
no ha sido elegido para ocupar un cargo de privilegios, sino un ministerio que
el Señor le ha encomendado para que guie a su Iglesia hacia puerto seguro en
medio de tantas turbulencias. Un hombre que se preocupa por la fraternidad y
unidad de la Iglesia. Es un hombre que de seguro seguirá asumiendo con fidelidad la
proclamación y anuncio del evangelio de Cristo y será el fiel y custodio de la
enseñanza de la Iglesia en la que ésta ha venido caminando desde su fundación
hasta el día de hoy. No será un Papa que se congratulará con los criterios del
mundo, sino que sabrá decirle al mundo, a la humanidad, que por el camino que
quiere seguir avanzando, un camino sin Dios, es el equivocado. El sabe que no
será una tarea fácil. Nosotros sabemos que no será una tarea fácil para los
discípulos y discípulas de Cristo. El Papa Francisco es ya nuestro pastor
universal, pero él no está solo.
Dejemos que pasen los días y acompañemos a
nuestro sumo pontífice en el camino que él acaba de iniciar al frente de la
Iglesia de Cristo. Dejémonos guiar por sus enseñanzas, sus palabras y su
testimonio de fe y vida porque todos vamos en la misma barca y hacia el mismo
puerto. Ayudemos, oremos y trabajemos para que este acontecimiento que acabamos
de vivir se prolongue a lo largo de nuestra vida personal y eclesial.
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