Estas voces
siguen insistiendo en que la Iglesia Católica debe abocarse a los nuevos
tiempos. Son ya varios textos que se han citado de celebraciones y reuniones
del Papa en la que se afirma que “él está invitando a la Iglesia a una profunda
renovación”. No me cabe la menor duda de que muchas de estas ideas son tomadas
y sacadas de contexto, y también se resaltan con una intención oculta detrás de
las mismas (aquí hay que citar la máxima que reza así, “un texto fuera de
contexto se convierte en un pretexto”). Ya he dicho en un escrito anterior que
son muchos los que piden “la abolición del celibato sacerdotal, la ordenación
sacerdotal de las mujeres, el matrimonio eclesiástico de los homosexuales, etc.
Estos temas y otros más, no están en discusión dentro de la Iglesia. Pero la
pregunta sería, ¿es ésta la renovación que necesita la Iglesia? He oído a personas decir, y lo dicen con toda
seguridad, que la Iglesia es una institución creada por los hombres y que como
tal puede ser cambiada en sus más elementales estructuras y hasta en lo que
enseña. Los que afirman estas cosas no tienen la más mínima idea o el mínimo
conocimiento del evangelio, y mucho menos lo han estudiado. Estos siguen
insistiendo en que la Iglesia debe adaptarse al mundo. No cabe duda de que
quisieran ver una iglesia acomodada a nuestras necesidades y no al revés.
Cristo mismo nos mandó que debíamos “enseñar a las gentes a cumplir todo cuanto
él nos ha mandado” (Mateo 28, 20)… Y también dijo: “el que a ustedes los
escucha a mí me escucha; y el que a ustedes los rechaza, a mí me rechaza; y
quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lucas 10,16).
Todo esto nos
tiene que llevar a pensar cuáles siguen siendo los retos del sucesor del
apóstol Pedro en la guía de la Iglesia de Cristo aquí en la tierra. Este Papa
ha invitado a creyentes y no creyentes a un diálogo sincero y respetuoso en lo
que él ha llamado “un patio de los gentiles” renovado. Es una propuesta de
diálogo en armonía con el Concilio Vaticano II, ese Concilio que el Papa ha
pedido que se conozca mejor y se viva mejor, no como una nueva constitución que
ha abolido una antigua ley (el evangelio), sino como un modo de anunciar y
transmitir la fe de manera más eficaz. Porque la doctrina permanece cierta e
inmutable, y no puede haber discontinuidad. Un mundo sin evangelio y sin
Iglesia sería un mundo en el que la mentira pasara más fácil y se construiría
la autoridad sobre una falsa libertad.
Toda
renovación de la Iglesia viene inspirada y guiada por el Espíritu Santo. Él es
quien guía a la Iglesia por caminos seguros. La Iglesia, aunque está compuesta
por hombres y mujeres, no es nuestra. Es de Cristo. Es de institución divina. Y
somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a ella y a su enseñanza, no al
revés. En todo tiempo la cultura se construye sobre la búsqueda de Dios y la
disposición a escucharlo. Si cumplimos esto, no solamente tendremos una Iglesia
renovada, sino una humanidad cada vez más hecha a imagen y semejanza de Dios,
que por amor nos ha creado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario